miércoles, 31 de octubre de 2012

El Árbol Generoso.

Había una vez un árbol que amaba a un pequeño niño. Y todos los días el niño venía y recogía sus hojas para hacerse con ellas una corona y jugar al rey del bosque.
Subía por su tronco y se mecía en sus ramas y comía manzanas. Y ambos jugaban al escondite. Y, cuando estaba cansado, dormía bajo su sombra y el niño amaba al árbol… mucho.
El Árbol Generoso.
Y el árbol era feliz.

Pero el tempo pasó. Y el niño creció. Y el árbol se quedaba a menudo solo. Pero un día, el árbol vio venir a su niño y le dijo: “Ven, Niño, súbete a mi tronco y mécete en mis ramas y come mis manzanas y juega bajo mi sombra y sé feliz”. “Ya soy muy grande para trepar y jugar,” dijo él.

“Yo quiero comprar cosas y divertirme. Necesito dinero. ¿Podrías dármelo?” “Lo siento”, dijo el árbol, pero yo no tengo dinero. Sólo tengo hojas y manzanas. Coge mis manzanas y véndelas en la ciudad. Así tendrás dinero y serás feliz. Y, así, él se subió al árbol, recogió las manzanas y se las llevó.

Y el árbol se sintió feliz.

Pero pasó mucho tiempo y su niño no volvía… y el árbol estaba triste. Y entonces, un día, regresó y el árbol se agitó alegremente y le dijo, “Ven, Niño, súbete a mi tronco, mécete en mis ramas y sé feliz”. “Estoy muy ocupado para trepar árboles,” dijo él. “Necesito una casa que me sirva de abrigo”.

“Quiero una esposa y unos niños, y por eso quiero una casa. ¿Puedes tú dármela?” “Yo no tengo casa”, dijo el árbol, “El bosque es mi hogar, pero tú puedes cortar mis ramas y hacerte una casa. Entonces serás feliz. Y así él cortó sus ramas y se las llevó para construir su casa.

Y el árbol se sintió feliz.

Pero pasó mucho tiempo y su niño no volvía. Y cuando regresó, el árbol estaba tan feliz que apenas pudo hablar. “Ven, Niño” susurró. “Ven y juega “ “Estoy muy viejo y triste para jugar”, dijo él. “Quiero un bote que me lleve lejos de aquí. ¿Puedes tú dármelo?” “Corta mi tronco y hazte un bote”, dijo el árbol.

“Entonces podrás navegar lejos… y serás feliz”. Y así él cortó el tronco y se hizo un bote y navegó lejos.

Y el árbol se sintió feliz… pero no realmente.

Y después de mucho tiempo su niño volvió nuevamente. “Lo siento, Niño”, dijo el árbol, “pero ya no tengo nada para darte- Ya no me quedan manzanas”. “Mis dientes son muy débiles para comer manzanas”, le contestó. “Ya no me quedan ramas” dijo el árbol. “Tú ya no puedes mecerte en ellas-”

“Estoy muy viejo para columpiarme en las ramas”, respondió él. “Ya no tengo tronco” dijo el árbol. “Tú ya no puedes trepar-” “Estoy muy cansado para trepar” le contestó. “Lo siento” se lamentó el árbol “Quisiera poder darte algo… pero ya no me queda nada. Soy solo un viejo tocón. Lo siento…

“Yo no necesito mucho ahora,” contestó él, “solo un lugar tranquilo para reposar. Estoy muy cansado.”

“Bien”, dijo el árbol reanimándose, “un viejo tocón es bueno para sentarse y descansar. Ven, Niño, siéntate. Siéntate y descansa”.

Y él se sentó… y el árbol fue feliz.

lunes, 29 de octubre de 2012

La liturgia de la Eucaristía


Una guía básica para entender los aspectos litúrgicos del centro de la vida cristiana: la Sagrada Eucaristía.
Nombres
 
Los nombres hoy más usuales para designar la actualización litúrgica del misterio pascual son: misa, eucaristía, cena del Señor, sacrificio de la Nueva Alianza, memorial de la Pascua, mesa del Señor, sagrados misterios… Otros nombres, muy antiguos y venerables, como synaxis, anáfora, sacrum, y especialmente fracción del pan (Hch 2,42), hoy han caído en desuso.
 
