viernes, 31 de agosto de 2012

TERCERA PARTE DEL TEMA CULTIVAR LA FE EN LA FAMILIA




2. Aprender la fe en familia
Vivir en un clima continuo de oración abre los corazones al mundo divino. Esa apertura necesita ir acompañada por el estudio de todos, tanto de los padres como de los hijos, para conocer a fondo el gran regalo de la fe católica.
Los modos para lograrlo son muchos. La lectura y el estudio de la Biblia, especialmente de los Evangelios, resultan un momento esencial para conocer la propia fe. Para ello, hace falta recibir una buena introducción, sea a través de cursos en la parroquia, sea a través de la lectura de libros de autores católicos fieles al Papa y a los obispos.
Existe, por ejemplo, un curso de Biblia “on-line” del P. Antonio Rivero, que ofrece una buena ayuda para comprender mejor los libros sagrados. Se encuentra en http://es.catholic.net/conocetufe/804/2778/
De un modo más concreto, la familia en su conjunto o cada uno (según la propia edad) puede encontrar un momento al día para leer una parte del Evangelio. No se trata de una lectura simplemente informativa. Se trata de preguntarse, sencillamente, en un clima de oración: ¿qué quiere decirme Cristo con este texto? ¿Cómo ilumina mi vida?
Junto a la lectura de la Biblia, es necesario estudiar y conocer el “Compendio del Catecismo de la Iglesia católica” y, si fuera posible, también el mismo “Catecismo de la Iglesia católica”. El primero debería ser leído por los padres y, en la medida en que van creciendo, por los hijos. El segundo puede servir para ir más a fondo sobre temas importantes o ante dudas que puedan surgir. Los dos textos son ofrecidos en internet en la página del Vaticano, www.vatican.va.
La lectura del Catecismo permite conocer la fe católica en sus aspectos más importantes. Además, une a la familia con toda la Iglesia, al acercarse todos y cada uno a aquellas enseñanzas que nos permiten tener vivos y actualizados contenidos que no son simple “doctrina”, sino que nos ponen en contacto con Cristo y con su Cuerpo Místico: con el Papa, los obispos, los sacerdotes, los demás creyentes; con la Iglesia purgante (la que espera en el purgatorio) y con la Iglesia triunfante (que ya participa en el Banquete de Bodas del Cordero).
A través de estas lecturas, los padres estarán preparados para enseñar la doctrina católica en casa, si esto fuera posible. Si los hijos van a clases de catecismo en la parroquia o reciben clases de religión en la escuela, los padres ayudarán mucho a sus hijos para ver si han entendido bien, si tienen dudas. Les preguntarán los temas que están aprendiendo, no para “controlar”, sino para saber por dónde van en la catequesis y así ayudarles a vivir lo que les explicaron.
Por desgracia, en algunos lugares no se ofrece una buena enseñanza del catecismo a los niños. En otros, incluso, se les enseña ideas equivocadas. Toca a los padres velar para que la doctrina recibida por los hijos corresponda a lo que nos enseña la Iglesia y está contenido en el Catecismo. Si hace falta, pueden avisar al párroco de los errores que reciben sus hijos, o incluso al obispo, para que no se ofrezcan, bajo la apariencia de una “catequesis”, ideas confusas o contenidos claramente ajenos a nuestra fe católica.
Hemos mencionado la importancia de conocer a fondo la Biblia y el Catecismo. El estudio de la propia fe se enriquece a través de buenos libros, adaptados a cada edad. Unos serán cuentos navideños o novelas misioneras. Otros ofrecerán consejos para los adolescentes. Otros irán más a fondo sobre temas de fe, de ciencia, de moral.
Hacer un elenco de esos libros no resulta fácil. En catholic net hay un valioso arsenal de libros “on-line” (cf. http://es.catholic.net/biblioteca/). Podemos, además, recordar libros como los siguientes:
* P. Jorge Loring, “Para salvarte” (es posible encontrarlo en internet, o comprarlo como volumen).
* Mons. Tihámer Toth, “El joven de carácter” (también presente en internet).
Dos particulares ámbitos formativos se encuentran en los modernos medios de comunicación. Tenemos, en primer lugar, a los medios “clásicos” de noticias (televisión, radio, prensa). La familia no puede olvidar que en los mismos se ofrecen valoraciones sobre los hechos religiosos llenas de distorsiones o, incluso, de mentiras solapadas. Otras veces se escogen unos temas y se ocultan otros que tienen gran importancia para la vida de la Iglesia. Los padres deben conocer estos peligros y hacerlos presentes a sus hijos.
