martes, 25 de junio de 2013

Hombres de Conciencia

La conciencia nos permite actuar de acuerdo a las normas morales en todas las circunstancias de nuestra vida. ¿Sabías que existen varios tipos de conciencia según la formación que tiene la persona?
Para resolver los distintos problemas morales que se presentan en nuestra vida, es necesario conocer formar la conciencia.
La rectitud moral de un hombre se manifiesta en el deseo de formar bien la propia conciencia que es quien ha de aplicar la ley divina. Puede haber una buena emisora, pero si el aparato receptor no es bueno, no se capta el mensaje emitido. Hay que procurar que sea de alta fidelidad.
El Concilio Vaticano II dice sobre la conciencia:
«La fidelidad a la conciencia une a los cristianos con los demás hombres para buscar la verdad y resolver con acierto los numerosos problemas morales que se presentan al individuo y a la sociedad. Cuanto mayor es el predominio de la conciencia recta, tanta mayor seguridad tienen las personas y las sociedades para apartarse del ciego capricho y para someterse a las normas objetivas de moralidad. No rara vez, sin embargo, ocurre que yerre la conciencia por ignorancia invencible, sin que ello suponga la pérdida de su dignidad. Cosa que no puede afirmarse cuando el hombre se despreocupa de buscar la verdad y el bien y la conciencia se va entenebreciendo por el hábito de pecado» (GS, 16).
Como Dios juzgará a cada uno según su conciencia, es importante conocer cómo puede ser una conciencia para que se procure corregir lo que en ella pueda haber de defectuoso.
Tipos de conciencia
Según su aspecto objetivo, la conciencia puede ser:
- Conciencia recta o verdadera: Es aquella cuyo juicio es conforme con la ley. Actuar según ella lleva a la acción moralmente recta.
- Conciencia errónea: Es aquella que indica mal lo que se debe hacer u omitir. Se llama también falsa. Admite dos casos:
Venciblemente errónea, cuando no se han puesto los medios para conocer la verdad. Actuar según ella es pecado. invenciblemente errónea, cuando es imposible salir del error, sin culpa del sujeto. Seguirla no engendra culpabilidad. Nunca serán pecados culpables las acciones cometidas sin saber su maldad.
Por su aspecto subjetivo:
- Conciencia cierta, cuando juzga el acto sin temor a equivocarse. Es posible que sea errónea a pesar de ser cierta. No basta, pues, estar muy cierto para actuar bien, pues puede haber error culpable que lleva al pecado. Ejemplo: Estar seguro de que el aborto está justificado en algunos casos.
- Conciencia probable, se da cuando juzga la acción fundamentándose en motivos sólidos, pero no del todo ciertos. El grado de probabilidad dependerá de la solidez de los motivos comparándolos con la opinión contraria.
La acción según esta conciencia dependerá del grado de certeza. Por ejemplo: Participar en un negocio sin estar completamente seguro de que es lícito.
- Conciencia dudosa, se produce cuando se suspende el juicio, bien porque los motivos de una u otra opinión parecen igualmente sólidos, o porque no hay motivos suficientes para juzgar. Ejemplo: El que no sabe si un determinado día hay que asistir a Misa o no.
No se ha de hacer, ningún acto posiblemente malo con conciencia dudosa, ya que se expone el sujeto a pecar y el exponerse a pecar ya es pecado en sí. Por ejemplo: No se puede asistir a un espectáculo acerca del cual existe alguna sospecha de que puede ser malo.
En algunos sujetos se dan unos tipos de conciencias enfermas, a consecuencia del temperamento, o de una mala formación, o de vicios no corregidos a tiempo. Son principalmente:
- Conciencia escrupulosa, aquella que apoyándose en motivos fútiles piensa que una acción de suyo buena, o indiferente, sea mala; viendo pecado en muchas cosas que no lo son. Ejemplo: El que pensara que una pequeña mentira le impide acudir a comulgar.

- Conciencia relajada, es la que sin justo motivo cree buena una acción que no lo es, o juzga leves faltas que de suyo son graves. Su culpa es análoga a la de la conciencia venciblemente errónea. Ejemplo: El que piensa que, aunque tenga un pecado grave cierto, puede ir a comulgar, porque ya se confesará.

