miércoles, 30 de enero de 2013

Las fiestas católicas


La liturgia latina de la Iglesia católica ordena las celebraciones en diferentes rangos según su importancia en la vida de los cristianos. Entre las celebraciones encontramos las solemnidades, las fiestas, las memorias, los días semanales y las ferias.


Los cristianos celebran diferentes fiestas a lo largo del año litúrgico. No todas las fiestas tienen la misma importancia, pues hay algunas en las que celebramos los misterios centrales de nuestra fe, y otras en las que celebramos o conmemoramos a los hombres y mujeres que han seguido a Jesús a lo largo de la Historia.
La liturgia romana de la Iglesia católica organiza las fiestas que se celebran a lo largo del año en 5 rangos dependiendo de su importancia y su repercusión en la vida de los cristianos.
  • Solemnidad: es el rango más alto de las fiestas. Las solemnidades conmemoran un evento en la vida de Jesús o la Virgen María o celebran a un santo importante para la Iglesia como un todo o para una comunidad local. La misa de una solemnidad tiene lecturas propias, y el Gloria y el Credo son recitados. Fuera del Adviento, la Cuaresma o el tiempo de Pascua, si una solemnidad cae en domingo, se celebra en lugar del domingo.
  • Fiesta: es un rango secundario dentro del ciclo litúrgico, incluye eventos menores en la vida de Jesús o la Virgen María o un Apóstol (teológicamente hablando) o de santos importantes.
  • Memoria: La conmemoración de un santo de menor importancia. Muchas memorias son opcionales o sólo son celebradas en diócesis, regiones o naciones específicas.
  • Día de la semana de un tiempo litúrgico: Un día entre semana en un tiempo litúrgico “fuerte” (Adviento, Tiempo de Navidad, Cuaresma, Tiempo de Pascua), en el que no se celebra ni solemnidad ni fiesta ni memoria-
  • Feria o Día de la semana feriado: un día entre semana del Tiempo Ordinario en el que no se celebra ni solemnidad ni fiesta ni memoria.
Las solemnidades
Las solemnidades de Nuestro Señor Jesucristo que celebramos a lo largo del año son en orden temporal:
  • Epifanía (6 de enero)
  • Anunciación del Señor (25 de marzo)
  • Pascua de Resurrección
  • Ascensión del Señor (7° domingo de Pascua)
  • Pentecostés (8° y último domingo de Pascua)
  • Santísima Trinidad (domingo después de Pentecostés)
  • Corpus Christi o Del Cuerpo y la Sangre de Cristo (domingo después de la Santísima Trinidad, aunque antiguamente se celebraba el jueves anterior a dicho domingo.
  • Sagrado Corazón de Jesús (viernes después de Corpus)
  • Jesucristo, Rey del Universo (último domingo del año litúrgico)
  • Natividad del Señor (25 de diciembre)
Las solemnidades de Nuestra Señora la Virgen María
  • Santa María, Madre de Dios (1 de enero)
  • Anunciación del Señor (25 de marzo)
  • Asunción de la Virgen María (15 de agosto)
  • Inmaculada Concepción (8 de diciembre)
También debemos decir que en algunos países hay otras solemnidades de acuerdo a las advocaciones marianas que se celebren ahí. María es siempre la misma, pero está presente en muchos países en diferentes advocaciones o modos de presentarse.