En segundo lugar, tenemos el mundo informático, especialmente internet (aunque no sólo). También aquí reina un enorme caos, y los temas religiosos son tratados en algunas páginas con mucha superficialidad, si es que no se cae en manipulaciones grotescas.
Los padres están llamados a educar a los hijos para tener un sano espíritu crítico. No se trata de aislarlos (hay temas que, a base de presión informativa, se convierten casi en “obligados”), pero sí de guiarlos para saber que no todo lo que se dice por ahí es verdad, y para comprender que los medios de comunicación no permiten alcanzar una imagen exacta de la Iglesia y de la vida ejemplar de miles y miles de buenos católicos.
Ayudará, en ese sentido, un doble esfuerzo. Por un lado, filtrar cualquier tipo de programas o de textos (escritos en papel o en la computadora) que presenten el mal como bien, que calumnien a personas o instituciones de la Iglesia, que promuevan incluso actitudes claramente antievangélicas (desenfreno, hedonismo, consumismo, odio racial o clasista, etc.).
Por otro, hay que saber individuar tantas (y son muchas, gracias a Dios) fuentes informativas sanamente católicas, que ofrecen la doctrina correcta (según el Catecismo) y que ayudan a conocer la actualidad del mundo y de la Iglesia en una perspectiva justa.
En ese sentido, es.catholic.net es una página que merece la pena ser conocida en sus distintas partes, así como otras páginas (la enumeración podría ser larga) donde la familia puede encontrar excelentes herramientas para la propia formación, incluso grabaciones de radio o pequeñas conferencias filmadas sobre la Iglesia, su historia, su doctrina, su vida actual.
En cuanto a la información católica, contamos con la que se ofrece con bastante puntualidad en www.vatican.va (la página del Vaticano), y con los servicios informativos de agencias como www.zenit.com.
Una presentación más amplia sobre este tema se encuentra en el estudio de Jorge Enrique Mújica, El rostro católico de internet en español (en http://es.catholic.net/jorgemujica/articulo.php?tem=1430&id=34119).
3. Vivir el Evangelio en familia
Una fe sin obras, nos recuerda la Carta de Santiago, es estéril (cf. Sant 2,20). No entra en el Reino de los cielos el que dice “Señor, Señor”, sino el que cumple la Voluntad del Padre (cf. Mt 7,21).
La familia que reza, la familia que estudia su fe, también sabe vivir aquello que ha llevado a la oración, busca aplicar lo que ha conocido gracias a la bondad del Padre que nos ha hablado en su Hijo.
La mejor escuela para vivir como cristianos es la familia. Las indicaciones que podrían ofrecerse son muchísimas, como son muchas las enseñanzas morales que encontramos en la Biblia (los diez Mandamientos, el Sermón de la montaña, etc.) y que la Iglesia nos explica en la Tercera Parte del Catecismo. Como un resumen, el Catecismo enumera las 14 “obras de misericordia” (7 corporales y 7 espirituales) que ilustran ampliamente cuál es el modo de vivir según el Evangelio.
Para concretar un poco más cómo vivir evangélicamente, enumeremos algunos ámbitos en los que la familia se hace educadora en el arte de actuar como cristianos auténticos.
El primer ámbito, desde luego, es el de la propia familia. Vivir el Evangelio implica crear un clima en el hogar en el que se lleva a la práctica el principal mandamiento: la caridad. El amor debe ser el criterio para todo y para todos.
Ese amor se aprende, se hace vida, cuando los hijos ven cómo se tratan sus padres. Si los padres se aman profundamente, si saben darse el uno al otro como Cristo se dio por la Iglesia (cf. Ef 5,21-33), si saben perdonar hasta 70 veces 7 (cf. Mt 18,22), si confían en la Providencia más que en las cuentas del banco (cf. Mt 6,24-34), si ayudan al peregrino, al hambriento, al sediento, al desnudo, al enfermo, al encarcelado (cf. Mt 25,33-40)... los hijos habrán encontrado en la familia un auténtico “Evangelio vivo”.
