martes, 27 de noviembre de 2012

Bueno... malo... ¿Quién sabe?


Había una vez un hombre que vivía con su hijo en una pequeña aldea en las montañas. Su único medio de subsistencia era el caballo que poseían, el cual alquilaban a los campesinos para roturar las tierras.
Todos los días, el hijo llevaba al caballo a las montañas para pastar. Un día, volvió sin el caballo y le dijo a su padre que lo había perdido. Esto significaba la ruina para los dos. Al enterarse de la noticia, los vecinos acudieron a su padre, y le dijeron: «Vecino, ¡qué mala suerte!» El hombre respondió: «Buena suerte, mala suerte, ¡quién sabe!».
Al cabo de unos días, el caballo regresó de la montaña, trayendo consigo muchos caballos salvajes que se le habían unido. Era una verdadera fortuna. Los vecinos, maravilla­dos, felicitaron al hombre: «Vecino, ¡qué buena suerte!». Sin inmutarse, les respondió: «Buena suerte, mala suerte, ¡quién sabe!»
Un día que el hijo intentaba domar a los caballos, uno le arrojó al suelo, partiéndose una pierna al caer. «¡Qué mala suerte, vecino!», le dijeron a su padre. «Buena suerte, mala suerte, ¡quién sabe!», volvió a ser su respuesta.
Una mañana aparecieron unos soldados en la aldea, reclutan­do a los hombres jóvenes para una guerra que había en el país. Se llevaron a todos los muchachos, excepto a su hijo, incapacita­do por su pierna rota. Vinieron otra vez los aldeanos, diciendo: «Vecino, ¡qué buena suerte!». «Buena suerte, mala suerte, ¡quién sabe!», contestó.
Dicen que esta historia continúa, siempre de la misma manera, y que nunca tendrá un final.

lunes, 26 de noviembre de 2012

Segunda Parte del Tema ¿Por qué confesarse?


Algunas razones por las que tenemos que confesarnos

1. Porque Jesús dio a los Apóstoles el poder de perdonar los pecados. Esto es un dato y es la razón definitiva: la más importante. En efecto, recién resucitado, es lo primero que hace: "Reciban el Espíritu Santo. A los que les perdonen los pecados, les quedarán perdonados, a los que no se los perdonen, les quedarán sin perdonar " (Jn 20,22-23). Los únicos que han recibido este poder son los Apóstoles y sus sucesores. Les dio este poder precisamente para que nos perdonen los pecados a vos y a mí. Por tanto, cuando quieres que Dios te borre los pecados, sabes a quien acudir, sabes quienes han recibido de Dios ese poder.

Es interesante notar que Jesús vinculó la confesión con la resurrección (su victoria sobre la muerte y el pecado), con el Espíritu Santo (necesario para actuar con poder) y con los apóstoles (los primeros sacerdotes): el Espíritu Santo actúa a través de los Apóstoles para realizar en las almas la victoria de Cristo sobre el pecado y sobre la muerte.

2. Porque la Sagrada Escritura lo manda explícitamente: "Confiesen mutuamente sus pecados" (Sant 5,16). Esto es consecuencia de la razón anterior: te darás cuenta que perdonar o retener presupone conocer los pecados y disposiciones del penitente. Las condiciones del perdón las pone el ofendido, no el ofensor. Es Dios quién perdona y tiene poder para establecer los medios para otorgar ese perdón. De manera que no soy yo quien decide cómo conseguir el perdón, sino Dios el que decidió (hace dos mil años de esto…) a quién tengo que acudir y qué tengo que hacer para que me perdone. Entonces nos confesamos con un sacerdote por obediencia a Cristo.

3. Porque en la confesión te encuentras con Cristo. Esto debido a que es uno de los siete Sacramentos instituidos por El mismo para darnos la gracia. Te confiesas con Jesús, el sacerdote no es más que su representante. De hecho, la formula de la absolución dice: "Yo te absuelvo de tus pecados" ¿Quien es ese «yo»? No es el Padre Fulano -quien no tiene nada que perdonarte porque no le has hecho nada-, sino Cristo. El sacerdote actúa en nombre y en la persona de Cristo. Como sucede en la Misa cuando el sacerdote para consagrar el pan dice "Esto es mi cuerpo", y ese pan se convierte en el cuerpo de Cristo (ese «mi» lo dice Cristo), cuando te confiesas, el que está ahí escuchándote, es Jesús. El sacerdote, no hace más que «prestarle» al Señor sus oídos, su voz y sus gestos.

4. Porque en la confesión te reconcilias con la Iglesia. Resulta que el pecado no sólo ofende a Dios, sino también a la comunidad de la Iglesia: tiene una dimensión vertical (ofensa a Dios) y otra horizontal (ofensa a los hermanos). La reconciliación para ser completa debe alcanzar esas dos dimensiones. Precisamente el sacerdote está ahí también en representación de la Iglesia, con quien también te reconcilias por su intermedio. El aspecto comunitario del perdón exige la presencia del sacerdote, sin él la reconciliación no sería «completa».

5. El perdón es algo que «se recibe». Yo no soy el artífice del perdón de mis pecados: es Dios quien los perdona. Como todo sacramento hay que recibirlo del ministro que lo administra válidamente. A nadie se le ocurriría decir que se bautiza sólo ante Dios… sino que acude a la iglesia a recibir el Bautismo. A nadie se le ocurre decir que consagra el pan en su casa y se da de comulgar a sí mismo… Cuando se trata de sacramentos, hay que recibirlos de quien corresponde: quien los puede administrar válidamente.

6. Necesitamos vivir en estado de gracia. Sabemos que el pecado mortal destruye la vida de la gracia. Y la recuperamos en la confesión. Y tenemos que recuperarla rápido, básicamente por tres motivos:

a) porque nos podemos morir… y no creo que queramos morir en estado de pecado mortal… y acabar en el infierno.

b) porque cuando estamos en estado de pecado ninguna obra buena que hacemos es meritoria cara a la vida eterna. Esto se debe a que el principio del mérito es la gracia: hacer obras buenas en pecado mortal, es como hacer goles en “off-side”: no valen, carecen de valor sobrenatural. Este aspecto hace relativamente urgente el recuperar la gracia: si no queremos que nuestra vida esté vacía de mérito y que lo bueno que hacemos sea inútil.

c) porque necesitamos comulgar: Jesús nos dice que quien lo come tiene vida eterna y quien no lo come, no la tiene. Pero, no te olvides que para comulgar dignamente, debemos estar libres de pecado mortal. La advertencia de San Pablo es para temblar: "quien coma el pan o beba el cáliz indignamente, será reo del cuerpo y sangre del Señor. (…) Quien come y bebe sin discernir el cuerpo, come y bebe su propia condenación" (1 Cor 11,27-28). Comulgar en pecado mortal es un terrible sacrilegio: equivale a profanar la Sagrada Eucaristía, a Cristo mismo.