miércoles, 16 de enero de 2013

Un camino en amistad con nuestros guías y hermanos


Los mandamientos de la Iglesia son aquellos preceptos dados por la Iglesia para promover el acercamiento a los sacramentos y a la vida litúrgica de todos sus hijos y así ayudarles a participar activamente en la vida de la Iglesia, a cumplir sus deberes con Cristo y beneficiarse de los dones de salvación que Él nos entregó.
Los Mandamientos de la Iglesia
Dios en su infinita misericordia nos envía a su Hijo para darnos la posibilidad de la salvación. Cristo padeció, murió y resucitó por nosotros, con ello, nos obtuvo la redención. Con el fin de continuar su obra redentora, funda la Iglesia, que es la designada por Él como guardiana de los medios de salvación.
Escogió a los apóstoles para que gobernaran la Iglesia y les transmitió sus poderes. Les dijo: “Lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo”. Mt. 19,16.
Los poderes que Cristo les transmitió a los apóstoles son:
Enseñar con autoridad la doctrina de Cristo. Por ello, siempre debemos estar atentos a lo que el Magisterio nos dice. La Iglesia nos va enseñando el camino a seguir para obtener la salvación.
Santificar por medio de los sacramentos. La Iglesia es la encargada de administrar los sacramentos, Ella es en sí misma, sacramento de salvación. Todos tenemos necesidad de la gracia para salvarnos, solos no podemos, por tanto, no podemos rechazar esta función de la Iglesia.
Gobernar mediante leyes que obligan en conciencia. Siempre debemos obedecer al Magisterio en cuestiones de fe. Por esta autoridad que le viene del mismo Jesucristo, la Iglesia puede y debe promulgar leyes que ayuden a los fieles en su camino hacia la Casa del Padre.
La Iglesia tiene un doble fin:
Un fin último que es la gloria de Dios
Un fin próximo, la salvación de los hombres.
La Iglesia, como Madre y Maestra que es, para cumplir con su misión da normas para ayudar a los cristianos a cumplir y vivir mejor los mandatos de Dios. Entre estas lyes o normas se encuentran los Mandamientos de la Iglesia. Todas las personas que pertenecen a Ella están obligadas a cumplir con ellos.
Los mandamientos de la Ley de Dios son inmutables, no pueden cambiar por estar basados en la naturaleza humana, obligan todas las personas, pues están inscritos en la conciencia.
El carácter obligatorio de las leyes positivas promulgadas por la autoridad eclesiástica tiene como fin garantizar a los fieles el mínimo indispensable en el espíritu de oración y en el esfuerzo moral.
Los mandamientos generales son:
Oír Misa entera los domingos y fiestas de guardar.
Todos tenemos la obligación de emplear parte de nuestro tiempo para consagrarlo a Dios y darle culto, esta es una ley inscrita en el corazón. Es ley natural darle culto a Dios, y la Misa es el acto fundamental del culto católico. De este modo la Iglesia concreta el tercer mandamiento de la Ley de Dios y el deber de los cristianos es cumplirlo, además de ser sobre todo un inmenso privilegio y honor.
Este mandamiento exige a los fieles participar en la celebración eucarística, el día en que se conmemora la Resurrección de Cristo y en algunas fiestas litúrgicas importantes. El no cumplirlo es pecado grave para todos aquellos que tienen uso de razón y hayan cumplido los siete años. Para cumplir este precepto hay que hacerlo el día en que está mandado, no se puede suplir. Implica una presencia real, es decir, hay que estar ahí y hay que escucharla completa.
La Misa o sacrificio eucarístico del cuerpo y la sangre de Cristo, instituido por Él para perpetuar el sacrificio de la Cruz, es nuestro más digno esfuerzo que podemos hacer para acercarnos a Dios, y más útil para conseguir el aumento de la gracia.
Confesar los pecados graves cuando menos una vez al año, en peligro de muerte y si se ha de comulgar.
Hay que acudir a este sacramento – como todos los demás, signo sensible eficaz de la gracia, instituido por Cristo y confiado a la Iglesia – para asegurar la preparación para la Eucaristía mediante su recepción que continúa la obra de conversión y perdón del Bautismo. No basta con acudir, sino que hay que cumplir con todos los requisitos que el sacramento impone. El asistir sin cumplir con los actos del penitente, se convierte en una confesión sacrílega. Esto no implica que la confesión frecuente no sea recomendable, sino todo lo contrario, para quienes quieren ir perfeccionando su vida, confesarse con frecuencia es uno de los mejores medios.
Comulgar por Pascua de Resurrección
Este mandamiento garantiza un mínimo en la recepción del Cuerpo de Cristo. Siempre hay que comulgar en estado de gracia y cumplir con el ayuno eucarístico. Se debe de recibir la comunión dentro de la Misa, los enfermos incapacitados para asistir a Misa deben de recibir el viático.
Ayunar y abstenerse de comer carne cuando lo manda la Iglesia
Esto asegura los tiempos de ascesis y de penitencia que nos preparan para las fiestas litúrgicas y contribuyen a adquirir el dominio sobre nuestros instintos y la libertad de corazón. No implica que hacer penitencia durante todo el año no sea de provecho.
La abstinencia es una práctica penitencial por la que se le ofrece a Dios el sacrificio de no tomar carne u otro alimento, recordando así y uniéndose a los dolores de Cristo por nuestros pecados. ¿Me obliga la abstinencia?
Ayudar a la Iglesia en sus necesidades
El mandamiento señala la obligación de cada uno según sus posibilidades a ayudar a la Iglesia en sus necesidades materiales, para poder continuar con su misión. Las necesidades de la Iglesia son muchas.
La Iglesia fue querida por Nuestro Señor Jesucristo, su fundador. Ella vela por el bien de los fieles, su misión es ayudar a alcanzar la salvación. Como católicos debemos sentirnos parte de Ella, amándola y defendiéndola siempre.