Aprenderán entonces a dar gracias, a ayudar al necesitado, a compartir sus objetos personales, a escuchar a quien desea hablar, a dar un consejo a quien tenga dudas (de matemáticas o de fe...).
La caridad debe ser el criterio para lo que uno hace y para lo que uno deja de hacer. Por ello, la misma caridad lleva al católico a mortificar los apetitos de la carne, a controlar las propias pasiones, a huir de aquellos estilos de vida que nos atan al mundo, que nos llevan al egoísmo y a alejarnos de Dios y del prójimo.
No hay verdadera vida cristiana allí donde no hay abnegación. Hay vida cristiana allí donde cada uno renuncia al propio “yo”, cuando aprende a desapegarse de lo material para abrirse confiadamente a la providencia del Padre de los cielos (cf. el texto que ya citamos de Mt 6,24-34).
Aprender lo anterior resulta clave para lograr una familia auténticamente cristiana. ¿De qué manera puede conocer un hijo cómo se vive el Evangelio si ve en sus padres rencillas, malas palabras, afición por el dinero, críticas continuas a otros familiares o conocidos? Al revés, el hogar en el que Cristo ha entrado realmente en los corazones se convierte en un continuo testimonio de aquella caridad que nos plasmó el Espíritu Santo en 1Cor 13.
Un “capítulo” que resulta no fácil se refiere a modos de comportarse y de vestir, a diversiones, a objetos de uso. La sociedad crea necesidades y los hijos sienten una presión enorme que les hace desear lo que tienen otros y hacer lo que “todos hacen”. Los padres de familia sabrán discernir entre cosas sanas (como deportes no peligrosos y capaces de promover un buen espíritu de equipo) y “necesidades” que son falsas y que pueden llevar a los hijos a la ruina personal, incluso a la triste desgracia del pecado. Luchar contra corriente puede parecer duro, pero vale la pena si tenemos ante los ojos el premio que nos espera: la amistad con Cristo.
El segundo ámbito para vivir evangélicamente surge cuando la familia se abre a los demás. Tratamos con personas muy distintas en las mil encrucijadas de la vida. El corazón que aprende a vivir como cristiano descubre en cada uno la presencia del Amor del Padre, el deseo de Cristo de acogerlo en el número de los amigos, la acción del Espíritu Santo que susurra en los corazones y que los guía hacia la Verdad completa.
Un cristiano necesita ver a todos “con los ojos de Cristo” (cf. Benedicto XVI, encíclica “Deus caritas est” n. 18). Porque lo que se hace al hermano más pequeño es hecho al mismo Cristo (cf. Mt 25,40). Porque todos estamos invitados a ofrecer y a recibir cariño. Porque no hay amor más grande que el de dar la vida los unos por los otros (cf. 1Jn 3,16).
Esta actitud se plasma en actos concretos, que van desde el “enseñar al que no sabe” (las obras de misericordia espirituales) hasta el “visitar y cuidar a los enfermos” (las obras de misericordia corporales).
Es importante lo que uno hace por el necesitado, y es importante la actitud con la que se hace. Sirve de muy poco una limosna hecha con un rostro apático. En cambio, muchas veces llega más al corazón necesitado una mirada llena de afecto que la medicina regalada (desde luego, hay que velar también para que el enfermo tenga sus medicinas...). Los hijos que ven en sus padres actitudes profundas y gestos sinceros de amor al prójimo aprenden, más allá de las palabras, lo que significa ver a Cristo en los hermanos.
Vivir el Evangelio llega hasta el heroísmo de amar al propio enemigo (cf. Mt 5,43-48). Hay hogares en los que nunca se escucha una palabra de odio o de amargura hacia quienes ofendieron en el pasado (quizá un pasado muy reciente) a alguno de los miembros de la familia. Incluso hay hogares en los que los hijos admiran a sus padres cuando saben acoger, con los brazos abiertos, a alguien que les hizo daño, mucho daño...
La actitud profunda de amor a los otros lleva al apostolado, al compromiso continuo por conseguir que muchos hombres y mujeres lleguen a conocer a Cristo.
Es muy hermoso, en ese sentido, descubrir a familias que se convierten en “misioneras”. Saben comunicar, con su testimonio y con palabras oportunas, que Dios ama a todos, que Cristo ofrece la Salvación, que la Iglesia es la barca regalada por Dios para acometer la travesía que nos lleva a la Patria eterna.