Lugar de la celebración
 
-El templo. La eucaristía se celebra normalmente en el templo, lugar de sacralidad muy intensa y patente. Y recordemos aquí que porque todo el mundo y todos sus lugares son de Dios, por eso precisamente los cristianos le consagramos públicamente a Él algunos lugares, los templos, que están edificados como Casa de Dios, es decir, como lugares privilegiados para orar, glorificar a Dios y santificar a los hombres. El Ritual de la dedicación de iglesias y de altares, renovado después del Vaticano II (1977), expresa estas realidades de la fe con preciosas lecturas y oraciones.
 
«Con razón, pues, desde muy antiguo, se llamó iglesia al edificio en el cual la comunidad cristiana se reúne para escuchar la palabra de Dios, para orar unida, para recibir los sacramentos y celebrar la eucaristía. Por el hecho de ser un edificio visible, esta casa es un signo peculiar de la Iglesia peregrina en la tierra e imagen de la Iglesia celestial» (OGMR 257).
 
Ahora bien, dentro del templo, y en orden a la eucaristía, hay tres lugares fundamentales cuya significación hemos de conocer bien: el altar, la sede y el ambón.
 
-El altar. El altar es el lugar de Cristo-Víctima sacrificada. Su forma ha ido variando al paso de los siglos, conservando siempre como referencias fundamentales la mesa del Señor, en la que cena con sus discípulos, y el ara, significada a veces antiguamente por el sepulcro de un mártir, en la que se consuma el sacrificio del Calvario. En todo caso, la distribución espacial no sólo del presbiterio, sino de todo el templo, debe quedar centrada en el altar.
 
-El ambón. Es el lugar propio de Cristo-Palabra divina. Los fieles congregados reciben cuanto desde allí se proclama «no como palabra humana, sino como lo que es realmente, como palabra divina» (1Tes 2,13). Ha de dársele, pues, una importancia semejante a la del altar.
 
En efecto, «la dignidad de la palabra de Dios exige que en la iglesia haya un sitio reservado para su anuncio… Conviene que en general este sitio sea un ambón estable, no un fascistol portátil… Desde el ambón se proclaman las lecturas, el salmo responsorial y el pregón pascual; pueden también hacerse desde él la homilía y la oración universal de los fieles. Es menos conveniente que ocupen el ambón el comentarista, el cantor o el director del coro» (OGMR 272).
 
-La sede. Es el lugar de Cristo, Señor y Maestro, que está sentado a la derecha del Padre, y que preside la asamblea eucarística, haciéndose visible, en la fe, por el sacerdote. Cristo, en efecto, «está presente en la persona del ministro» (SC 7a). Por eso, lugar propio del sacerdote, presedente de la asamblea eclesial, es la sede, o si se quiere, la cátedra -de ahí viene el nombre de las catedrales-, desde la cual, en el nombre de Cristo, el obispo o el presbítero preside y predica, ora y bendice al pueblo.
 
No parece, pues, que una silla normal o una banqueta sean los signos más adecuados de algo tan noble. Sería, por otra parte, en general, un error pretender que la liturgia de la Iglesia exprese la pobreza que Cristo vivió en Nazaret o en su ministerio público. Entonces sí, la sede sería una banqueta, el ambón un atril cualquiera, el altar y los manteles una mesa común de familia, etc. Pero aunque es verdad que la hermosura propia de la pobreza evangélica debe marcar, sin duda, los signos de la liturgia, éstos deben remitir eficazmente a las realidades celestiales. Y en este sentido, como el Vaticano II enseña, fiel a la tradición unánime de Oriente y Occidente, «la santa madre Iglesia siempre fue amiga de las bellas artes, y buscó constantemente su noble servicio y apoyó a los artistas, principalmente para que las cosas destinadas al culto sagrado fueran en verdad dignas, decorosas y bellas, signos y símbolos de la realidades celestiales» (SC 122b).