martes, 15 de enero de 2013

El ruiseñor


Hace miles de años vivió en China un emperador sordo.
Como no podía escuchar las voces de los pájaros ordenó que fueran castigados todos aquellos que no tuvieran un hermoso plumaje.
Un día, su hija Litay Fo estaba en el jardín y se emocionó mucho al oír a un ruiseñor que cantaba desde las ramas de un durazno.
—Querido amigo, no debes estar aquí, pues te aguarda un fuerte castigo —le dijo.
—No importa, de cualquier forma con estas noches tan frías no podré vivir demasiado —respondió el ruiseñor.
Litay Fo decidió llevarlo consigo a sus aposentos para cuidarlo y gozar con sus trinos. Pero una mañana, sin aviso, el emperador entró a la habitación de la pequeña y descubrió al pájaro.


—¡Huye para salvar tu vida! —gritó Litay Fo para proteger a su mascota.
El pajarillo la obedeció. 
Sin embargo, con el paso del tiempo, la pequeña empezó a debilitarse por la tristeza de su ausencia. El emperador hizo traer a un médico. 
—No podemos hacer nada por ella —afirmó éste.
El padre recibió la noticia con gran preocupación pero, aprovechando la visita del doctor, le preguntó por su propia sordera.
—Para ésa sí hay una cura: consiste en aplicarle al oído el corazón caliente de un ruiseñor —indicó el médico.
—¡Que busquen uno de inmediato! —ordenó el rey. 
Los hombres que trabajaban con él le llevaron, precisamente, al amado pajarillo de Litay Fo. Éste entró volando a la habitación.

—Disponga usted de mi vida. Estoy seguro que su hija se sentirá feliz si usted recupera el oído —ofreció el pajarillo al emperador, a través de uno de los súbditos que escribía el mensaje para que éste lo leyera.
Emocionado por la bondad de la pequeña ave, los ojos del emperador se arrasaron de lágrimas.
—De ninguna forma. Prefiero seguir siendo sordo que hacerte daño —indicó.
El ruiseñor siguió viviendo en el palacio. Litay Fo se recuperó muy pronto de su tristeza y el emperador supo que aquel pajarillo era el más hermoso de todos, no por su canto, ni por su plumaje, sino por el bondadoso corazón que había salvado una vida y siguió latiendo por muchos años.

lunes, 14 de enero de 2013

Otros mandamientos de la Iglesia


Los padres tienen el derecho de educar a sus hijos conforme a sus convicciones morales y religiosas.
4. Además de estos mandamientos más generales, la Iglesia tienen también otros, como por ejemplo, la prohibición de asistir a escuelas ateas o a centros en los que se enseñen cosas contrarias a la doctrina católica.
Los padres católicos que envían a sus hijos a estas escuelas, aunque sea con el pretexto de que enseñan muy bien otras materias profanas, pecan gravísimamente y son indignos de la absolución sacramental, por el grave peligro a que exponen a sus hijos.