7. Necesitamos dejar el mal que hemos hecho.El reconocimiento de nuestros errores es el primer paso de la conversión. Sólo quien reconoce que obró mal y pide perdón, puede cambiar.

8. La confesión es vital en la luchar para mejorar. Es un hecho que habitualmente una persona después de confesarse se esfuerza por mejorar y no cometer pecados. A medida que pasa el tiempo, va aflojando… se «acostumbra» a las cosas que hace mal, o que no hace, y lucha menos por crecer. Una persona en estado de gracia -esta es una experiencia universal- evita el pecado. La misma persona en pecado mortal tiende a pecar más fácilmente.

lunes, 19 de noviembre de 2012

Primera Parte del Tema ¿Por qué confesarse?


Un hecho innegable: la necesidad del perdón de mis pecados
 
Todos tenemos muchas cosas buenas…, pero al mismo tiempo, la presencia del mal en nuestra vida es un hecho: somos limitados, tenemos una cierta inclinación al mal y defectos; y como consecuencia de esto nos equivocamos, cometemos errores y pecados. Esto es evidente y Dios lo sabe. De nuestra parte, tonto sería negarlo. En realidad… sería peor que tonto… San Juan dice que "si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos y la verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, fiel y justo es El para perdonar nuestros pecados y purificarnos de toda injusticia. Si decimos que no hemos pecado, le hacemos mentiroso y su palabra no está en nosotros" (1 Jn 1,9-10).
 
De aquí que una de las cuestiones más importantes de nuestra vida sea ¿cómo conseguir "deshacernos" de lo malo que hay en nosotros? ¿de las cosas malas que hemos hecho o de las que hemos hecho mal? Esta es una de las principales tareas que tenemos entre manos: purificar nuestra vida de lo que no es bueno, sacar lo que está podrido, limpiar lo que está sucio, etc.: librarnos de todo lo que no queremos de nuestro pasado. ¿Pero cómo hacerlo?
 
No se puede volver al pasado, para vivirlo de manera diferente… Sólo Dios puede renovar nuestra vida con su perdón. Y El quiere hacerlo… hasta el punto que el perdón de los pecados ocupa un lugar muy importante en nuestras relaciones con Dios.
 
Como respetó nuestra libertad, el único requisito que exige es que nosotros queramos ser perdonados: es decir, rechacemos el pecado cometido (esto es el arrepentimiento) y queramos no volver a cometerlo. ¿Cómo nos pide que mostremos nuestra buena voluntad? A través de un gran regalo que Dios nos ha hecho.
 
En su misericordia infinita nos dio un instrumento que no falla en reparar todo lo malo que podamos haber hecho. Se trata del sacramento de la penitencia. Sacramento al que un gran santo llamaba el sacramento de la alegría, porque en él se revive la parábola del hijo prodigo, y termina en una gran fiesta en los corazones de quienes lo reciben.
 
Así nuestra vida se va renovando, siempre para mejor, ya que Dios es un Padre bueno, siempre dispuesto a perdonarnos, sin guardar rencores, sin enojos, etc. Premia lo bueno y valioso que hay en nosotros; lo malo y ofensivo, lo perdona. Es uno de los más grandes motivos de optimismo y alegría: en nuestra vida todo tiene arreglo, incluso las peores cosas pueden terminar bien (como la del hijo pródigo) porque Dios tiene la última palabra: y esa palabra es de amor misericordioso.
 
La confesión no es algo meramente humano: es un misterio sobrenatural: consiste en un encuentro personal con la misericordia de Dios en la persona de un sacerdote .
 
Dejando de lado otros aspectos, aquí vamos sencillamente a mostrar que confesarse es razonable, que no es un invento absurdo y que incluso humanamente tiene muchísimos beneficios. Te recomiendo pensar los argumentos… pero más allá de lo que la razón nos pueda decir, acudí a Dios pidiéndole su gracia: eso es lo más importante, ya que en la confesión no se realiza un diálogo humano, sino un diálogo divino: nos introduce dentro del misterio de la misericordia de Dios.