miércoles, 19 de junio de 2013

El hombre, unidad de cuerpo y espíritu

Las enseñanzas de la Iglesia y la Sagrada Escritura sobre el amor, cuidado y respeto que el hombre debe tener por su propio cuerpo y el de los demás.
Enseñanza del Vaticano II
El Concilio Vaticano II, en su Constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual, resume las enseñanzas de la Revelación acerca del hombre y su especial dignidad. He aquí los puntos fundamentales:
- La Sagrada Escritura nos enseña que el hombre ha sido creado «a imagen de Dios», con capacidad para conocer y amar, y ha sido constituido, por Dios, señor de la creación visible.
- El hombre es, por su íntima naturaleza, un ser social. El matrimonio es la primera expresión de la comunión de personas.
- Creado por Dios en la justicia, el hombre, por instigación del demonio, abusó de su libertad y se levantó contra Dios. El pecado del hombre explica, en su última raíz, el desorden del hombre, tanto por lo que se refiere a su íntima constitución, como en su relación con los demás hombres.
- El hombre es una unidad de cuerpo y alma, de materia y espíritu.
- El hombre no debe despreciar la vida corporal. Por el contrario, debe tener por bueno al cuerpo, como criatura de Dios que ha de resucitar en el último día.
- Herido por el pecado, el hombre experimenta la rebelión del cuerpo. Debe el hombre reencontrar, con la ayuda de la gracia, la unidad radical de su ser.

La enseñanza de la Sagrada Escritura
El primer dato y el más esencial es el que marca la dignidad del hombre como persona: «Creó, pues, Dios al hombre a imagen suya; a imagen de Dios le creó, los creó varón y hembra» (Gn. 1, 26-27). El hombre es imagen de Dios; refleja mejor que los demás seres la espiritualidad de Dios; puede conocer y amar. El texto de la Escritura señala, asimismo, la identidad de naturaleza entre el hombre y la mujer.
El segundo dato lo da el capítulo segundo del Génesis: «Formó Yavé-Dios al hombre del polvo de la tierra y le inspiró en el rostro aliento de vida, y fue así el hombre ser animado». En estas palabras se muestra tanto la corporalidad del hombre como su espiritualidad, en una unidad íntima, que viene expresada por el término «ser animado».
El tercer dato revelado es la creación de la mujer a partir del hombre durante un sueño. El motivo sería dar compañía al hombre. La mujer es esencialmente igual que el hombre, pero diferente en su cuerpo y en su modo de ser.
El cuarto dato es el pecado original que destruyó el primitivo y perfecto estado del hombre. Con la desobediencia, el hombre rompió con Dios y, como consecuencia, se produjo un desorden íntimo en el hombre.
Una de las consecuencias principales del primer pecado es la rotura del equilibrio humano. El pecado rompe la unión del hombre con Dios e impide dominar el propio cuerpo, que adquiere tendencias contrarias al espíritu, La vergüenza fue la primera manifestación de este desorden, ya que Adán y Eva perdieron la inocencia original.
La unidad del hombre
La conciencia de la unidad sustancial del hombre reside en lo más íntimo de la concepción cristiana de la vida. Lo atestigua la Sagrada Escritura, como se ha visto.
El cuerpo es la expresión exterior de toda la persona humana.
El alma intelectual es lo que hace que el hombre sea lo que es, pero el alma sola no constituye la esencia humana, ni se le puede tomar corno el único elemento en la definición del hombre. El hombre es, en definitiva, una unidad sustancial de materia y espíritu, una unidad íntima.
Esta conciencia de la íntima unidad de alma y cuerpo evitará los peligros de cualquier manifestación de maniqueísmo. Esta doctrina afirma la indignidad de la materia, y, por consiguiente, del cuerpo; considera que el alma es el único elemento valioso del hombre, y que debe evitarse todo aquello que se relacione con la materia, pues será malo por naturaleza.
La doctrina maniquea se manifiesta a lo largo de la historia de múltiples modos, pero siempre con una misma aplicación: alma y cuerpo son principios contrapuestos, bueno uno, malo el otro.
Se pone de manifiesto cómo desde entonces (desde los primeros tiempos de la cristiandad) los cristianos no pudieron aceptar la doctrina maniquea sobre un cuerpo malvado y un alma buena. Y, a la inversa, tampoco podían sostener una concepción puramente biológica del cuerpo. Este no es un fin en sí mismo, está ordenado a un destino, unido al alma, que lo supera y le confiere su plenitud en la resurrección, irradiación beatificadora de la gloria del alma de Jesucristo. Así se explica la actitud cristiana frente al cuerpo. Se trata, ciertamente, de una búsqueda de la santidad y de un pleno despliegue de potencialidades; favorece el desarrollo armónico de todas las virtualidades físicas, pero es también dominio de sí y ascética. (Pablo VI).