El Concilio Vaticano II «recuerda a los padres cristianos la obligación de confiar sus hijos, en el tiempo y lugar que puedan, a las escuelas católicas, de sostenerlas con todas sus fuerzas, y de colaborar con ellas en bien de sus propios hijos»18.
Por eso deben disponer, y aun exigir, todo lo necesario para que sus hijos puedan disfrutar de tales auxilios y progresar en la formación cristiana a la par que en la profana.
Dicen los Obispos Españoles: La clase de Religión en España, carente hoy del debido rigor académico, se ve sometida a un proceso de deterioro que repercutirá negativamente en los aspectos humanos y éticos de todo el marco educativo.
Leí en el ABC de Madrid, en la misma página, estos dos titulares: El gobierno socialista margina la asignatura de Religión. En Suecia la clase de Religión es obligatoria.
Dice el Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica: Los padres tienen el derecho de elegir para sus hijos una escuela que corresponda a sus propias convicciones, y los poderes públicos tienen el deber de garantizar este derecho de los padres y de asegurar las condiciones reales de su ejercicio.
Como dijo el Papa Juan Pablo II en su visita a España en 1982: Los padres deben elegir para sus hijos una enseñanza en la que esté presente el pan de la fe cristiana.
Los padres tienen obligación de preocuparse de que sus hijos sean educados en la religión católica.
Si se desentienden de esto, que no se quejen después cuando sus hijos les salgan torcidos. No te contentes con solicitar la enseñanza de la Religión en el colegio de tus hijos. Comprueba lo que les enseñan; y si les dan gato por liebre, protesta enérgicamente como cualquier consumidor estafado.
La Comisión Episcopal de Enseñanza recuerda que todos debemos exigir que se pueda recibir educación católica en los centros de enseñanza: La formación religiosa católica en la escuela es un deber y un derecho, cuyo servicio está regulado por las leyes, y cuya realización efectiva debe ser apoyada por toda la comunidad cristiana.
Los obispos indican a los padres católicos el deber de inscribir a sus hijos en la asignatura de religión y moral católicas. El mismo texto recuerda la obligación de los profesores cristianos de colaborar en la formación religiosa católica de los alumnos cuyos padres han elegido para ellos este tipo de formación.
Por último insisten en el deber de la sociedad y de los gobernantes de respetar el derecho de los padres y de los alumnos en conformidad con los principios de la Constitución Española y de los acuerdos internacionales firmados por el Estado Español con la Santa Sede en materia de enseñanza. El Consejo Pontificio para la Familia ha publicado un documento en el que dice que los padres deben retirar a sus hijos de los centros donde se enseñe una moral sexual contraria a la doctrina de la Iglesia27.
Otro mandamiento de la Iglesia es no contraer matrimonio opuesto a las leyes de la Iglesia.
5. En 1917 se publica el Código de Derecho Canónico que sistematiza un cúmulo de leyes eclesiásticas.
En 1983 se publica un nuevo Código de Derecho Canónico que actualiza y perfecciona el anterior. El estudio de esta reforma ha durado veinticinco años, desde que lo inició Juan XXIII.

17 ANTONIO ROYO MARÍN, O.P.: Teología Moral para seglares, 2º, 2ª, I, nº303. Ed. BAC. Madrid
18 Concilio Vaticano II: Gravissimum educationis: Declaración sobre la Educación Cristiana de la Juventud, nº 8. Nuevo Código de Derecho Canónico, nº 793ss
19 Concilio Vaticano II: Gravissimum educationis: Declaración sobre la Educación Cristiana de la Juventud, nº 7
20 Diario YA del domingo, 30-VI-91, pg. 12
21 Diario ABC de Madrid, 3-VI-95, pg. 75
22 Revista ECCLESIA,2803s(24 y 31-VIII-96)34. Orientaciones del Pontificio Consejo de la Familia.
23 Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica, nº 2229
24 Revista PALABRA, 231(X-84)24
25 Revista PALABRA, 248(III-86)51
26 Diario YA, 8-IX-88, pg. 8
27 Diario ABC de Madrid, 21-XII-95, pg. 69
www.catholic.net

miércoles, 9 de enero de 2013

Los mandamientos de la Iglesia


En virtud del poder recibido de Jesucristo, la Iglesia puede imponer preceptos que obliguen gravemente a los hombres en orden a un mejor cumplimiento de la ley de Dios.
Además de los mandamientos de la ley de Dios, la Iglesia tiene cinco mandamientos.