miércoles, 14 de noviembre de 2012

10 Lecciones que aprendemos de nuestros hijos


Los hijos nos abren un nuevo mundo y nos damos cuenta que no sólo enseñamos, sino que tenemos mucho que aprender de ellos también.
Antes de que los hijos nazcan, los padres se ven a sí mismos como unos profesores de por vida. Le enseñarán al hijo a andar en bicicleta, a leer lo que leían de chicos, a ser generosos y honestos. ..
Lo que no se imaginan es lo mucho que los niños enseñarán a sus padres, al enfrentarlos a cientos de situaciones nuevas con las que aprenderán sobre su ser más profundo, su relación con los demás y el mundo en general.
Si bien la primera lección que los niños dan es demostrar la fuerza del instinto paternal, también enseñan otras leyes de la vida:
1. El amor es infinito.
"Cuando tuve mi primera hija estaba tan feliz, que sentía que no podía quererla más. Pero, con cada nueva cosa que iba haciendo y que la hacía ser más persona, la quería más. Cuando iba a tener a mi segundo hijo, aunque estaba feliz, tenía un poco de susto porque pensaba que no lo iba a querer tanto como al primero. iQué equivocada estaba! Ahora tengo cuatro y todos son mi adoración ", cuenta Patricia Espinoza, 34 años.
Pareciera ser que, de alguna manera, cada nuevo hijo crea su propio espacio en nuestro corazón y nos damos cuenta de que tenemos cada vez más amor que darles porque es infinito.
2. No controlamos todo.
"Lo único que yo quería era tener mi hija con parto natural. Pero la niña venía enredada en el cordón y tuve una cesárea de emergencia. Desde ese día supe que con un hijo, muchas cosas ya no dependían de mí", dice Claudia Cerda, 32 años.
"Teníamos ese viaje pensado hace tiempo. Era la primera vez que dejábamos a la niña, pero ya tenía siete meses. Creíamos que, después de tantas noches sin dormir; las papas y todo, merecíamos un descanso. La mañana del día en que nos íbamos, amaneció con 39 o de fiebre. Adiós viaje. Con los niños es demasiado real el dicho "uno propone y Dios dispone", cuenta Carolina Murillo, 4 hijos.
Los niños, desde un comienzo, nos enseñan a esperar la inesperado, sobre todo cuando se trata de planear nuestra vida. El secreto es ser flexibles con nuestros planes. Mientras antes aprendamos a ser flexibles ya tener en cuenta todas las circunstancias que pueden cambiar, nos sabremos tomar la vida mejor. El humor es un buen remedio. Saber reírse y decir "para otra vez será", ayuda a evitar las frustraciones.
3. Todos tenemos nuestro lado oculto.
"Mi hija tenía cólicos y no paraba de llorar: Era desesperante. Nunca pensé que iba a sentir una rabia tan grande. Pero también aprendí que uno puede sentir algo negativo y, apenas descansa, uno se olvida. Para ser mamá se necesita mucho autocontrol", confiesa María Paz Arellano, 33 años.
"Jamás me imaginé que tuviera poca paciencia. Pero después de una tarde entera oyendo a mis hijos pelear; no aguanto más y me dan ganas de irme y no volver: Pero a los tres minutos, ya me he recuperado porque, a pesar de todo, son ¡adorables!", cuenta Carolina.
Los niños nos exponen a situaciones nuevas que nos hacen reaccionar de una manera que uno jamás pensó: rabia, impaciencia, frustración. Afortunadamente, aprendemos también que uno puede experimentar un sentimiento, sin actuar de acuerdo a él. El autocontrol es una importante lección que se tiene que desarrollar rápidamente desde que el hijo nace.
4. Nuestros propios intereses pasan a segundo plano.
"Desde que tengo niños, ya no me acuerdo ni de lo que era ir al baño, sin tener a alguien necesitándome al otro lado de la puerta. Y la cosa es peor cuando uno se siente mal…", asegura María Paz Arellano, 4 niños ( el mayor tiene 5)
"Antes de tener nuestra primera hija, éramos súper desordenados. Almorzábamos cualquier cosa y nos acostábamos súper tarde los fines de semana. Con la guagua no nos quedó otra que ordenarnos ", agrega Isabel Bravo, 29 años.
Con los niños, los padres aprenden a postergarse. ElloS exigen todo nuestro tiempo y dedicación. Se asumen responsabilidades y exigencias. Nuestra prioridad cambia: ahora son ellos lo más importante en la vida.
5. Los niños no son clones, son individuos distintos a nosotros.
"Hay veces que la miro y pienso: esa niñita no es hija mía. Es que es súper loca e hiperkinética… ¡Tan distinta a mí! Yo soy tranquilo, me gusta todo con calma… La verdad es que no sé cómo tratarla ", cuenta Francisco Olea, 2 hijos.
"Cuando chica vivía inventando cuentos y haciendo distintos personajes, pero mis hijas son todo lo contrario. Prefieren los puzzles y la memoria. Aunque sé que salieron concretas como el papá, me cuesta aceptarlo", dice Claudia C.
Hay que aprender a respetar las diferencias, personalidad y carácter de cada hijo. No podemos tratar de que nuestros hijos sean iguales a nosotros. Conocerlos tal cual son y quererlos por eso, ayudándolos a mejorar sus puntos débiles ya resaltar sus virtudes, es el deber de los padres.
6. Nadie espera que seamos perfectos.
"A veces, después de un día difícil y cansador; me doy cuenta de que estoy retando a mi hijo porque está haciendo lo que cualquier niño de 2 años hace: lloriquear porque quiere algo que no puede tener o mañosear cuando se acerca la hora de comer; Pero incluso en esos momentos en que pierdo la paciencia y me enojo de más, él me da un gran beso y un abrazo. Eso me hace sentir menos culpable y entender que él no me está pidiendo que sea perfecta, sino que lo quiera porque él me quiere igual", cuenta Isabel E.
El amor incondicional de los niños es una recompensa que nos conforta día a día. Si nos equivocamos y se nos pasó la mano con el enojo, ellos nos hacen sentir que no fue tan grave. Tenemos que tener presente que no somos perfectos y que nadie nos está exigiendo que lo seamos. Mañana trataremos de controlarnos más y seremos mejores. Ojalá pudiéramos ser así con ellos a la hora de sus errores.
7. No hay que juzgar a los demás.
"Cuando esperaba a mi primer hijo, me hice un montón de ideas de lo que iba a hacer y de lo que no iba a hacer con él, según lo que veía en los demás. No lo iba a consentir tanto como Fulanita, no le iba a dejar ver tanta TV como Zutanita, ni le iba a comprar barbies tan chica, como Menganita… De más está decir; que muy luego me di cuenta que hacía lo mismo y mucho más. Es que "otra cosa es con guitarra", como dicen por ahí", asegura Claudia.
Los niños enseñan a no juzgar a los demás según cómo son como papás. Especialmente nos hacen entender muchas actitudes de nuestros propios padres, que antes criticábamos. Dejamos así de exigirle a los demás cosas que nosotros no podemos cumplir con nuestros hijos. Esta es una importante lección que se puede aplicar en todos los ámbitos de la vida.
8. Vivir el momento.
"Cada vez que salgo con los niños, no puedo creer lo poco que me cundió. Si tenía que hacer cinco cosas, apenas alcancé a terminar dos. Para qué decir cuando uno trata de hacer alguna tarea en la casa, como ordenar un closet. Puede que esté toda la tarde y sólo alcance a ordenar tres repisas ", comenta Patricia.
"Cuando salgo con los niños, miro las calles de otra manera. Es que a su ritmo, se ven flores, pájaros, grúas y todo tipo de cosas que, si voy sola y apurada ni me doy cuenta que existen ", opina Claudia.
Los niños, especialmente de chicos, son los reyes en mostrarnos el valor de tomarse las cosas con calma. Si vamos a pasar la tarde con ellos, hay que guardar el estrés y la ansiedad, y saber que, para que todos lo pasemos bien, no queda otra que ir al ritmo de ellos.
9. No se termina de aprender.
"Una de las grandes sorpresas que he tenido siendo mamá es la cantidad de cambios que un niño puede sufrir en tan poco tiempo. De ser una niñita adorable, pasó a tener unas pataletas feroces cuando cumplió dos años. Después sacó una personalidad loca y ahora está tímida. Creo que cada nueva etapa es como empezar todo de nuevo ", asegura María Paz.
Patricia agrega: "¡Y eso ocurre con cada hijo porque cada uno es distinto!".
Con los niños nunca se deja de aprender. Cada etapa es distinta y cada hijo es diferente, por lo que tenemos que ser de una manera o de otra con cada uno. Esto nos plantea un desafío enorme como padres, pero también nos da una inmensa recompensa: el cariño de los hijos.
10. Los niños nos despiertan virtudes olvidadas.
En lo que todos los padres consultados están de acuerdo es en la cantidad de virtudes que nos muestran los niños y que nos hacen cuestionamos sobre nosotros mismos.
"Lo poco rencorosos, lo espontáneos, la alegría, la espiritualidad, la sencillez, la sensibilidad con los más débiles o los pobres, es maravilloso. En cierto sentido, te despiertan al mundo", coinciden.
Los hijos nos hacen conocemos mejor, sacar facetas de nuestra personalidad que nunca creímos tener y nos motivan a ser mejores personas.

