En una ocasión David, el dueño de una modesta hostería en el este de Rusia llamó a la puerta de Yitzchak Levi, un hombre mayor, famoso por la sabiduría de sus consejos y el poder de sus buenos deseos.
—Maestro, vengo a pedirle un consejo. ¿Está permitido defender las propiedades? —le preguntó.
—Desde luego que sí, ¿qué necesitas defender? —preguntó, a su vez, Yitzchak Levi.
—Mi negocio. Deme sus buenos deseos —repuso David.
—Explícame mejor —solicitó el sabio.
—Todas las noches, una pandilla de jóvenes campesinos entra a robarme la comida.
—¿Y cómo piensas defenderte?
—Mi paciencia llegó al límite. Les grité que no volvieran. Incluso compré un perro guardián, pero no sirvió de nada. Sólo queda un remedio: hoy mismo iré a comprar un rifle. Deme sus buenos deseos.
—¿Y cómo usarás el rifle para proteger tu propiedad? —preguntó Yitzchak Levi.
—Cuando oiga que se acercan dispararé al aire, y si alguno se aproxima, le apuntaré. Esos rufianes sólo entienden la fuerza.
El hombre sabio quedó pensando y le dijo:
—¿Y no crees que ellos también pueden comprar un rifle? Si tú usas uno los invitarás a que sean más astutos y violentos.
—No veo otro remedio. Así que voy a la tienda —repuso enojado David antes de salir y alejarse por la calle.
Yitzchak Levi salió corriendo a alcanzarlo.
—¡Espera! ¡Espera! He cambiado de parecer —le gritó.
David se detuvo y caminó en dirección a él.
—Puedo darte mis buenos deseos, pero primero haremos una prueba —le aclaró.
Sin más explicaciones Yitzchak Levi le dio un fuerte coscorrón.
—¿Por qué hiciste eso? Tú no tienes por qué pegarme —se quejó David.
Yitzchak Levi se explicó.
—Te di el coscorrón porque pensé que sólo entendías a través de la violencia. Pero he notado que sabes bien que hay otras formas de llegar a acuerdos para vivir mejor en sociedad, como esta charla ¿verdad?
—Pues sí… —comentó David.
—Ahora puedes ver que tu proyecto del rifle no tiene ningún sentido. Quienes te roban carecen de civilidad. La clave para corregir la situación no es ponerte a su nivel ¡pronto todo sería un desorden y la gente andaría disparando acá y allá! El secreto es buscar que ellos aprendan, entiendan y alcancen un nivel de pensamiento más alto —le dijo.
Aquella noche los dos esperaron juntos a los jóvenes bandidos y, al verlos llegar, los invitaron a conversar. David les ofreció trabajo a cambio de buenos alimentos y establecieron así un pacto de concordia y respeto
—Maestro, vengo a pedirle un consejo. ¿Está permitido defender las propiedades? —le preguntó.
—Desde luego que sí, ¿qué necesitas defender? —preguntó, a su vez, Yitzchak Levi.
—Mi negocio. Deme sus buenos deseos —repuso David.
—Explícame mejor —solicitó el sabio.
—Todas las noches, una pandilla de jóvenes campesinos entra a robarme la comida.
—¿Y cómo piensas defenderte?
—Mi paciencia llegó al límite. Les grité que no volvieran. Incluso compré un perro guardián, pero no sirvió de nada. Sólo queda un remedio: hoy mismo iré a comprar un rifle. Deme sus buenos deseos.
—¿Y cómo usarás el rifle para proteger tu propiedad? —preguntó Yitzchak Levi.
—Cuando oiga que se acercan dispararé al aire, y si alguno se aproxima, le apuntaré. Esos rufianes sólo entienden la fuerza.
El hombre sabio quedó pensando y le dijo:
—¿Y no crees que ellos también pueden comprar un rifle? Si tú usas uno los invitarás a que sean más astutos y violentos.
—No veo otro remedio. Así que voy a la tienda —repuso enojado David antes de salir y alejarse por la calle.
Yitzchak Levi salió corriendo a alcanzarlo.
—¡Espera! ¡Espera! He cambiado de parecer —le gritó.
David se detuvo y caminó en dirección a él.
—Puedo darte mis buenos deseos, pero primero haremos una prueba —le aclaró.
Sin más explicaciones Yitzchak Levi le dio un fuerte coscorrón.
—¿Por qué hiciste eso? Tú no tienes por qué pegarme —se quejó David.
Yitzchak Levi se explicó.
—Te di el coscorrón porque pensé que sólo entendías a través de la violencia. Pero he notado que sabes bien que hay otras formas de llegar a acuerdos para vivir mejor en sociedad, como esta charla ¿verdad?
—Pues sí… —comentó David.
—Ahora puedes ver que tu proyecto del rifle no tiene ningún sentido. Quienes te roban carecen de civilidad. La clave para corregir la situación no es ponerte a su nivel ¡pronto todo sería un desorden y la gente andaría disparando acá y allá! El secreto es buscar que ellos aprendan, entiendan y alcancen un nivel de pensamiento más alto —le dijo.
Aquella noche los dos esperaron juntos a los jóvenes bandidos y, al verlos llegar, los invitaron a conversar. David les ofreció trabajo a cambio de buenos alimentos y establecieron así un pacto de concordia y respeto
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