1. En virtud del poder recibido de Jesucristo, la Iglesia puede imponer preceptos que obliguen gravemente a los hombres en orden a un mejor cumplimiento de la ley de Dios.
Los mandamientos de la Iglesia no son arbitrarios. No manda, bajo pecado grave, un acto intranscendente. La Iglesia, con esos preceptos, intenta conseguir que los fieles se santifiquen como es debido.
Los mandamientos de la Iglesia son de dos clases:
Los tres primeros mandan oír Misa, confesar y comulgar; pero de esto ya hemos tratado. (Ver números 45 al 61)
El cuarto manda el ayuno y la abstinencia en los días determinados por la Iglesia.
2. El ayuno consiste en hacer una sola comida fuerte al día. Pero se puede tomar algo por la mañana y por la noche.
En el desayuno se puede tomar, por ejemplo, leche, café o té, o un poco de chocolate, con unos 60 gramos de pan, churros, tortas, etc.
En la cena se puede tomar hasta 250 gramos de alimentos.
Si te parece esto muy complicado, puedes atender a la norma práctica de algunos moralistas que dicen que quien tiene obligación de ayunar basta con que en el desayuno y en la cena tome la mitad de lo que tiene por costumbre tomar.
Y si lo que se suele tomar es poco, la cantidad que se suprima pude ser menor.
Otra norma práctica es que sumando lo que se toma en el desayuno y en la cena, no llegue a lo que se suele tomar al mediodía.
En la comida principal se puede tomar toda la cantidad que se quiera.
Pero durante el día no se puede tomar nada (comida o bebida) que sea alimento. Sí se pueden tomar líquidos no alimenticios como refrescos, café, té y bebidas alcohólicas5; y también alguna pequeña «tapa» con que éstas suelen acompañarse; aunque sería mejor abstenerse de ella.
La abstinencia consiste en no tomar carne; pero no está prohibido el caldo de carne6 ni la grasa animal, si es condimento.
También se pueden tomar huevos y productos lácteos.
Tienen obligación de ayunar todos los católicos que han cumplido dieciocho años y no han cumplido los cincuenta y nueve.
La abstinencia obliga desde los catorce años cumplidos hasta el final de la vida.
No están obligados al ayuno y abstinencia los verdaderamente pobres, los enfermos y los obreros.
Tampoco están obligados los que no tienen habitualmente uso de razón.
El párroco y algunos confesores pueden dispensar cuando haya motivo suficiente.
Son días de ayuno y abstinencia el Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo.
Son días de sólo abstinencia todos los viernes del año, que no caigan en festivo.
La abstinencia de los viernes fuera de cuaresma puede ser sustituida total o parcialmente por otras formas de penitencia, piedad o caridad, como limosnas, visitas a enfermos, privarse de tabaco o espectáculos, o cualquier otro gusto.
Bastaría tener una intención habitual de ofrecer para esto el primer sacrificio u obra de caridad o piedad que se realice.
La abstinencia de los viernes de cuaresma, y el ayuno y la abstinencia del Miércoles de Ceniza y Viernes Santo no pueden ser sustituidos por propia iniciativa.
No debe considerarse pecado grave cualquier violación esporádica de la ley; pero sí el dejar de cumplirla habitualmente o por menosprecio.
Lo importante es el espíritu de la ley. Se trata de que en esos pocos días del año te quedes con un poco de hambre para hacer un sacrificio por Nuestro Señor.
La observancia sustancial de la disciplina eclesiástica sobre la penitencia es gravemente obligatoria.
Pero adviértase que la Iglesia no quiere precisar con medidas y pormenores los límites que determinarían en cada caso la gravedad de las faltas, porque desea que los fieles no caigan en la servidumbre y en la rutina de una observancia meramente externa, y prefiere, al contrario, que ellos mismos, sin omitir el oportuno consejo, formen deliberadamente su conciencia en cada caso según las indicaciones y el espíritu de la ley, con sentido de responsabilidad ante el Señor que ha de juzgar la sinceridad y diligencia de nuestras actitudes.
Pero, sin duda, el desprecio y la inobservancia habitual de los preceptos de la Iglesia constituiría pecado grave.
La Conferencia Episcopal Española espera que la presente disciplina penitencial, adaptada a España, servirá para aumentar en todos los sentidos de sacrificio, la autenticidad de una vida sinceramente cristiana, y la práctica, más personal y consciente, de la mortificación y la caridad.
El Secretario del Episcopado francés ha propuesto a los católicos privarse del tabaco o bebidas alcohólicas un día a la semana, como una nueva modalidad de abstinencia.
Hacer penitencia es obligación de todo cristiano. Cada vez que cumplimos con nuestro deber y se lo ofrecemos a Dios hacemos penitencia.
Cuando, en obsequio a Dios, nos privamos de algo que nos gusta o hacemos algo que nos desagrada, hacemos penitencia.
Cuando, por Dios, aceptamos la vida y sus dificultades, hacemos penitencia.
Cuando, también por Dios, somos justos y luchamos contra las injusticias de la vida, hacemos penitencia.
Arrepentirnos de nuestros pecados y hacernos amigos de Dios, es hacer penitencia.
La penitencia necesita de algo interior: Dios quiere el corazón, no sólo las obras externas. Si nuestra intención se detuviese en cumplir la ley, sin ofrenda a Dios, no haríamos penitencia.
La primera y obligatoria penitencia que tenemos que hacer es cumplir la ley de Dios. Si no cumplimos lo que se nos manda, no hacemos penitencia. El principal lenguaje de un hombre son las obras.
3. El quinto mandamiento de la Iglesia manda que la ayudemos en sus necesidades y en sus obras.
No hay que olvidar que es deber de los fieles atender, según las posibilidades de cada uno, con su ayuda económica al culto y al decoroso sustento de los ministros de Dios.
Todos los bienes los hemos recibido de Dios. El contribuir con ellos para ayudar a la Iglesia en sus necesidades, es una manera de agradecer a Dios lo que nos ha dado, y rogarle que nos siga bendiciendo.
Los sacerdotes han consagrado su vida a trabajar exclusivamente por el bien espiritual de los hombres, por lo tanto, de ellos deben recibir lo necesario para satisfacer sus necesidades humanas, y poder seguir estudiando y estar siempre bien preparados para el desempeño de su ministerio.
Dice el Nuevo Código de Derecho Canónico: Los fieles tienen el deber de ayudar a la Iglesia en sus necesidades, de modo que disponga de lo necesario para el culto divino, las obras apostólicas y de caridad, y el conveniente sustento de los ministros.
Los buenos católicos deben también contribuir al sostenimiento del Seminario de la Diócesis, donde se están formando los futuros sacerdotes que han de atender a las almas.
Todos hemos de sentir la Iglesia como propia. Es un deber de justicia ayudar a la Iglesia en todo lo relativo al apostolado, porque de la Iglesia recibimos el mayor bien que se puede recibir en este mundo: los medios para ir al cielo.
La Iglesia necesita aquellos recursos que hacen posible el que pueda llevar adelante su función evangelizadora. Estos recursos tienen que provenir, en su mayor parte, de la misma comunidad eclesial.
Si bien es justo que se reciban otras ayudas de los organismos encargados de tutelar el bien común, en virtud (…) de la contribución que la Iglesia realiza en acciones sociales que benefician a toda la comunidad.
Contribuir al sostenimiento de la Iglesia es una obligación moral de todos y cada uno de cuantos la componen. El cuidado de los pobres, la atención a los enfermos y ancianos, la catequesis, el culto, la acción misionera de la Iglesia necesitan unos recursos materiales. Y con presupuestos muy reducidos se hacen obras admirables por su valor religioso y social.
Sería una actitud casi parasitaria la falta de colaboración. (…) No pueden ser unos pocos los que trabajen y aporten, y todos los que se beneficien.
La ayuda material a la Iglesia no es un simple gesto de largueza, sino una obligación: la de compartir los bienes que se tienen para que sirvan de ayuda para todos.
Como en otras naciones, también es España, se puede hoy ayudar a la Iglesia destinando a ella la pequeña parte asignada de lo que hay que pagar a Hacienda.
Nuestra colaboración a la Iglesia no debe limitarse a lo económico; debemos también prestar nuestra colaboración personal, en la medida que nos sea posible.