martes, 13 de noviembre de 2012

Tu valor no cambia


Un orador inició su seminario mostrando al auditorio un billete de 20 euros. Dirigiéndose a los espectadores, preguntó:
--¿Quién quiere este billete?
Muchas manos se levantaron. Luego dijo:
--Se lo voy a dar a alguno de ustedes, pero primero permítanme hacerle esto... 
Cogiéndolo con ambas manos, lo convirtió en una bola, dejándolo todo arrugado. Entonces volvió a preguntar:
--¿Quién lo quiere todavía? --las manos volvieron a subir--. Bien, ¿y si le hago esto...? --lo dejó caer al suelo y lo pisoteó. Lo recogió y volvió mostrarlo al auditorio--. Y así, todo arrugado y sucio... ¿todavía lo quieren?
Las manos se mantuvieron arriba.
--Amigos, han aprendido una lección muy valiosa: no importa todo lo que le haya hecho al billete, ustedes de cualquier manera lo quieren porque su valor no ha disminuido. Sigue valiendo los mismos 20 euros.
»Muchas veces en nuestras vidas caemos, nos arrugamos, o nos revolcamos en la tierra por las decisiones que tomamos y por las circunstancias que nos rodean. Llegamos a sentir que no valemos nada. Pero no importa lo que hayamos pasado o cuanto pueda ocurrirnos, nunca perdemos el valor que tenemos ante los ojos de Dios. Sucios o limpios, abatidos o victoriosos, para Él somos igualmente valiosos.

lunes, 12 de noviembre de 2012

Jesús anuncia el perdón y la salvación


Todo el que se acerca arrepentido a Cristo, y con deseos de volver a empezar, es acogido y perdonado
JESÚS LLAMA A LA CONVERSIÓN PARA SACAR AL HOMBRE DEL PECADO
San Mateo, en el Sermón del Monte, recoge toda una serie de llamadas de Jesús a la nueva conducta, que será el fruto de la conversión. Pero lo primero que deja claro el Señor es que no ha venido a suprimir la Ley o los profetas, sino a darles cumplimiento.«Os aseguro que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la Ley. El que se salte uno solo de los preceptos menos importantes, y se lo enseñe así a los hombres, será el menos importante en el Reino de los Cielos. Pero quien los cumpla y enseñe, será grande en el Reino de los Cielos» (5, 18-19)
Por tanto, la conversión personal que pide Jesús, exige la disposición de cumplir los MANDAMIENTOS. Jesús hace referencia a algunos de los preceptos contenidos en la ley que podían haber sido tergiversados por los escribas y fariseos. Así, explicando el quinto precepto, dirá que no basta con no matar, sino que es pecado pelearse con el hermano, llamarle imbécil o renegado (cfr. 5, 21-22)
Aclara Jesús también, que no sólo el que comete adulterio, sino el que mira a una mujer casada deseándola, ya ha sido adúltero en su interior. Y asimismo rechaza el divorcio y deja claro que el que se casa con una divorciada, comete adulterio (cfr. 5, 27-28; 31-32; 19, 1-12; Mc. 10, 1-12)
También predica claramente el Señor que no sólo se ha de evitar el pecado, sino la ocasión de pecado (cfr. 5, 29-30) y el escándalo (cfr. 18, 6-10)
Censura Jesús la llamada ley del talión, que inducía a la venganza y a tomarse la justicia por la propia mano (cfr. 5, 38ss)
Rechaza de plano Jesucristo la conducta llena de vanagloria del que hace cosas buenas, como dar limosna, para ser visto de los hombres (cfr. 6, 2-4). Un pecado fustigado duramente por Jesús es la avaricia y toda forma de preocupación excesiva por el futuro (cfr. 6, 10-34)
En la predicación del Señor hay constantes llamadas a cumplir los deberes para con el prójimo. Esos deberes comienzan por no juzgarle (cfr. 7, 1-5) y continúan por respetar su fama, su hacienda, etcétera. También deja claro Jesús que no sólo son pecado los actos externos, sino lo que sale del corazón, si es malo, porque también mancha al hombre:
«Porque del corazón salen los designios perversos, los homicidios, adulterios, inmoralidades, robos, testimonios falsos, calumnias» (15, 19)
Otro de los pecados duramente denunciado por Jesús es cualquier tipo de soberbia u orgullo, el afán de sobresalir o de imponerse a los demás, el considerarse mejor que otros, etc. (cfr. 18, 1-5; 20. 20-27; Lc. 18, 9-14)
Quizá el tono más fuerte de condena del pecado lo tienen las palabras de Jesús con las que recrimina la hipocresía de los escribas y fariseos (cfr. 23, 1-33) Es natural que sea así porque ellos se presentaban y eran tenidos por los maestros de la Ley.
Esta enumeración no es completa, pero da una idea suficiente de lo que aquí se ha de resaltar: JESUS PREDICA LA CONVERSION PARA SACAR AL HOMBRE DE LA SITUACION DE PECADO EN QUE SE ENCUENTRA. Esta situación procede del pecado de origen, cometido por nuestros primeros padres en el paraíso y a él se añaden los pecados personales de los hombres, que a pesar de tener la ley moral inscrita en sus corazones o, en el caso de Israel, tenerla promulgada por el mismo Dios, sin embargo, hacen el mal, en uso de la libertad moral que les dio el Creador.
JESÚS ANUNCIA EL PERDÓN Y LA SALVACIÓN
Como hemos visto, Jesucristo en su predicación denunció muchas veces los pecados de los hombres. Su mensaje no acepta ninguna componenda con el pecado, porque el pecado es ofensa y falta de amor a Dios. Por ello echa en cara los pecados a los fariseos y a los escribas; también se los recrimina a los publicanos y pecadores y a los mercaderes del templo y a Pilatos.
Nunca deja de hablar con claridad y valentía para que nadie pueda aducir en su descargo que vive en la ignorancia. Pero esa denuncia de los pecados siempre lleva consigo la promesa del perdón y de la salvación. Jesucristo es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Todo el que se acerca arrepentido a Cristo, y con deseos de volver a empezar, es acogido y perdonado.
LA CONVERSIÓN, CAMINO DE LA ALEGRÍA
La parábola del hijo pródigo expresa de manera sencilla, pero profunda la realidad de la conversión. Esta es la expresión más concreta de la obra del amor y de la presencia de la misericordia en el mundo humano. El significado verdadero y propio de la misericordia en el mundo no consiste únicamente en la mirada, aunque sea la más penetrante y compasiva, dirigida al mal moral, físico o material: la misericordia se manifiesta en su aspecto verdadero y propio, cuando revalida, promueve y extrae el bien de todas las formas de mal existentes en el mundo y en el hombre. Así entendida, constituye el contenido fundamental del mensaje mesiánico de Cristo y la fuerza constitutiva de su misión. Así entendían también y practicaban la misericordia sus discípulos y seguidores. Ella no cesó nunca de revelarse en sus corazones y en sus acciones, como una prueba singularmente creadora del amor que no se deja «vencer por el mal», sino que «vence con el bien al mal»
(Juan Pablo II, DM, 6)

