Humanae
Vitae 49 años después.
Lic. Arismendy
Rodríguez
Fue un día hoy, 25 de julio, pero de 1968, cuando el Papa
Pablo VI hizo pública su encíclica Humanae
Vitae sobre la regulación de la natalidad.
Humanae Vitae es un escrito profético y como tal despertó
una gran controversia y contradicción vigente todavía hoy, puesto que presenta
con claridad meridiana la posición de la Iglesia en torno a la licitud de los
medios artificiales de control de la natalidad.
La encíclica de Pablo VI ha sido objeto de amplísimos y
profundos análisis, a casi medio siglo de su publicación constituye un
documento de consulta obligada para todo católico llamado a poner su accionar
en coherencia con las enseñanzas del magisterio de la Iglesia en torno a temas
tan sensibles como la transmisión de la
vida y el control de la natalidad.
Humanae Vitae está compuesta de tres partes:
en la primera parte I. Nuevos aspectos del problema y competencia del magisterio,
Pablo VI pone en contexto lo que él llama “un nuevo estado de cosas” palpables
en el rápido crecimiento demográfico, disponibilidad de alimentos, condiciones
de trabajo, vivienda, personalidad de la mujer y su rol en la sociedad, así
como los progresos del hombre en el dominio y organización racional de las
fuerzas de la naturaleza. Concluyendo esa primera parte recordando la competencia del Magisterio de
la Iglesia para interpretar la ley moral natural en procura de
responder las graves cuestiones que el nuevo estado de cosas representa para la
Iglesia.
En la segunda parte II. Principios doctrinales, se
desarrolla el tema del amor conyugal (humano, total, fecundo, fiel y exclusivo
hasta la muerte), la paternidad responsable, el respeto a la naturaleza y
finalidad del acto matrimonial, la inseparable conexión entre el significado
unitivo y procreador del acto conyugal, fidelidad al plan de Dios, vías
ilícitas para la regulación de los nacimientos, licitud de los medios
terapéuticos, licitud del recurso a los periodos infecundos, graves
consecuencias de los métodos de regulación artificial de la natalidad
concluyendo con el reconocimiento de la Iglesia como garante de los auténticos
valores humanos.
La tercera parte, III. Directivas pastorales, presenta
a la Iglesia, como “Madre y Maestra” confortando “en el
camino de una honesta regulación de la natalidad, aun en medio de las difíciles
condiciones que hoy afligen a las familias y a los pueblos”. Luego
continúa con un llamamiento al dominio de sí mismo y creación de un ambiente
favorable a la castidad, así como recomendaciones específicas a las autoridades
públicas, a los hombres de ciencia, a los esposos cristianos, a los médicos y
al personal sanitario, a los sacerdotes y
los Obispos.
En este 49 aniversario de la publicación de Humanae Vitae,
como católicos, estamos llamados a reflexionar sobre nuestro accionar ético y
moral de cara a los grandes desafíos que el “nuevo estado de cosas” presenta a
los matrimonios y familias cristianas. Que Dios, en su infinita misericordia,
nos otorgue la gracia de mantenernos firmes en el cumplimiento de sus mandatos.
Dios les bendiga!
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