1 Evangelio de SAN MATEO, 16:19
2 ANTONIO ROYO MARÍN, O.P.: Teología de la salvación, 1ª, III, nº 85. Ed. BAC, Madrid
3 ANTONIO ARZA, S.I.: Preguntas y respuestas en cristiano, pg. 123. Ed. Mensajero. Bilbao.
4 ANTONIO ROYO MARÍN, O.P.:Teología moral para seglares, 1º, 2ª, I, nº 426,2,e.Ed.BAC.Madrid
5 ANTONIO ROYO MARÍN, O.P.:Teología Moral para seglares, 1º, 2ª, I, nº 426,2,d.Ed.BAC.Madrid
6 ANTONIO ROYO MARÍN, O.P.:Teología Moral para seglares, 1º, 2ª, I, nº 426,1,a.Ed.BAC.Madrid
7 Nuevo Código de Derecho Canónico, nº 1252
8 Nuevo Código de Derecho Canónico, nº 1252
9 Constitución Apostólica Paenitemini, 7-II-66
10 ANTONIO ROYO MARÍN, O.P.: Teología Moral para seglares, 1º, 2ª, I, nº 429,2. Ed. BAC. Madrid
11 ANTONIO ROYO MARÍN, O.P.: Teología Moral para seglares, 1º, 2ª, I, nº 425,f. Ed. BAC. Madrid
12 Revista ECCLESIA, 1320(10-XII-66)
13 Revista ECCLESIA, 1468(29-XI-69)29
14 Nuevo Código de Derecho Canónico, nº222,1
15 JESÚS MARTÍNEZ GARCÍA:Hablemos de la Fe, IV, 12. Ed. Rialp. Madrid. 1992.
16 CARLOS AMIGO: Cien respuestas para tener fe,VIII,81.Ed.Planeta+Testimonio.Barcelona.1999.