El Papa Juan Pablo II nos enseña a fijarnos en los aspectos más profundos de la CONVERSIÓN
- Ante todo, la conversión de los pecadores es una obra de la misericordia divina.
- Dios no sólo se compadece del pecador, sino que saca el bien del mal.
- Y esto es lo principal que hace Jesucristo.
En efecto, Jesucristo ha traído a los pecadores, sobre todo, la Buena Noticia de que han sido perdonados, es decir, que pueden participar de nuevo del amor de Dios.
Entre los muchos ejemplos que encontramos en los evangelios, resaltan una parábola, la del hijo perdido y encontrado (hijo pródigo) y el perdón de la pecadora en casa del fariseo Simón.
a) Parábola del Hijo pródigo. San Lucas transmite esta parábola de Jesús en que se muestra maravillosamente tanto el proceso de la conversión del pecador como la actitud misericordioso de Dios.
El pecado del hijo menor que describe Jesús incluye prácticamente la transgresión de todos los mandamientos. Jesús describe su arrepentimiento, no como el más perfecto, por haber ofendido a su padre, sino porque se siente necesitado, y en su estado angustioso se da cuenta de su error. Pero decide volver a la casa paterna y pedir perdón. Y eso basta para que su padre -simbolizando en la parábola a Dios- no sólo le perdone, sino que le devuelva su dignidad anterior, e incluso se la aumente, «porque éste mi hijo estaba muerto y revivió, estaba perdido y fue hallado» (Lc. 15, 24) poniéndole el anillo de la reconciliación en una gran fiesta.
Ya en otras parábolas dice que: «Habrá en el cielo mayor gozo por un solo pecador que se arrepienta que por noventa y nueve justos que no tienen necesidad de penitencia» (Lc. 15, 7)
b) Conversión de la pecadora. La enseñanza de Jesús no se reduce a las palabras, sino que también la vemos en los hechos.
Jesús es invitado a comer en casa de un fariseo, y de improviso «se presenta una mujer que era conocida como pecadora; la cual, enterándose que comía en casa del fariseo, tomó consigo un frasco de alabastro lleno de perfume, y puesta detrás junto a sus pies, llorando, comenzó con sus lágrimas a bañarle los pies, y con los cabellos de su cabeza se los enjugaba, y le besaba fuertemente los pies y se los ungía con el perfume» (Lc. 7, 37-39) Sin necesidad de palabras, la mujer pide ayuda y muestra sus deseos de salir de su situación. La respuesta de Jesús ante la sorpresa de los convidados y del fariseo que le había invitado es de una gran claridad: «le son perdonados sus muchos pecados porque amó mucho. Mas a quien poco se le perdona, poco ama Tu fe te ha salvado; vete en paz» (Lc, 7, 47-50)
Además de la fe, Jesús indica el fundamento de la conversión de aquella mujer que alcanza el perdón: el amor.
Es evidente el paralelismo entre la parábola del hijo pródigo y la conversión de la mujer pecadora. Jesús, una vez rechazada la vida del pecado y comenzado el camino hacia Dios, se vuelca para inundar de luz, de esperanza y de amor al que se convierte. La consecuencia de la conversión es la ALEGRÍA. Esta alegría aparece maravillosamente expresada en las parábolas «de la misericordia»
El que encuentra la oveja perdida «se la carga sobre los hombros, muy contento; y al llegar a casa reúne a los amigos y a los vecinos para decirles: ¡Felicitadme!, he encontrado la oveja que se me había perdido. Os digo que así también habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta, que por noventa y nueve justos, que no necesitan convertirse» (Lc. 15, 5-7)
Lo mismo se dice de la mujer que encuentra la moneda perdida.
Y el padre que recupera al hijo perdido «dijo a sus criados: Sacad enseguida el mejor traje, y vestidlo; ponedle un anillo en la mano y sandalias en los pies; traed el ternero cebado y matadlo, celebremos un banquete (…)» Y añadirá, dirigiéndose al hijo mayor: «deberías alegrarte porque este hermano tuyo estaba muerto y ha resucitado, estaba perdido y lo hemos encontrado» (Lc. 15, 22-24. 32).

miércoles, 7 de noviembre de 2012

Orar con San Pablo.