miércoles, 29 de agosto de 2012

SEGUNDA PARTE DEL TEMA CULTIVAR LA FE EN LA FAMILIA


1. La oración en familia
La oración es para cualquier bautizado lo que es el aire para los seres humanos: algo imprescindible.
Aprender a rezar toca a todos: a los padres, en las distintas etapas de su maduración interior; a los hijos, desde pequeños y cuando poco a poco entran en el mundo de los adultos.
La oración en la vida familiar tiene diversas formas. El día inicia con breves oraciones por la mañana. Por ejemplo, los padres pueden levantar a sus hijos con una pequeña jaculatoria; o, después de asearse o antes del desayuno, todos rezan juntos una pequeña oración (el Padrenuestro, el Ave María, parte de un Salmo o del Magnificat, etc.).
Otras plegarias surgen de modo espontáneo, según las necesidades de cada día. La familia reza por el examen de selectividad, por la situación de la fábrica donde trabaja papá o mamá, por las lluvias, por el eterno descanso del abuelo...
Son muy hermosas aquellas oraciones que recogen la gratitud de todos y de cada uno. Esas oraciones pueden fijarse en los hechos más sencillos: ya funciona el frigorífero, tenemos pasteles para la merienda, se acercan las vacaciones. O pueden dar gracias por hechos más importantes: el amor entre papá y mamá ha sido bendecido con un nuevo embarazo, acaba de nacer un nuevo sobrino, el abuelo ha superado la pulmonía, un amigo ha ido a encontrarse con Dios...
El clima de oración se prolonga a lo largo del día. Para ello, ayuda mucho crear un hábito de “jaculatorias”, pequeñas oraciones espontáneas que dan un toque religioso a la jornada. “Señor, confío en Ti”. “Creo, Señor, ayúdame a creer”. “Te alabamos, Señor, porque eres bueno”. “Gracias, Señor, por esto y por esto”. “Jesús, manso y humilde de corazón, haz mi corazón semejante al tuyo”...
La hora de comer permite un momento de gratitud y de unión en la familia. ¡Qué hermoso es ver que todos, junto a la mesa, rezan! Algunos hogares recitan el Padrenuestro; en otros, los padres y los hijos se turnan para dirigir una oración espontánea antes de tomar los alimentos.
Otro momento de oración consiste en el rezo del Ángelus (se puede rezar hasta tres veces en la jornada, o si se prefiere al menos a medio día) y del Rosario.
Para los niños (y para algunos adultos también), a veces el Rosario resulta un poco aburrido. Los padres pueden ayudar a los hijos a descubrir la belleza de esta sencilla oración, quizá enseñándoles a rezar primero un solo misterio, luego dos, etc., y explicando el sentido de esta hermosa plegaria dirigida a la Madre de Dios y Madre de la Iglesia.
Cuando llega la noche, la familia busca un momento para dar gracias por el día transcurrido, para pedir perdón por las posibles faltas, para suplicar la ayuda que necesitan los de casa y los de fuera, los cercanos y los lejanos. Es muy hermoso, en ese sentido, aprender a rezar por las víctimas de las guerras, por las personas que pasan hambre, por los que viven sin esperanza y sin Dios.
La oración constante ha permitido a la familia, chicos y grandes, descubrir que la jornada, desde que amanece hasta la hora de dormir, tiene sentido desde Dios y hacia Dios. Todo ello prepara a vivir a fondo los momentos más importantes para todo católico: los Sacramentos.
Si el Sacramento de la Eucaristía es el centro de la vida cristiana, también debe serlo en el hogar. La familia necesita descubrir la belleza del domingo, la maravilla de la Misa, la importancia de la escucha de la Palabra, la participación consciente y activa en los ritos.
Participar juntos, como familia, en la misa del domingo es una tradición que vale la pena conservar. También cuando los hijos son pequeños. Los padres pueden enseñarles, poco a poco, el sentido de cada rito, las posturas que hay que adoptar, el respeto que merece la Casa de Dios. Son cosas que luego quedan grabadas en los corazones para toda la vida.
La semana se vive de un modo distinto si arranca del domingo y desemboca en el domingo. Durante la semana, la familia busca vivir aquello que ha escuchado, que ha vivido en la celebración eucarística dominical. A la vez, se prepara con el pasar de los días para el encuentro íntimo y personal con Cristo que tendrá lugar, Dios mediante, el domingo siguiente.
Ayuda mucho, en este sentido, hacer “visitas” a Cristo eucaristía durante la semana, de forma personal o en pequeños grupos (el padre o la madre con algunos hijos, varios hermanos juntos, etc.). También es muy provechoso, entre semana, recordar en casa cuál fue el evangelio del domingo anterior, o dar pistas para abrirse a los textos sagrados que serán leídos el domingo siguiente.
Además de buscar maneras para vivir mejor la Eucaristía, también es hermoso recordar el aniversario del bautismo de cada miembro de la familia. Si celebramos el nacimiento, ¿por qué no celebrar también el día en que empezamos a ser hijos de Dios y miembros de la Iglesia? Algo parecido podría hacerse con la confirmación, un sacramento que debemos valorar en toda su riqueza y que debemos tener muy presente en un mundo hostil al Evangelio.
En cuanto al matrimonio, el aniversario de bodas suele ser recordado por muchas familias católicas, incluso con la ayuda de algún día de retiro espiritual. En ese día, los esposos pueden renovar sus promesas matrimoniales, o hacer un momento de oración familiar con los hijos, quizá con la lectura en común de algún texto bíblico (por ejemplo, Tb 8,5-10, o Ef 5,21-33).
Un sacramento que merece ser vivido por todos los miembros de la familia es el de la Reconciliación (la confesión). Los niños quedan muy impresionados cuando ven a sus padres pedir perdón, de rodillas, en un confesionario. No es correcto, desde luego, recurrir a presiones para que se confiesen. Pero sí es hermoso enseñarles lo que es el pecado, lo grande que es la misericordia divina, y cómo la Iglesia pide que nos confesemos con frecuencia.
Un ámbito de la oración familiar se construye con la ayuda de imágenes de devoción. No basta con colocar aquí o allá un crucifijo, una imagen de la Virgen o el dibujo de algún santo. La imagen tiene sentido sólo si evoca y eleva los corazones a la oración y a la confianza en un Dios que está muy presente en la historia humana.
En algunos hogares existe un cuartito en el que se encuentra una especie de “altar de la familia”, donde todos se reúnen algún momento del día para rezar juntos, o donde cada uno puede dedicar un rato durante el día para meditar el Evangelio y dialogar de modo personal con Cristo. La tradición es hermosa, pues así es posible tener un lugar concreto donde todo ayuda a pensar en el Dios que tanto nos ama.
Existen otros modos para fomentar la oración en familia que se refieren a los tiempos litúrgicos. Por ejemplo, preparar un Belén en casa y tener ante el mismo momentos de oración y de cantos; ayudarse de la “Corona de Adviento” o de otras iniciativas parecidas para prepararse a la Navidad; dar un especial relieve a la Cuaresma como tiempo de oración, limosna y sacrificio; participar intensamente en la Semana Santa, de forma que permita a todos unirse íntimamente a Cristo; descubrir en familia el sentido gozoso de la Pascua y de Pentecostés, que ayude a participar del triunfo de Cristo y a descubrir la presencia del Espíritu Santo en lo más íntimo del corazón cristiano...