lunes, 7 de enero de 2013

De vuelta a la normalidad


La Navidad ha terminado, pero Jesús, que nace para nuestra salvación, se queda con nosotros y nos acompaña a lo largo de todo el año que acaba de comenzar.









Luego de las fiestas de Navidad debemos regresar al ritmo normal de nuestras vidas y trabajos de la rutina diaria. Parece que la felicidad ha terminado junto con la tranquilidad y el reposo de estas fechas. Sin embargo, emprendemos un nuevo año con la compañía de Jesús que está siempre con nosotros y nace para nuestra salvación.
La Navidad es para muchos una fiesta que llega y se termina. Sin embargo, hay que recordar que con la Navidad Jesús comienza a vivir como nosotros la aventura de la vida humana, y es con Él con quien comenzamos el año.
La fiesta de la Navidad es un principio y no un fin, por tanto, debemos tomar en cuenta que vamos siempre en compañía de Jesús en el trayecto del año que comienza.
Unos de los personajes de la Navidad que mejor representan la actitud que el cristiano debe tener al retomar su vida diaria luego de las fiestas navideñas es la de los pastores que adoraron al Niño Jesús en el pesebre de Belén. El Evangelio nos cuenta que los pastores regresaron a sus campos alabando a Dios y diciendo maravillas sobre el Niño a quienes contaban su visita al pesebre. (Lc 2, 17,18,20)
El cristiano que vuelve a la normalidad de su vida sabe que Jesús es una compañía constante a lo largo del año, e igualmente sabe que para hacer fructífera y plena esa compañía, hace falta trabajar para ser amigos de Jesús constantemente. Esto se puede lograr a través del estudio de la Sagrada Escritura, la oración, las obras de caridad, el acercamiento a los sacramentos, etc.

