Por Javier Leoz
Llegamos, con el próximo domingo en que contemplaremos a Jesús como Rey, al final del año litúrgico. Las lecturas de este día, al igual que las de los precedentes domingos, tienen un sabor apocalíptico. Entre otras cosas porque estaban orientadas hacia aquellos cristianos que se encontraban nerviosos ante la creencia de que la segunda y definitiva venida de Cristo era inminente. No fue así y, en esas seguimos: aguardando a que el Señor, cuando El quiera, vuelva. ¿Preocupa esto a las generaciones actuales? ¿Somos conscientes de lo que respondemos después del momento de la consagración: “Ven, Señor, Jesús”?
1.- Con San Pablo podemos concluir que, mientras no sucede ese momento, nos toca dar testimonio y trabajar para que el Señor, y su mensaje, sean conocidos. ¿Hacemos todo lo posible para que el evangelio sea más extendido en todos los rincones de nuestro mundo?
El Papa Benedicto XVI en su corto pero intenso viaje apostólico a España nos dejó la siguiente reflexión: “Dios tiene que volver a resonar bajo los cielos”. Para ello, hoy más que nunca, es necesario presentar a Dios mismo como esa luz que ilumina toda sombra y que indica con sabiduría el horizonte que al hombre espera. Nuestro esfuerzo y creatividad, siempre sustentado todo en la inspiración del Espíritu Santo, ha de ir precisamente en esa dirección: trabajar sin desmayo, sin pereza y con entusiasmo hasta el día en el que Señor aparezca definitivamente.
2.- Hoy, como desde hace siglos, se sigue hablando si estamos en una etapa final de la historia, del hombre y del mundo mismo. ¿Qué hacer? ¿Cómo reaccionar? ¿Hacia dónde caminar? Las pistas nos las ofrece el evangelio de este día: “No hagáis caso”.
Estamos en la hora del testimonio. Nos toca, hoy más que nunca, separar la paja del trigo, la auténtica fe de la religión a la carta. ¿Qué conlleva todo ello? Incomprensión, persecuciones o incluso el intento sistemático de reducir lo religioso al ámbito privado. La reciente visita del Papa Benedicto XVI a España, en la que algunos grupos extremistas se mostraban –ya no en contra de su visita-sino en desacuerdo con su mensaje, nos avala la vigencia y actualidad del evangelio de hoy: con la perseverancia, y no con la relajación, es como podemos alcanzar la vida eterna, hacer la voluntad de Dios y no renunciar a lo que es constitutivo de la misma Iglesia.
3.- ¿Vale la pena creer y esforzarse por el Reino de Dios? ¿Vendrá el Señor a nuestro encuentro? ¿Seremos capaces de aguantar o de soportar las arremetidas que, constantemente, brotan desde la visceralidad de algunas ideologías dominantes? ¡Claro que sí! Recordemos aquello de aquella gota de agua, que por su persistencia, fue capaz de romper con el paso de los años la firmeza de una roca.
Que el Señor nos acompañe en nuestro deseo de transformar el mundo y, de prepararlo también, para que cuando El vuelva encuentre gente amándole, siguiéndole y dando la cara por su Evangelio. ¿Lo intentamos?
Frente a una realidad, el hombre y el mundo acabarán, se nos recuerda algo que nos llena de esperanza: Dios ofrece su salvación.
4.- ¡HASTA QUE VUELVAS, SEÑOR!
¿Dónde está mi futuro personal?
¿En dónde alcanzar la felicidad eterna?
¿Dónde buscar rincones y estancias indestructibles?
¡Sólo Tú, Señor, tienes Palabras de vida eterna!
¡Sólo Tú, Señor, eres inmortal!
Danos la gracia, Señor, de perseverar
para hacer de nuestro mundo un racimo de amistad
Danos la audacia, Señor, de ser valientes
y que la tierra conozca tu poder y tu salvación
Danos la esperanza, Señor, que no defrauda
y podamos sembrar semillas de tu reino
Danos el entusiasmo, Señor, sin decaer en el camino
para llevar con alegría tu verdad y tu presencia
tu rostro y tu Palabra, tu amor y tus promesas
¡HASTA QUE VUELVAS, SEÑOR!
Haz que seamos decididos y vigilantes
Aventureros y heraldos de tus valores
Auténticos y comprometidos con tu causa.
Hasta que vuelvas, Señor
Hasta el final de todo, Señor
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