Canción de avivamiento.




0.   Introducción.
San Pablo era hombre de oración, por eso recomendaba a sus seguidores: “Manténganse constantes en la oración” (Colosenses 4,2), “oren en todo momento” (1 Tesalonicenses 5,17) y “rueguen y pidan a Dios siempre, guiados por el Espíritu” (Efesios 6,18). En estos pasajes podemos ver cuánta importancia atribuía Pablo a la oración, no sólo para sí mismo, sino para todos. Para él este era uno de los mejores medios para entender los misterios de Dios, y no sólo eso, sino también los misterios que solemos afrontar en la propia vida humana.
Por ejemplo, Pablo oraba por los colosenses para que Dios les hiciera “conocer plenamente su voluntad” y les diera “toda clase de sabiduría y entendimiento espiritual” (Colosenses 1,9), es decir, deseaba sinceramente que el conocimiento y la sabiduría que se pueden recibir en la oración diaria se volcaran en el diario vivir y convertirse en una fuerza motivadora que actuara en el alma de los fieles. Es un poder que nos lleva a “vivir de una manera digna del Señor” (1,10). Para el apóstol esta era la única manera de dar fruto para Dios y recibir su fortaleza y su poder.
En esta noche de oración vamos a orar con el apóstol para que podamos tener el proceso de conversión de él y así encontrarnos con Cristo.
Canción al Espíritu
1.   Con san Pablo Pedimos perdón.
Monitor: Necesitamos pedir perdón a Dios, pues todos somos pecadores. Nadie es absolutamente sin pecado. El pecado nos quita la amistad con Dios, y, por ello, al comenzar una oración, es muy conveniente meditar sobre nuestros pecados, sobre nuestras debilidades, y, humildemente, pedir al Señor que nos cubra con Su Misericordia.
Lector 1: san Pablo nos habla de lo maravilloso que es el perdón, poniendo toda su fuerza en el perdón de los hermanos, ya que Dios nos ha perdonado en Cristo.
Lector 2: “Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo”. Efesios 4:32.
Lector 1: El amor misericordioso de Dios nos ha perdonado, es por eso que el perdón envuelve nuestra realidad humana. Esta realidad la tenemos en la casa, el sector y la parroquia. He perdonado a mi hermano? Alguien tiene quejas de mí? El apóstol nos dice que debemos amarnos y respetarnos en Cristo Jesús.
Lector 3: “Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados,
de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia; soportándoos unos a otros, y perdonándoos unos a otros si alguno tuviere queja contra otro. De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros”. Colosenses 3:12-13
Lector 1: Dios nos ha perdonado sin reserva en su Hijo. Por tanto, es el momento del perdón. Pídele perdón a esa persona que has ofendido si esta aquí en el templo o piensa en ella si no lo está. Reconcíliate interiormente o personalmente si está aquí, para que ese amor de Dios dado en Cristo, llene todo tu Ser.
Monitor: Invita a darse el doble beso del Perdón (El beso santo o beso de la paz era habitual entre los cristianos (1 Co 16.20), mientras se canta: Perdóname dame tu amor o Hasta el Aire o Amemos de Corazón)
2.   Con san Pablo alabamos a Dios.
Monitor: Luego de reconocer nuestros pecados, podemos Alabar a Dios en su Grandeza, Alabarlo, Bendecirlo y Glorificarlo por sus perfecciones divinas. En efesios 5, 19: “Anímense unos a otros con salmos, himnos y canciones espirituales. Canten y alaben al Señor con el corazón”. Escuchemos ahora este himno de alabanza de san Pablo:
Lector 1: Himno de la carta a los Efesios (Ef 1,3-10)
Lector 2: El apóstol ha unido magistralmente los dos momentos de la cercanía divina al hombre, pero no conviene olvidar que tal maravilla divina ha sido posible debido a la gracia inaudita de Dios Padre en Cristo, y que el hombre no habría podido intuir, sino Dios Padre no hubiera tomado la decisión de desvelarse en pJesús de Nazaret, Verbo de Dios. Él nos ha explicado quien es Dios para nosotros, y a la luz de sus gestos, palabras y acciones podamos contemplar nuestra dignidad en el aquí y ahora de nuestras vivencias, no exentas de tendencias ambiguas, dudas y zozobras.

Lector 3: Nuestra vida no está exentas de tendencias ambiguas, dudas y zozobras, a veces creemos que no podremos continuar. San Pablo nos dice: «Luchad conmigo» (Rom. 15,30). A pesar de las adversidades debemos alabar a Dios, para que podamos decir con Pablo: He peleado la buena batalla, he terminado la carrera, me he mantenido en la fe. Por lo demás me espera la corona de justicia que el Señor, el juez justo, me otorgará en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que con amor hayan esperado su venida” (2 Timoteo 4, 7-8)

Monitor: invita a alabar a Dios con su interior con una canción de alabanza. Luego a una alabanza más efusiva con la canción: Alabaré a mi señor. Pueden levantar los brazos, ponerse de rodillas, todo como el Espíritu inspire.

3.   Con san Pablo damos gracias a Dios
Monitor: Es significativa en las cartas de San Pablo la presencia abundante de la acción de gracias: todas las cartas excepto Gálatas y Tito comienzan con una oración de acción de gracias (1 Tes. 1,2; 2,13; 2  Tes. 1,3; Rom. 1,8; 1 Cor. 1,4; Col. 1,3; Ef. 1,16; Fil. 1, 3-4; Flm. 4;2 Tim. 1,3). Ella nos testimonia que -a pesar de las innumerables deficiencias que Pablo detecta en sus comunidades- es capaz de percibir los signos positivos de conversión, de vida cristiana, de crecimiento; y es capaz de descubrir, tras esos signos, la acción amorosa y benevolente del Padre que ha derramado su gracia desbordante en sus cristianos.
Lector 3: Pablo da gracias a Dios por la obra de la redención, por la elección y predestinación a ser hijos de Dios... La fe, el amor mutuo, la esperanza constituyen el motivo más frecuente de la gratitud de Pablo: ellas ponen al hombre en contacto con Dios, le levantan a un nivel nuevo de existencia, y Pablo da gracias por ello como el máximo beneficio otorgado por Dios. Escuchemos este cántico donde damos gracias a Dios por favores recibidos:
Lector 1: Cántico de la carta a los colosenses (1,12-20)

Lector 2: A continuación, podemos poner nuestra mirada en la multitud de razones que tenemos para dar gracias a Dios. Basta mirarnos nosotros, a nuestro alrededor, para reconocer la necesidad de dar gracias por tantos regalos recibidos de parte de este Padre que nos Ama.