martes, 28 de agosto de 2012

Parroquia Nuestra Señora de la Esperanza prepara segunda Feria Bíblica.


 

Con mucho entusiasmo, los fieles de la Parroquia Nuestra Señora de la Esperanza se preparan para celebrar la segunda feria de exposición bíblica, dedicada en este año a las cartas de san Pablo.
Los preparativos vienen desde el mes de mayo, ya que, a cada movimiento apostólico se le asignó una carta, elegida según su contenido, y los movimientos vienen estudiándola y meditándola, con el fin de recrearla en un espacio destinado para ellos en el salón parroquial. Allí será la gran fiesta del conocimiento, donde a partir del 3 de septiembre los fieles tendrán la oportunidad de conocer más a fondo el contenido doctrinal y el contexto histórico de estas cartas. Se nota la dedicación de los fieles, que desde ya preparan casetas, torres y otros escenarios propios de las cartas correspondientes.
Se recuerda que la feria fue iniciada el año pasado, impulsada por el párroco Santos Miguel Monción, la cual fue dedicada a los profetas y fue tal el éxito que hubo que extenderla para que los fieles, centros educativos, instituciones y el pueblo en general pudieran asistir. Es por esta experiencia que la feria se extiende un mes completo, es decir, todo el mes de septiembre, contando además, con conferencias, paneles, películas y celebraciones todas en orden al contenido de las cartas.

A continuación el programa de actividades:





Programa de actividades


Domingo 2: Montaje y decoración.

