sábado, 9 de abril de 2011

Reflexión del Evangelio del 5to. Domingo de Cuarema: Resurreccion de Lazaro

LA VIDA PLENA
Por José María Martín OSA
1.- "¿Crees esto?", le pregunta Jesús a Marta. Una pregunta parecida les había hecho antes a la samaritana y al ciego de nacimiento. Los tres responden afirmativamente: "Creo". La clave de nuestra fe es la Resurrección de Jesús, su triunfo sobre la muerte. Si Cristo no hubiera resucitado vana sería nuestra fe y nosotros los más miserables de los hombres, afirma San Pablo.
En nuestro Bautismo nuestros padres proclamaron la fe por nosotros. Después hemos tenido ocasión de confirmarla y reafírmala. Lo hacemos cada domingo, cuando decimos "creo en la resurrección de los muertos". No sé si sabemos lo que decimos, pues da la sensación de que vivimos como hombres sin esperanza, agarrados a las cosas de abajo. La resurrección es la participación en la vida de Cristo resucitado, una vida nueva, plena, gratificante. Si esto es lo que esperamos, ¿por qué no asumimos con más paz la realidad de la muerte?
2.- ¿Reanimación o resurrección? Hay tres relatos de resurrección en los evangelios: la hija de Jairo, el hijo de la viuda de Naím y Lázaro. Sólo el último aparece en el evangelio de Juan que leemos este domingo. No son comparables estas resurrecciones con la Resurrección de Cristo. De estas tres habría que decir que más bien son "reanimaciones", vuelta a la vida de antes en este mundo. La Resurrección de Cristo es el triunfo definitivo sobre la muerte, el paso a una VIDA plena y eterna.
3.- Lázaro es un símbolo del hombre agobiado por realidades de muerte: droga, guerra, terrorismo, aborto, desesperación. Todos estamos heridos de muerte, siendo las heridas más importantes las del corazón. ¿Quién nos sacará del sepulcro?, ¿Quién dará fin a nuestra vida mortecina?, ¿Quién acabará con nuestros lamentos?, ¿Quién será capaz de dar una explicación a tantos porqués? Sólo Cristo, porque El es "la resurrección y la vida". Aunque estemos muertos por el peso de nuestras culpas podemos salir y gritar "Sí, Señor, yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios". Y si creo, yo sé, no ya que resucitaré, sino que estoy resucitado. Haz, Señor, que sea testigo y defensor de la vida.

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