viernes, 26 de octubre de 2012

Conocer, amar y servir a Dios


Para llegar a gozar de la vida eterna no basta saber que Dios existe, se necesita amarlo y demostrar ese amor con obras, esforzándonos en cumplir la voluntad del Señor.
Recordemos el ejemplo de aquel joven médico que al leer el periódico descubre la foto de una linda chica y su dirección, se decide a escribirle y cortejarla a distancia, enamorándose cada día más.

¿Qué hubiera ocurrido si a nuestro médico en el país lejano no le hubiera llamado la atención la joven de la fotografía? ¿O, si luego de unas pocas cartas, hubiera perdido el interés por ella y cesado la correspondencia? Aquella muchacha no habría significado nada para él a su regreso. Aunque se toparan en la estación a la llegada del tren, su corazón no se sobresaltaría al verla. Su rostro hubiera sido uno más entre la multitud.
Algo parecido sucederá si no empezamos a amar a Dios en esta vida: no hay modo de unirnos a Él en la eternidad. Si nuestro corazón llega a la eternidad sin amor de Dios, la dicha simplemente, no existirá. Como un hombre sin ojos no puede ver la belleza del firmamento estrellado, un hombre sin amor de Dios no puede ver a Dios; entra en la eternidad ciego No es que Dios diga al pecador impenitente (el pecado no es más que una negativa al amor de Dios): “Si no vienes preparado, no quiero que te me acerques. ¡Largo de aquí para siempre!” No. El hombre que muere sin amor de Dios, o sea, sin arrepentirse de su pecado, ha hecho su propia elección. Fue él quien, consciente y lúcidamente, rechazó de un manotazo la amante invitación que Dios le ofrecía.
Lo primero será, pues, conocer todo lo que podamos sobre Dios, para poder amarlo, mantener vivo nuestro amor y hacerlo crecer. Volviendo a nuestro imaginario galeno: si ese joven no hubiera visto el periódico donde aparecía la chica, resulta evidente que nunca habría llegado a amarla. No podría haberse enamorado de quien ni siquiera sospechaba su existencia. E, incluso, si después de ver su fotografía, el joven no le hubiera escrito y por la correspondencia conocido sus virtudes y su personalidad, la primera chispa de interés nunca se habría hecho fuego abrasador.
Ésa es la razón por la cual nosotros “estudiamos” a Dios y lo que Él nos ha dicho de Sí. Ésa es la razón por la cual recibimos clases de catecismo en la infancia y cursos de religión en la juventud y madurez. Por esa razón atendemos a las homilías los domingos y leemos libros y folletos doctrinales, asistimos a círculos de estudio, seminarios y conferencias. Son parte de lo que podríamos llamar nuestra “correspondencia” con Dios. Son parte de nuestro esfuerzo por conocerlo mejor para que nuestro amor por Él pueda crecer y fructificar.
Pero no basta conocer para amar. Existe un termómetro infalible para medir nuestro amor por alguien, y es hacer lo que agrada a la persona amada, lo que le gustaría que hiciéramos. Volviendo al ejemplo de nuestro mediquillo: si, a la vez que dice amar a su novia y querer casarse con ella, se dedicara a derrochar su tiempo y dinero en prostitutas y borracheras, sería un hipócrita de cuerpo entero. Su amor no sería veraz si no tratara de ser la clase de persona que ella querría que fuese, si no pusiera en práctica las recomendaciones que ella le sugiere en sus cartas.
Análogamente, hay una sola forma de mostrar nuestro amor a Dios, y que consiste en hacer lo que Él quiere que hagamos, siendo la clase de persona que Él dispuso que fuéramos. El amor a Dios no está sólo en los sentimientos. Amar a Dios no significa que nuestro corazón deba dar brincos cada vez que pensamos en Él; eso no es esencial. El amor a Dios reside en la voluntad. No es por lo que sentimos sobre Dios, sino lo que estamos dispuestos a hacer por Él, como probamos nuestro amor a Dios.
Mientras más amemos a Dios aquí, tanto mayor será nuestra dicha en el cielo. Aquel que ama a su prometida sólo un poco, será dichoso al casarse con ella. Pero otro que ame más a la suya será más dichoso que el primero en la consumación de su amor. Del mismo modo, al aumentar nuestro amor a Dios (y nuestra obediencia a su voluntad) aumenta nuestra capacidad de ser felices en Dios.
Así, pues, aunque es cierto que cada uno de los que están en el cielo es totalmente dichoso, también es verdad que unos poseen mayor capacidad de dicha que otros. Para utilizar un ejemplo antiguo: un pequeño dedal y un barril pueden estar ambos llenos, pero el barril contiene más agua que el dedal. O también, si cinco individuos contemplan una pintura famosa todos están pasmados ante el cuadro, pero cada uno en grado distinto, dependiendo de su conocimiento y sensibilidad pictóricos.
Todo esto es lo que el catecismo enseña al decir: “¿Para qué te ha creado Dios?”, a lo que contesta diciendo: “Para conocerlo, amarlo y servirlo en esta vida”. Esa palabra de en medio, “amar”, es la palabra clave, la esencial. Pero el amor no se da sin previo conocimiento, pues hay que conocer a Dios para poder amarlo. Y no es amor verdadero el que no se traduce en obras: haciendo lo que al amado le complace.
Antes de terminar, interesa mucho tener en cuenta que Dios no nos deja abandonados a nuestra humana debilidad en este asunto de conocerlo, amarlo y servirlo. No se ha limitado a ponernos un instructivo en las manos y dejar que nos arreglemos con su interpretación lo mejor que podamos. Dios ha enviado a “Alguien” para que nos dé la fuerza interior y para ilustrar lo que debemos saber en orden a nuestro destino eterno. Dios ha enviado ni más ni menos que a su propio Hijo, el Verbo eterno, que vino a la Tierra para darnos la Vida que hace posible nuestra felicidad sobrenatural, y para enseñarnos el Camino y la Verdad con su palabra y ejemplo.