Lunes 3:
9:00 am: Inauguración de la feria Bíblica.
2 a 4:00 pm: Exposición abierta.

Miércoles 5:
9 a 11:00 am: Exposición abierta.

2 a 4:00 pm: Exposición abierta.

Jueves 6:
7:30 pm: Conferencia: Los salmos y San Pablo. Impartida por la hermana Ángela Cabrera, Directora Nacional de la Escuela de Teología Pastoral para Laicos.

Viernes 7:
9 a 11:00 am: Exposición abierta.
2 a 4:00 pm: Exposición abierta.

Domingo 9:
10:00 am Colorear a san Pablo (Para niños)

Lunes 10:
9:00 am: Exposición abierta.
2 a 4:00 pm: Exposición abierta.

Martes11:
7:30 pm: Conferencia sobre la Justificación. Impartida por el Rev. P. Felipe Confesor  Polanco Santiago.

Miércoles 15:
9 a 11:00 am: Exposición abierta.
2 a 4:00 pm: Exposición abierta.

Viernes 14:
9 a 11:00 am: Exposición abierta.


2 a 4:00 pm: Exposición abierta.

Lunes 17:
9 a 11 am: Exposición abierta.
2 a 4:00 pm: Exposición abierta.

Miércoles 19:
9 a 11:00 am: Exposición abierta.
2 a 4:00 pm: Exposición abierta.

Jueves 20:
7:00 pm: Oramos con san Pablo en el templo parroquial.

Viernes 21:
9 a 11:00 am: Exposición abierta.
7:00: Panel sobre las cartas de San Pablo (Movimientos apostólicos)



Lunes 24:
9 a 11:00 am: Exposición abierta.
2 a 4:00 pm: Exposición abierta.

Miércoles 26:
9 a 11:00 am: Exposición abierta.
2 a 4:00 pm: Exposición abierta.

Viernes 28:
9 a 11:00 am: Exposición abierta.
7:00 pm: Película sobre la vida de san  Pablo.

Domingo 30:
4:30 pm: 2da. Caminata Bíblica interparroquial saliendo desde la rotonda de la Zona parroquia Cristo Rey hasta la Parroquia Nuestra Señora de la Esperanza.

Lo más importante


Durante el segundo semestre en una escuela de enfermería, un profesor hizo a sus alumnos un examen sorpresa. La última pregunta de la prueba era: «¿Cuál es el nombre de la mujer que limpia la escuela?»
Los alumnos pensaron que seguramente era una broma. Habían visto muchas veces a la mujer que limpiaba la escuela. Era alta, de cabello oscuro, como de cincuenta años, pero ¿cómo iban a saber su nombre? Al entregar el examen, dejaron la última pregunta en blanco. Antes de que terminara la clase, alguien le preguntó al profesor si esa pregunta contaría para la nota del examen.
«Absolutamente» --dijo el profesor--. «En sus carreras ustedes conocerán muchas personas. Todas son importantes y merecen su atención, aunque solamente les sonrían y les digan: “¡Hola!”, llamándolas por su nombre».
Nunca olvidaron esa lección. Todos aprendieron enseguida que su nombre era Dora.

....Y usted, ¿sabe el nombre de las personas que le sirven?

lunes, 27 de agosto de 2012

Primera parte del Tema Cultivar la fe en familia


Cada familia cristiana es una “comunidad de vida y de amor” que recibe la misión “de custodiar, revelar y comunicar el amor, como reflejo vivo y participación real del amor de Dios por la humanidad y del amor de Cristo Señor por la Iglesia su esposa” (Juan Pablo II, “Familiaris Consortio” n. 17). Es una comunidad que busca vivir según el Evangelio, que vibra con la Iglesia, que reza, que ama.
Para vivir el amor hace falta fundarlo todo en la experiencia de Cristo, en la vida de la Iglesia, en la fe y la esperanza que nos sostienen como católicos.
En estas líneas queremos reflexionar especialmente sobre la responsabilidad que tienen los padres en el cultivo de la fe en la propia familia. No sólo respecto de los hijos, sino como pareja, pueden ayudarse cada día a conocer, vivir y transmitir la fe que madura en el amor y lleva a la esperanza.
Los hijos también, conforme crecen, se convierten en protagonistas: pueden ayudar y motivar a los padres y a los hermanos para ser cada día más fieles a sus compromisos bautismales.
Entre los muchos caminos que existen para cultivar la fe en familia, nos fijamos ahora en tres: la oración en familia, el estudio de la doctrina católica, y la vida según las enseñanzas de Cristo.
Muchas de las ideas que siguen son simplemente sugerencias o pistas de trabajo. La actitud de fondo que debe acompañarlas, el amor verdaderamente cristiano, da el sentido adecuado a cada una de las acciones que se lleven a la práctica. Un gesto realizado sin profundidad puede secar el alma, puede perder su eficacia. Es posible, sin embargo, iniciar algunos actos sin comprenderlos del todo, pero con el deseo de que nos conduzcan a una actitud profundamente evangélica, a un modo de pensar y de vivir que corresponda plenamente con lo propio de nuestra vocación cristiana.

