martes, 22 de febrero de 2011

El mito de “las riquezas” de la Iglesia.

A pesar de los datos y la información detallada que cualquiera que esté interesado puede conseguir acerca de los bienes materiales que gestiona la Iglesia, se ha convertido en un tópico vulgar afirmar que “se darían millones por las obras de arte que se encuentran en el Vaticano. Y ¡cuánto se podría ayudar con ese dinero en este mundo!”

Es verdad que el Museo Vaticano vale mucho dinero. Pero eso no se puede vender. Es patrimonio de la humanidad, aunque esté en manos de la Iglesia. Lo mismo que el gobierno español no puede vender el Museo del Prado para remediar una situación económica ruinosa. El Museo del Prado es propiedad de todas las generaciones de españoles, no sólo de la nuestra.

Y los italianos piensan lo mismo. No parece muy posible que un gobierno italiano puede permitir que los tesoros de los Museos Vaticanos salgan de Italia para ser vendidos a otro país. Sería, entre otras cosas, una ruina para la cantidad de gente que vive en Roma del turismo. Se trata de riquezas que por su propio carácter no pueden venderse y por tanto no se puede sacar dinero de ellas.

A nadie nos gustaría que la Iglesia vendiese la Catedral o la mejor Iglesia de nuestra ciudad o pueblo a un magnate de las finanzas para que la transporte a su finca de recreo, aunque con el dinero de la venta se atendiese a los pobres, ya que pensamos que ese monumento es una de las riquezas y orgullo de nuestro pueblo y que se debe quedar donde está.

Además, venderlo ¿no sería más bien pan para hoy, hambre para mañana?

Y son conocidas las desgracias experiencias de algunos clérigos que vendieron en beneficio de los pobres los “tesoros” de su parroquia: imágenes, cálices, custodias...

¿Qué pasó con el fruto de su venta? Siguen siendo pobres, pero si quieren ver lo mejor de sus raíces culturales y artísticas, tendrían que irse a las mansiones lujosas de sus nuevos propietarios. ¿Alguien puede pensar que esos cálices están mejor en vitrinas de las casas de los ricos que en un altar de cualquier iglesia?

Además, el problema de la pobreza no se arregla con una donación: es un problema de desarrollo y requiere un flujo permanente de recursos. Por ejemplo, ¿de qué serviría la donación de un hospital a un país que no contara con recursos para mantenerlo, pagar sueldos, comprar medicinas...? Hacer funcionar un hospital en no mucho tiempo es más caro que el hospital mismo...

¿Y la cantidad de dinero que maneja el Vaticano?

En el balance del año 2009 existe un déficit de más de cuatro millones de euros.

En el balance presentado a los cardenales por el Cardenal Velasio De Paolis, Presidente de la Prefectura para los Asuntos Económicos de la Santa Sede, se explica que hubo un déficit total de 4 102 156 euros; que es la diferencia entre los ingresos (250 182 364) y los gastos (254 284 520 euros).

Las salidas se atribuyen sobre todo a los gastos ordinarios y extraordinarios de los dicasterios y organismos de la Santa Sede, en los que prestan servicio 2.762 personas, de los cuales 766 son eclesiásticos, 344 religiosos y 1.652 laicos.

Por lo que respecta al balance consolidado 2009 de la Gobernación del Estado de la Ciudad del Vaticano, se indica que la pérdida fue de casi 8 millones de euros. Las personas que trabajan bajo la jurisdicción de la Gobernación son 1.891.

Por último se presentó el balance del Óbolo de San Pedro, que está constituido por el conjunto de ofrecimientos que hacen al Santo Padre las Iglesias particulares, sobre todo con ocasión de la solemnidad de San Pedro y San Pablo, así como de las contribuciones que hacen llegar los institutos de Vida Consagrada y Sociedades de Vida Apostólica, las fundaciones y algunos fieles. La cantidad recaudada en 2009 fue de 82 529 417 dólares, que servirán para las obras de caridad del Pontífice.

Para hacerse una idea de lo que estas cifras significan, el presupuesto de la Santa Sede —es decir, de un Estado soberano con, entre otras cosas, una red de más de cien embajadas, «nunciaturas» y todos esos «ministerios» que son las congregaciones, además de los secretariados y un sinfín de oficinas—, ese presupuesto es igual a menos de la mitad del presupuesto del Parlamento italiano. En resumen, tan sólo los diputados y senadores que acuden a los dos edificios romanos (en otro tiempo pontificios) de Montecitorio y Palazzo Madama cuestan al contribuyente más del doble de lo que cuesta el Vaticano a los ochocientos millones de católicos en todo el mundo.

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