El Hijo de Dios hecho hombre, Jesucristo Nuestro Señor, subió al cielo el jueves de la Ascensión, y no tenemos ya más entre nosotros su presencia física y visible. Sin embargo, ideó el modo de permanecer aquí hasta el final de los tiempos. Con sus doce Apóstoles como núcleo y base, Jesús se modeló un nuevo tipo de Cuerpo. Es un Cuerpo Místico más que físico por el que permanece en la Tierra. Las células de su Cuerpo son personas en vez de protoplasma. Su cabeza es Jesús mismo, y el alma es el Espíritu Santo. La voz de este Cuerpo es el mismo Cristo, quien nos habla íntimamente para enseñarnos y guiarnos. A este cuerpo, el Cuerpo Místico de Cristo, que continuará la misión salvadora por todos los siglos y en todas las partes, lo llamamos Iglesia. La Iglesia enseña la Verdad y muestra el Camino. Pero la Iglesia también tiene -es el mismo Señor que continúa en Ella- la Vida del Redentor. No sólo nos ayuda “desde fuera”, como un maestro de la Tierra, sino que nos da la nueva vida, vida de Cristo, para poder unirnos con Él algún día.

miércoles, 24 de octubre de 2012

La fe es cristiana


La certeza de que Jesús vive, continúa en la Iglesia y constituye el mensaje central de la fe cristiana
El gran misterio central de toda la fe es que Jesús de Nazaret es el Hijo de Dios. La fe es cristiana, porque es fe en Cristo. A Dios nadie le ha visto, y lo que los hombres conocen de Dios -aparte el conocimiento natural de la razón como Ser supremo y necesario- lo conocen a través de Cristo, que atestigua conocerle: «Nadie conoce quién es el Hijo, sino el Padre y quién es el Padre, sino el Hijo, y aquél a quien el Hijo quisiera revelárselo» (Lc. 10, 22). Por tanto, el conocimiento del Padre es una revelación del Hijo.
Pero los discípulos se fiaron de las enseñanzas de Jesús, porque reconocieron que era -el Hijo de Dios: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo» (Mt. 16, 16). Así se puede decir que el misterio de Cristo es el centro de la fe católica. De Cristo procede la luz de nuestra fe en todos sus aspectos.