viernes, 24 de agosto de 2012

El hombre puede y debe alcanzar la santidad


Para que el hombre alcance su plenitud, la santidad, debe realizar obras buenas, eligiendo libremente unirse a la voluntad de Dios.
 El Concilio Vaticano II ha recordado que todos los hombres, sin excepción, están llamados a adquirir la santidad.
En efecto, Dios creó al hombre para que alcanzara su plenitud y su felicidad. Esta plenitud sólo puede alcanzarla el hombre poseyendo el bien sumo, que es el mismo Dios.
Dios es la misma bondad; por eso Dios es santo. En Él no hay nada sucio ni torcido, ni falso. En El no hay nada de mal. Por eso, el hombre alcanzará su plenitud haciéndose santo.
El camino para que el hombre alcance su plenitud, la santidad, es realizar obras buenas. Lo más importante para el hombre es, como decía Calderón de la Barca: «obrar bien, que Dios es Dios». (Gran teatro del mundo).
Obrar bien significa tener una conducta buena, unas costumbres buenas. No bastará con que obre bien alguna vez, sino habitualmente. A esa conducta se le llama moralmente buena. Por eso la Moral es el estudio de las costumbres humanas.
El hombre es un ser espiritual y material. Vive en el mundo material, del que forma parte, pero es superior a él por su espíritu. La espiritualidad se manifiesta en que es inteligente y libre. Esa libertad no es absoluta, pues entonces sería omnipotente, pero hace que el hombre pueda elegir, y ahí radica la moralidad de las acciones humanas: el hombre puede elegir bien o mal.
Dios al crearlo le impuso un mandato para que ejerciese su libertad. La ejercitaría bien, si lo cumplía, pues habría elegido lo bueno: lo que Dios quiere.
La posibilidad de pecar es un riesgo, pero no quita la grandeza del hombre, que es capaz de amar, de elegir el bien libremente, de unirse a la voluntad de Dios. Dios ha querido que el hombre pueda ser su amigo; «El hombre es la única criatura en la tierra que Dios ha amado por sí misma» (GS, 24), y San Pablo indica esta grandeza de la bondad divina: «Él nos eligió en Cristo, antes de crear el mundo, para que seamos santos ;e irreprochables por el amor» (Ef. 1, 4).

A la búsqueda de un ideal

Cada persona lleva dentro una imagen ideal de sí mismo, que le dice cómo debe ser. la realidad de cada día, sin embargo, es bien distinta: aparecen los fallos y las limitaciones. Entonces surge un sentimiento de vergüenza y de molestia por lo que uno "es, frente a lo que querría o debería ser. El hombre vive así en una lucha interior. Se encuentra dividido: -El bien que quiero hacer no lo hago; el mal que no quiero hacer, eso es lo que hago- (Rom. 7, 19).
¿En qué consiste la dignidad de la persona humana? En poseer una vida superior a los demás seres creados. El hombre puede conocer y amar, porque es inteligente y libre. Al afirmar la espiritualidad y la inmortalidad del alma alcanza la verdad más profunda de su ser (cf. GS, 14).

- Todo hombre está llamado a la santidad.
- La santidad es la plenitud y felicidad del hombre.
- El hombre, para alcanzar su plenitud, ha de obrar bien.
- El hombre posee una vida superior a la de los demás seres creados.
- El hombre puede conocer y amar.
- El hombre es un ser moral: por ser libre, es capaz de elegir entre el bien y el mal.

Oración al Sagrado Corazón de Jesús

Oración al Sagrado Corazón de Jesús para una grave necesidad (rezar por tres días). Oh Divino Jesús que dijiste: «Pedid y recibiréis; b...