martes, 1 de enero de 2013

Alegría


La fuente más común, más profunda y más grande de la alegría es el amor.
La alegría es algo simple, pero no sencillo. Es simple apreciar si una persona es alegre o no, y la forma en la que ilumina a los demás, sin embargo tratar de ser una persona así no es sencillo. La alegría es un gozo del espíritu. Los seres humanos conocemos muy bien el sufrimiento y el dolor, y quienes han perdido a un ser querido lo han experimentado en toda su profundidad. Bien, pues así como el ser humano conoce el dolor y el sufrimiento, es capaz de tener las sensaciones opuestas: bienestar y… ¿Felicidad? Sí, felicidad.
Sin embargo la alegría es distinta del dolor, pues el dolor generalmente tiene causas externas: un golpe, un acontecimiento trágico, una situación difícil. Y la alegría es exactamente al revés, proviene del interior. Desde el centro de nuestra mente, de nuestra alma, hay un bienestar, una paz que se reflejan en todo nuestro cuerpo: sonreímos, andamos por ahí tarareando o silbando una tonadita, nos volvemos solícitos… El cambio es realmente espectacular, tanto que suele contagiar a quienes están al rededor de una persona así.
La alegría surge, en primer lugar, de una actitud, la de decidir cómo afronta nuestro espíritu las cosas que nos rodean. Quien se deja afectar por las cosas malas, elige sufrir. Quien decide que su paz es mayor que las cosas externas, entonces se acerca más a una alegría. Una alegría que viene desde de adentro.
La fuente más común, más profunda y más grande de la alegría es el amor, particularmente el amor en pareja. ¿Quién no se siente alegre cuando recién conoció a una persona que le gusta? Aún más ¿Quién no ve el mundo diferente cuando se da cuenta de que esa persona, además, está interesada en nosotros? El amor rejuvenece y es una fuente espontánea y profunda de alegría. Ese amor es, efectivamente, el principal combustible para estar alegres. Quien no ama, no ríe. Y es por eso que el egoísta sufre, y nunca está alegre.
Si nos hiciéramos el propósito de enumerar una serie de motivos para no estar alegres, encontraríamos: levantarse todos los día a la misma hora para acudir al trabajo, a la escuela o para reiniciar las labores domésticas; convivir con las personas que no son de nuestro agrado; enfrentarse al tráfico; preocuparnos por ajustar nuestro presupuesto para solventar las necesidades primordiales y además pagar las deudas; estar pendientes de la seguridad y bienestar de la familia; trabajar exactamente en lo mismo que hicimos ayer, y todo aquello que de alguna manera se parece a la vida rutinaria. Esto sería lo mismo que llevar una vida fría y con un gran toque de amargura.
Pocas veces pensamos en el hecho de estar alegres, pues en algunos momentos la alegría surge de manera espontánea por diversos motivos: una mejor oportunidad de trabajo, la propuesta para emprender un negocio, el ascenso que no esperábamos, un resultado por encima de lo previsto en los estudios… y dejamos que la vida siga su curso, sin ser conscientes que a la alegría no siempre se le encuentra, también se le construye.
Tampoco es válido pensar que la solución consiste en tomar con poca seriedad nuestras obligaciones y compromisos para vivir tranquilamente y de esta manera estar alegres. La persona que busca evadir la realidad tiene una alegría ficticia, mejor dicho, vive inmerso en la comodidad y en la búsqueda del placer, lo cual dura muy poco.
¿Qué se debe hacer para vivir el valor de la alegría?. Para concretar una respuesta, primero debemos ver lo bueno que hacemos con esfuerzo y cariño:
- El trabajo que todos los días haces en la oficina o en el negocio. Aunque siempre sea el mismo, beneficias a otras personas y por consiguiente a tu familia y ti mismo. El hacerlo bien te da la seguridad de mantenerlo y de tener una fuente de ingresos.
- El cuidado que tienes para tu familia. Si eres padre o madre de familia, tienes la satisfacción de proporcionarles educación, alimentos y cuidados a tus hijos. Te da gusto verlos aseados y contentos. Haz tenido la capacidad de no adquirir algo para tu uso personal con tal de comprarles ropa, libros, zapatos o algún juguete. Como hijo, haces que tus padres se sientan orgullosos al ver tus éxitos en los estudios, el deporte o cualquier sana afición, de estar pendiente de no provocarles un disgusto o una pena como consecuencia de malas amistades, el alcohol o la droga.
- El tener amigos. Cada vez que los visitas por enfermedad, les ayudas en una mudanza, te das tiempo para platicar de sus problemas y darles consejo, o si sabes de mecánica te ofreces para hacer una pequeña reparación, salir a comer o convivir mediante algún deporte.
- El vivir en armonía con la sociedad. Mantener buenas relaciones con tus vecinos, ser aceptado por mostrar educación y respeto, el cuidar la limpieza fuera de tu casa, procurar que existan centros de sana diversión cerca del lugar en el que vives, o si participas en alguna iniciativa de ayuda a los más necesitados.
¿No es todo lo anterior motivo de gozo y de satisfacción interior?
El valor de la alegría está alejado del egoísmo porque todas las personas están primero que la propia, es saber darse sin medida, sin interés, por el simple hecho de querer ayudar con los medios a nuestro alcance.
Cada vez que realizamos algo bueno, con sacrificio o sin él, con desprendimiento de nuestra persona y de nuestras cosas, nos inunda la paz interior porque es la alegría del deber cumplido.
Lo que más apreciamos en la vida se debe al esfuerzo que pusimos para alcanzarlo, estudiando con intensidad, preparándonos para trabajar más y mejor, y los beneficios a obtener serán consecuencia de ese empeño.
El tener vida ya es motivo suficiente de alegría, aún el las circunstancias más adversas, estamos en condiciones de hacer algo positivo y de provecho para los demás, “es hacer el bien, sin mirar a quien”. Disfrutar de lo poco o de lo mucho que tenemos sin renunciar a mejorar, mientras tengamos vida, tenemos posibilidades. Toda persona es capaz de irradiar desde su interior la alegría, manifestándola exteriormente con una simple sonrisa o con la actitud serena de su persona, propia de quien sabe apreciar y valorar todo lo que existe a su alrededor.

Oración al Sagrado Corazón de Jesús

Oración al Sagrado Corazón de Jesús para una grave necesidad (rezar por tres días). Oh Divino Jesús que dijiste: «Pedid y recibiréis; b...