Monitor: Tres personas espontáneamente que den gracias a Dios en nombre de toda la comunidad. Después de las tres personas, cantamos demos gracias a Dios.

4.   Con san Pablo recibimos la Eucaristía:

Monitor: Hermanos después de esta acción de gracias, necesitamos recibir el alimento que fortalecía a Pablo para la misión, la Eucaristía. Alimento que nos fortalece y que nos ayuda a seguir hacia adelante.

El diácono empieza el Padre Nuestro y la celebración sigue como está en el misal.

martes, 6 de noviembre de 2012

El frasco de la melancolía



Desde la muerte de su esposa, el rey de Zafiria era presa de tal melancolía que había dejado de gobernar. Solo y sin hijos que heredaran su reino, debía elegir a un sucesor entre sus súbditos.
Pero el rey melancólico no se ocupaba ni de éste ni de ningún otro asunto de palacio. Encerrado en sus aposentos reales, pasaba todo el día tendido en la cama, sin fuerzas para hacer nada.
Sus criados ya lo habían probado todo para sacarle de aquel estado. Habían llevado al palacio a los mejores bufones del reino, pero en lugar de reír el rey había llorado de pena y los artistas se habían marchado muy afligidos. Habían iniciado la construcción de un nuevo castillo, mucho más grande y moderno, pero tras el entusiasmo inicial se cansó de él antes de que estuviera terminado. Incluso le habían presentado mujeres de belleza extraordinaria para que volviera a casarse, pero las había rechazado.
El frasco de la melancolíaEl tiempo pasaba y los consejeros del rey temían que éste acabara muriendo de pena sin sucesor, lo que sumiría al país en el caos. Entonces, llegó la noticia de que en el bosque más alejado del reino vivía un sabio que tenía remedio para todo. Al enterarse, los consejeros del rey decidieron mandar a buscarlo para que curara al rey melancólico.
Una expedición partió de inmediato hacia el Bosque del Sabio, como era conocido por ser la morada de aquel hombre de inteligencia excepcional. Tras cinco días de viaje, llegaron a una selva formada por árboles tan altos y espesos que apenas dejaban pasar la luz del sol. Se extrañaron que el sabio hubiera elegido un lugar tan salvaje y hostil para vivir, pero aun así se internaron en el bosque para buscarle.
La expedición recorrió aquel lugar dando voces para encontrar al Sabio del Bosque, pero sólo respondían los pájaros que cantaban desde las altas copas de los árboles. Cuando ya estaban a punto de darse por vencidos, encontraron a un anciano vagabundo sentado sobre una roca junto a un riachuelo. Iba vestido con un saco gastado, del que salían sus delgadas piernas y brazos. El jefe de la expedición le preguntó con autoridad:
—Viejo andrajoso, ¿sabes dónde podemos encontrar al Sabio del Bosque?
—Joven atolondrado, lo tienes ante de tus ojos.
El enviado del reino desenvainó la espada, dispuesto a dar un buen susto a aquel anciano desvergonzado, pero sus compañeros le convencieron de que le siguieran la corriente al Sabio del Bosque hasta saber cuál era su remedio. Por consiguiente, se sentaron alrededor del vagabundo y le ofrecieron comida y bebida mientras le explicaban la extraña melancolía que se había apoderado de su rey. El Sabio del Bosque dijo:
—Este problema es muy fácil de solucionar. Traedme al rey aquí, que le voy a quitar la melancolía.
—Eso es imposible —dijo esperanzado el jefe de la expedición
—Nuestro señor está tan triste que ni siquiera se levanta de la cama. El anciano nunca había abandonado el bosque, pero lograron convencerlo para que les acompañara hasta el palacio. Antes de emprender el largo viaje, el Sabio del Bosque llenó un frasco de cristal con agua del riachuelo.
—Es para medir la melancolía —aclaró.
Luego se pusieron en camino. Una vez en el palacio, los criados lavaron al Sabio del Bosque e intentaron cambiarle la ropa para llevarlo ante el rey melancólico. Sin embargo, el anciano exigió que le devolvieran su viejo saco para poder obrar el milagro.
Por tanto, lavaron también esta prenda, y cuando estuvo seca, el Sabio del Bosque se presentó con esta facha ante el rey.
—Dejadnos solos —exigió a los súbditos. Cuando se cerraron las puertas, el rey preguntó desde la cama al anciano quién era y por qué le habían traído ante su real presencia.
—No hagas tantas preguntas y sal de tu lecho, que tienes mucho que hacer.
El rey estaba tan asombrado de que un viejo vagabundo le hablara de ese modo que no pudo contener un ataque de risa. Al otro lado de la puerta, los criados no daban crédito a lo que oían. Era la primera vez que oían reír al rey desde la muerte de su esposa. En los aposentos reales, el Sabio del Bosque seguía dando órdenes al rey:
—Vamos, tráeme algo de comer. Estoy muerto de hambre.
Era tal la desfachatez de aquel anciano, que el rey no se atrevió a contradecirle: pensaba que estaba loco. Se levantó de la cama y gritó desde la puerta que trajeran almuerzo para el invitado. Los criados regresaron con pan, queso, viandas, frutas y vino para el anciano.
Después cerraron las puertas. Mientras el Sabio del Bosque tomaba asiento en la enorme mesa en la que se habían dispuesto los alimentos, el rey le preguntó:
—Antes de sentarte a mi mesa, comerte mi comida y beberte mi vino, dime quién eres y por qué me hablas de ese modo. También quiero saber qué llevas en este frasco que has dejado sobre la mesa.
—Siéntate a almorzar conmigo. No me gusta comer solo. Luego te lo contaré. Admirado por la autoridad del anciano, el rey hizo lo que le pedía y comió con él.
Entre bocado y bocado, el Sabio del Bosque contaba aventuras, que hicieron las delicias de su anfitrión. Terminado un primer plato, el anciano cogió el frasco lleno de agua y dijo:
—Aquí dentro llevo tu melancolía. Fíjate ahora lo que hago. Dicho esto, destapó el frasco y vertió en el suelo la mitad del líquido. Luego declaró:
—La tristeza compartida pesa la mitad. Ahora ordena a dos criados que vengan a comer con nosotros. Pero quiero que les sirvas tú. Asombrado ante esta idea, el rey abrió la puerta de sus aposentos y ordenó a dos vigilantes que se unieran a su mesa. El rey y el anciano tomaron con gran apetito un segundo plato, mientras los recién llegados devoraban lo que les había servido su propio monarca.
Pronto los cuatro empezaron a reír y a cantar, lo cual sorprendió a los criados que se agolpaban detrás de la puerta para ver lo que pasaba. Entonces, el Sabio del Bosque destapó nuevamente el frasco de la melancolía y lo vació nuevamente hasta que sólo quedó un cuarto.
—Porque has compartido tu mesa con nosotros —dijo—, ahora llevamos tu pena entre cuatro y es mucho más ligera. Abre las puertas del castillo y convida a tantos comensales como quepan alrededor de esta mesa. Dicho y hecho: el rey ordenó abrir las puertas del castillo y, de excelente humor, ordenó que vaciaran las despensas para servir un inmenso banquete.
Pronto la sala se llenó de cientos de criados, artesanos, abuelas, labradores, niños, y se organizó una enorme fiesta que fue recordada durante muchos años. Cuando, al caer la tarde, todos los invitados se despidieron calurosamente del rey, no quedaba una sola gota de melancolía en el frasco. Antes de volver a las entrañas de su bosque, el sabio dijo:
—Ahora ya conoces el secreto de la felicidad: así como la pena se divide al compartirla, la alegría se multiplica cuanto más se reparte.