El cuerpo humano
Ya se ha visto cómo Dios manifiesta la bondad de la creación material, al afirmar repetidamente en el Génesis: «y vio que era bueno».. Ese mismo calificativo merece el hombre, unidad de alma y cuerpo.
El cuerpo es bueno como elemento material que es; pero alcanza todavía una mayor bondad por su unión al alma para formar parte del hombre, ser superior en el universo. El Cristianismo ha afirmado esa bondad de lo corporal. La Iglesia ha defendido la propia bondad del alma considerándola unida al cuerpo, y rechazando todo falso espiritualismo.
De esa bondad del cuerpo se deduce una primera consideración: el amor, cuidado y respeto que el hombre debe tener de su propio cuerpo y del de los demás. Amor, respeto y cuidado que se manifiestan en diversos aspectos: cuidado de la salud, recta alimentación, descanso corporal, curación de las enfermedades, pudor y modestia para que el cuerpo propio no lesione la vida moral de los demás, etcétera.
La persona humana es un ser sexuado
La declaración «Persona Humana» de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe (7-XI-75) afirma: «La persona humana, según los datos de la ciencia contemporánea, está de tal manera marcada por la sexualidad, que ésta es parte principal entre los factores que caracterizan la vida de los hombres. En el sexo radican las notas características que constituyen a las personas como hombres y mujeres en el plano biológico, psicológico y espiritual, teniendo así mucha parte en su evolución individual y en su inserción en la sociedad».
La enseñanza de la Sagrada Escritura
La Revelación contiene la siguiente doctrina sobre la sexualidad:
- La sexualidad es uno de los componentes de la naturaleza humana.
- Su finalidad es el matrimonio y la procreación.
- El pecado original introduce desorden en la naturaleza, desorden que afecta también al recto uso de la sexualidad.
Jesús, al interpretar el Antiguo Testamento, vuelve a proclamar la bondad del instinto sexual y la necesidad de su recto uso en el matrimonio. La salvación realizada por Jesús introduce un nuevo dato a considerar en la sexualidad: la capacidad sobrenatural que la gracia comunica al hombre para vencer el desorden introducido por el pecado original.
La unidad del hombre y la sexualidad
El ser humano es la unidad de cuerpo y alma. Por eso, se podría decir que el cuerpo es para el alma y el alma para el cuerpo. Todo lo que hace el hombre se atribuye al cuerpo y al alma, en unidad total. También la sexualidad afecta al hombre entero, no sólo a su cuerpo, y se integra en la capacidad humana de amar, cuyas dimensiones no sólo son corporales, sino espirituales. El amor entre el hombre y la mujer es algo más que biología, o instinto de placer. Por lo mismo, identificar sexo y placer es desconocer el sentido último y trascendente de la sexualidad: la mutua entrega en el amor del matrimonio, abierto a la fecundidad.
La sexualidad tiene dimensiones antropológicas, psicológicas y sociales. Sin embargo, es preciso tener en cuenta tres puntos esenciales:
a) No es lo mismo sexualidad que genitalidad. La sexualidad es la causa de la diferencia de los sexos. La genitalidad se refiere al aspecto puramente biológico de la sexualidad. Un hombre y una mujer son hombre o mujer en todo caso, aun cuando no estén desarrollando una actividad genital.
b) El instinto sexual humano no es igual que el de los animales. Todo el comportamiento humano está bajo el control de la voluntad. En el hombre, y según la ciencia más actual, no cabe hablar de instintos sino de tendencias, es decir, la persona humana tiene impulsos, también el sexual, pero siempre dominables por la voluntad y dirigibles al armónico desarrollo de la completa personalidad. No cabe, pues, un simple tratamiento biológico o -animal. de la sexualidad humana, porque ya no se estaría hablando del hombre, de la verdadera naturaleza humana: unidad de cuerpo y alma.
c) No todo en el hombre está movido por la sexualidad. Son muchos los factores que integran la personalidad humana, y no sólo la sexualidad. Más aún, ni siquiera la sexualidad es el elemento más importante de la actuación humana.

