lunes, 8 de noviembre de 2010

LA PALABRA DE DIOS ANTE LA PALABRA HUMANA


La Palabra de Dios perfección la limitación de la palabra humana, ya que entre ambas se establece un dialogo conciliador que se ha visto en toda la historia de la Salvación. Pero es preciso no perder de vista las diferencias que hay entre la Palabra Divina y la palabra humana. Son tres, especialmente:
a) La palabra humana es fugaz y perecedera. Un pensamiento ahuyenta a otro. Los pensamientos surgen del interior de la subconsciencia y vuelven a desaparecer de nuevo allí. Salen de entre las nieblas ondulantes del oscuro e impreciso reino de lo inconsciente y adquieren forma clara y diáfana. Con frecuencia no disponen de la fuerza necesaria para dar forma nuestra a personalidad. Las palabras humanas en que se encarnan los pensamientos son, como éstos, frágiles y fugitivas. Vienen y se van. Las pronunciamos y el viento se las lleva. Entre las palabras humanas fugitivas, indignas de una existencia duradera, se encuentran algunas dotadas de poder, y, entre éstas, algunas que son dignas de detentar ese poder porque encierran en sí valor y grandeza (Como la que había dado el propietario a los abogados). Por eso ocurre a veces que una palabra humana conmueve al que la oye y le transforma. Hasta puede suceder que una palabra dada conmueva a toda una época, creando el horizonte de una nueva concepción del mundo y de un nuevo sentimiento de la vida. Tales palabras crean Historia y se muestran activas aun después del instante en que han sido pronunciadas. Pero lo que queda de esas palabras creadoras de Historia no son el sonido y la forma verbal, sino la fuerza operativa.
La Palabra divina, al contrario, siempre se mantiene. Es realidad purísima, sin presentar mezcla de realidad y posibilidad. La palabra de Dios nunca pasará, porque participa del poder existencial de Dios. Su poderío existencial es el poderío existencial absoluto del Padre. Por eso existe desde la eternidad la palabra en que el Padre pronuncia (expresa) a Dios y al mundo. Durará eternamente. Es una palabra eterna. El Padre la pronuncia incansablemente desde la eternidad. Existe con fuerza incondicional en tanto que el Padre la forma siempre, a través de un proceso eterno. Resuena, por tanto, en todos los lugares y a través de todos los tiempos. Si es que nosotros no podemos percibirlo, la razón de ello consiste en que nos faltan los oídos adecuados. Pero llegará el tiempo en que dispondremos de esos oídos.
b) La palabra humana tiene pobreza de contenido. En ninguna palabra, en ningún pensamiento puede estar presente la riqueza de nuestra naturaleza y de nuestro saber, para no hablar de la riqueza de la realidad entera. La palabra expresa sólo un aspecto parcial de esa riqueza. Sólo raramente dispone un pensamiento de tanta fuerza y plenitud que veamos manifestado en él nuestro ser entero. Esto acontece a veces con ideas genialmente poéticas, artísticas y científicas. El no poder expresar adecuadamente mediante la palabra nuestros pensamientos y nuestro amor es el gran dolor de la conversación humana. Por medio de la palabra expresamos solamente una pequeña parte de lo que hay en nuestro espíritu y en nuestro corazón. La palabra humana es por eso siempre una alusión al mundo invisible de la interioridad humana. Por medio de la palabra exigimos del oyente que oiga aquella realidad que se manifiesta en la palabra, pero que no puede encarnarse exhaustivamente en la palabra. Si no es capaz de hacerlo, si no puede percibir la realidad trascendente que resuena en la palabra humana, entonces hasta la palabra de más plenitud es para él un sonido vacío o hueco.
Totalmente distinto es la Palabra de Dios. La palabra pronunciada por el Padre no sólo posee es eterna, sino también absoluta plenitud de contenido. El Padre ve toda la riqueza del ser con una sola mirada de infinita profundidad y extensión, y expresa su conocimiento por medio de un solo pensamiento de absoluta simplicidad e extensa plenitud. Cielo y tierra pasaran mas tu palabra no pasará. Esta manifiesta su fecundidad produciendo un pensamiento que no desaparece nunca, que subsiste, que posee la misma fuerza existencial y la misma plenitud que el Padre, el cual piensa y engendra pensando.
c) En fin, la palabra de Dios no solamente es inmutable; además se conoce a sí misma y afirma su propia existencia. Por lo tanto, es Persona y está ante el Padre bajo la forma de yo personal (Jesús es la Palabra de Dios, El Verbo encarnado). Se vuelve hacia el Padre y contempla su semblante; conversa con Él. Más aún, en tanto que se vuelve hacia el Padre no es más que la respuesta personal dada al Padre. Hay, pues, en Dios multiplicidad personal (Trinidad) porque tiene lugar en Él una conversación, porque en Él se da la comunidad de la conversación al Espíritu Santo, el cual es el lazo de su unidad. El Espíritu Santo es, por decirlo así, el sello que garantiza que el Padre y el Hijo se comprenden mutuamente en la conversación: en la palabra y la respuesta interviene y se manifiesta un amor infinito. El carácter personal de la palabra divina es la nota que la diferencia sobre todo de la palabra humana, la cual tiene carácter provisional.

Oración
Oh, Señor,
haz que todos los hombres de la tierra conozcan la Biblia.
Suscita en ellos el hambre de tu Palabra
Y deja que sea nuestro pan cotidiano.

Haz que los que saben leer,
miren el Evangelio con sus propios ojos;
y los que no saben leer,
encuentren a otros que puedan leer para ellos.

Pero, sobre todo, cuando se cumpla tu voluntad,
no queremos que se cumpla otra cosa,
y úsanos para realizarla.

Madre Teresa de Calcula

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