lunes, 5 de noviembre de 2012

Cardenal responde a quienes dicen que la Iglesia "está pasada de moda"


El Arzobispo de Nueva York y Presidente de la Conferencia Episcopal de Estados Unidos, Cardenal Timothy Dolan, respondió con sencillez y precisión, basado en la vida cotidiana, a quienes dicen que la Iglesia es "anacrónica" o está "pasada de moda".
En su última publicación de su blog personal en el sitio web de la Arquidiócesis de Nueva York, el Cardenal respondió a quienes afirman que "¡Esa Iglesia pasada de moda, polvorienta, fuera de lugar, atascada en el fango, simplemente tiene que seguir adelante! ¡Tiene que ponerse al día con las nuevas épocas o va a perder fieles!"
Con un claro tono de ironía, el Cardenal comenta que también unos dicen que el Papa Juan XXIII iba a iniciar algunos cambios con el Concilio Vaticano II para "poner al día" a la Iglesia, pero que el "indeciso" Pablo VI y "el polaco de mente cerrada" Juan Pablo II, y el "autoritativo Panzerkardinal" Joseph Ratzinger, ahora Benedicto XVI, "¡lo arruinaron todo con su conservadurismo!"
A continuación el Cardenal explica que el Papa Juan XXIII si reunió al Concilio para debatir la mejor forma de transmitir la fe "sin comprometer o diluir su integridad. Y, de acuerdo a las enseñanzas del mismo Concilio, es el Papa, unido a los Obispos de la Iglesia, quienes dan y proporcionan la genuina interpretación del significado del Concilio".
El Cardenal explica luego que lo que debe adecuarse a los tiempos es la forma en que se presenta la fe y que la misión de la Iglesia y sus enseñanzas no deben alterarse, sino estar en conformidad con la revelación de Dios en la Biblia, el derecho natural, las enseñanzas de Jesús y el Magisterio de la Iglesia (las enseñanzas del Papa y los obispos).
Para dejar aún más claro que las enseñanzas de la Iglesia no están "pasadas de moda", el Cardenal pone tres ejemplos concretos.
El primero tiene que ver con la convivencia antes del matrimonio y la vida sexual activa, que según la Iglesia pertenece sólo al ámbito del matrimonio. "Tal afirmación, como saben, es calificada de tonta, impráctica y represiva".
Sin embargo, prosigue, "no fue un diario católico –sino todo lo contrario– el New York Times (April 15, 2012, BW SR, 4) el que informó de las sombrías estadísticas de que ¡vivir juntos antes del matrimonio genera altas tases de infelicidad marital y divorcio!"
El segundo caso es el de una mujer que busca a su párroco para pedirle consuelo porque no puede quedar embarazada porque, le explica su médico, durante unos 15 años ha tomado la píldora anticonceptiva, un tema con el que se burlaba de la Iglesia. "Ella concluye que el respeto de la Iglesia por la integridad natural del cuerpo no está para nada ‘pasado de moda’".
El tercer caso es un hombre que se acerca al mismo Cardenal a contarle su drama: está viejo, solo y va a morirse. Dejó a su esposa e hijos hace una década, buscó dinero, prestigio, propiedades y una esposa más bonita y más joven. Hace unos años se burló del sacerdote que le advirtió de los peligros de "adorar el dinero y el placer".
"Y ahora –dice el Cardenal Dolan– el hombre se está muriendo solo, recordando las palabras de Jesús: ‘¿de qué le sirve al hombre ganar todo el mundo si al hacerlo pierde su alma?’ El hombre admite que, después de todo, la Iglesia tenía razón".
El Arzobispo señala que "la Iglesia ‘no está fuera de foco’, sino que está en medio de todo y bastante más adelante de nosotros porque tiene los ojos en lo eterno. Es una madre amorosa y sabia, fundada sobre aquel que es ‘el Camino, la Verdad y la Vida’".
"Ella, la Iglesia, no tiene que cambiar de perspectiva, sino que nosotros tenemos que cambiar de vida. Olvídense de ‘adaptarse a los nuevos tiempos’ en la fe y la moral. En vez de eso ‘¡estén al día con la eterna (la Iglesia)!’"

Oración al Sagrado Corazón de Jesús

Oración al Sagrado Corazón de Jesús para una grave necesidad (rezar por tres días). Oh Divino Jesús que dijiste: «Pedid y recibiréis; b...