martes, 18 de junio de 2013

Pide y se te dará

La libertad del hombre

Dios ha querido dejar al hombre la propia decisión para busque a su Creador, y adhiriéndose libremente a éste, alcance la plena y bienaventurada perfección.
El hombre que Cristo ha libertado
El hombre vive en el mundo, pero es superior a todo lo que hay en el mundo. Todos, tanto creyentes como no creyentes, están de acuerdo en que todos los bienes de la Tierra se deben dirigir y ordenar en función del hombre.
Si se sigue la historia del pensamiento humano, se ve cómo se han elaborado muchísimas teorías para explicar lo que es el hombre. Unas veces se le exalta como regla absoluta de todo, siguiendo la tentación de nuestros primeros padres, que intentaron «ser como Dios». Otras veces se le ha hundido hasta la desesperación, considerándolo un animal, una máquina, algo inútil, algo absurdo.
Es cierto que se podría llegar a una solución equilibrada de lo que es el hombre, pero también en este punto Dios ha querido asegurar al hombre en la verdad: El hombre ha sido creado -a imagen y semejanza de Dios-. Esta -imagen» de Dios es superior a la de todos los demás seres del mundo, porque el hombre es espiritual y material a un tiempo.
La espiritualidad humana se concreta en que el hombre es inteligente y libre. Por su inteligencia el hombre participa de la luz de la inteligencia divina. La inteligencia es capaz de perfeccionarse y sólo lo consigue por la búsqueda y conquista de la verdad.
La libertad del hombre
La orientación del hombre hacia el bien sólo se logra con el uso de la libertad. «La libertad es una propiedad de 1a voluntad del hombre por la que éste puede elegir los medios para conseguir fines».
La libertad no es un fin sino un medio. Es libertad -para» algo. Es como la vista en la que lo importante no es «ver» sino «ver algo». Si no se tuviese nada delante de los ojos, de poco serviría la vista. Por lo tanto, en la libertad se distinguen dos facetas: Un poder del hombre y una conquista del hombre al alcanzar lo bueno.
Libertad quiere decir que el hombre no está obligado a elegir de una manera automática o determinada unos bienes en lugar de otros. Se diferencia de los animales en que, ante el bien concreto, puede elegir o no elegir y, también, Puede. elegir éste o el otro.
La verdadera libertad es signo eminente de la imagen divina en el hombre. Dios ha querido dejar al hombre en manos de su propia decisión, para que así busque espontáneamente a su Creador, y adhiriéndose libremente a éste, alcance la plena y bienaventurada perfección.(GS, 17)
Interpretaciones erróneas de la libertad
Algunos han negado la existencia de la libertad. De entre éstos, hay quienes sostienen la doctrina de que todo, incluso en la vida humana, sucede según la fatalidad o el destino, frente a los cuales el hombre no puede hacer nada. Lutero y con él muchos de los protestantes afirman que el pecador no puede dejar de pecar, porque está corrompida su naturaleza y que sólo puede salvarse por un don de Dios, sin que valgan nada las obras que haga en orden a esa salvación.
Ha habido otros que afirman que el hombre podía salvarse con sus solas fuerzas naturales. Según éstos, la libertad no habría sido dañada por el pecado.
Otro error es el de los que sostienen que cualquier norma de conducta, mandamiento, etc. limita la libertad humana y que, por tanto, el hombre debe hacer lo que desee. Según esta doctrina, la libertad consistiría más en la independencia y autonomía que en la capacidad de elegir el bien.

Esto es falso porque cuando alguien escoge lo malo, por ejemplo suicidarse, no alcanza la libertad, sino que se esclaviza a su error, en este caso muere.
Libertad y gracia
Es cierto que Dios podría haber creado al hombre de tal modo que no pudiera pecar, ni, por tanto, rehusar la amistad que le ofrecía. Sin embargo, Dios quiso conseguir esa amistad por parte del hombre, corriendo un riesgo, para que el mérito fuera mayor. Como dice Santo Tomás: «El don recibido, pero no merecido, hubiera sido eternamente menos hermoso».
Esta doctrina muestra la hondura de la libertad humana, capaz de una alta meta, aunque también de un gran hundimiento. No en vano se llama al pecado «misterio de iniquidad»; también la libertad humana en su dimensión más profunda es un misterio.
La gracia de Dios se introduce tan íntima y delicadamente en el alma humana que siendo las obras humanas plenamente humanas, cuando el hombre está en gracia de Dios merece, por su cooperación a ella, la salvación eterna. Aunque la salvación y, por lo tanto, el fin último sólo puede conseguirlo el hombre con el don de la gracia, es necesaria la colaboración libre del hombre. Además, también es perfeccionada la libertad humana por la gracia.
Por la gracia de El que los excita y ayuda a convertirse, se dispongan (los pecadores) a su propia justificación asintiendo y cooperando libremente a la misma gracia» (Concilio -de Trento).
El Concilio Vaticano II resalta la dignidad humana, que requiere el ejercicio de la libertad: -El hombre logra esta dignidad cuando, liberado de las pasiones, tiende a su fin con la libre elección del bien»; añade: -que la libertad humana, herida por el pecado, ha de apoyarse necesariamente en la gracia de Dios» (GS, 17).

El Concilio de Trento ya dijo que aunque «de ningún modo quedó extinguido el libre albedrío» éste quedó «atenuado en sus fuerzas e inclinado al mal».

Oración al Sagrado Corazón de Jesús

Oración al Sagrado Corazón de Jesús para una grave necesidad (rezar por tres días). Oh Divino Jesús que dijiste: «Pedid y recibiréis; b...