4. A modo de conclusión
En el V
Encuentro Mundial de las Familias que tuvo lugar en Valencia (España), el Papa
Benedicto XVI recordaba que “transmitir la fe a los hijos, con la ayuda de
otras personas e instituciones como la parroquia, la escuela o las asociaciones
católicas, es una responsabilidad que los padres no pueden olvidar, descuidar o
delegar totalmente” (Benedicto XVI, 8 de julio de 2006).
El Papa
añadía, de un modo muy hermoso y comprometedor, que “la criatura concebida ha
de ser educada en la fe, amada y protegida. Los hijos, con el fundamental
derecho a nacer y ser educados en la fe, tienen derecho a un hogar que tenga
como modelo el de Nazaret y sean preservados de toda clase de insidias y
amenazas”.
Cuando
un hijo pequeño empieza a preguntar a sus padres cómo es Dios, surge en algunos
hogares una cierta inquietud: ¿estaremos preparados para introducir al hijo en
el mundo del Evangelio? ¿Seremos capaces de ofrecer a los hijos un hogar
semejante al de Nazaret?
Las
preguntas inocentes del niño pueden convertirse en una ayuda providencial por
la que Dios se vale para mover a los padres a elevar una oración confiada, para
abrirse a la ayuda divina a la hora de afrontar con mayor entusiasmo sus
compromisos como esposos llamados a la tarea de educar a los hijos en la fe.
“Padre
Santo, los hijos que han nacido de nuestro amor existen porque Tú los amas
desde toda la eternidad. Enséñanos a cuidarlos siempre con cariño exigente y
con exigencia cariñosa. Danos luz y consejo para que podamos transmitirles las
palabras de tu Hijo. Ayúdales a vivir según tu Amor. Protégelos de los peligros
del mundo. Sobre todo, permítenos ser, como esposos y como padres, ejemplos
limpios y alegres de tu bondad y de tu misericordia. Para que así, algún día,
podamos cantar tu gloria, todos juntos, como familia, en el lugar que Cristo
nos ha preparado en el cielo. Amén”.
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