LOS APÓSTOLES FUERON DESCUBRIENDO POCO A POCO EL MISTERIO DE CRISTO
Los Apóstoles convivieron con Jesús, y desde el comienzo quedaron impresionados por su extraordinaria personalidad. Pero sólo poco a poco fueron descubriendo la enorme magnitud del misterio que tenían delante.
Es natural que no pudieran sospechar en un principio que, Aquél a quien veían y oían, que era como uno de ellos, aunque con un algo que les superaba ampliamente, era Dios hecho hombre. Por eso, San Juan llega a decir cuando ya conoce la verdad, como lleno de sorpresa: «Lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que contemplamos y palparon nuestras manos tocante al Verbo de Vida» (1 Jn. 1, l). Con estas palabras quiere decir: que oye una voz de hombre, ve un cuerpo de hombre, como el suyo, pero que ese hombre es también el Verbo de Vida: Dios.
Los Apóstoles siguieron a Jesús porque, movidos por el Espíritu Santo, sintieron una llamada divina.
Asimismo se ve cómo ante la crucifixión del Señor huyeron, no sólo por temor a morir, sino también porque desconfiaron del poder del Señor, y no acababan de comprender que hubiese de sufrir la derrota de la muerte, pues esperaban que rescataría a Israel; pensaban que era sólo un «varón profeta, poderoso en obras y palabras ante Dios y ante el pueblo» (Lc. 24, 19).
Al resucitar Jesús, comprenden la realidad del Dios-Hombre. La expresión más frecuente que utilizan desde entonces para nombrarle es: «Es el Señor». Esta expresión, Señor, la empleaban los judíos exclusivamente para nombrar a Dios.
Este conocimiento de Jesús como Dios sería perfeccionado por el Espíritu que Jesús les comunica, sobre todo a partir de Pentecostés.
Habéis muerto y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios.

LA FE DE LA PRIMITIVA IGLESIA
San Pablo, en el capítulo 15 de la primera carta a los Corintios, recuerda la fe que él mismo recibió, ha predicado y los corintios han aceptado: que Cristo murió y resucitó.
Esta doctrina la «ha recibido», sobre todo, de su encuentro personal con Jesús en el camino de Damasco, pero también de la comunidad cristiana de Antioquía, que la recibió, a su vez, de la de Jerusalén.
Cuando el Apóstol escribe esta carta, unos veinticinco años después del acontecimiento de la Resurrección, se está muy cerca de los sucesos narrados. Son testigos los Apóstoles, más de quinientos hermanos y él mismo, que tuvo la experiencia de Jesús resucitado.
Esta es, por tanto, la Buena Noticia que el Cristianismo transmite a los hombres desde hace veinte siglos. El «credo» más antiguo de la Iglesia se puede resumir, siguiendo las palabras de San Pablo, del siguiente modo:
- Cristo murió. La muerte de Cristo es un hecho histórico indiscutible. Se añade que por nuestros pecados, según las Escrituras para expresar el valor salvador que tiene la muerte del Señor.
- Cristo fue sepultado.
- Resucitó al tercer día. Por ello, desde ese momento, Jesús vivo actúa en la comunidad de los creyentes.
- Cristo se apareció a Pedro y a Pablo y a muchos testigos.
Esta certeza de que Jesús vive, continúa en la Iglesia y constituye el mensaje central de la fe cristiana.
LA RESURRECCIÓN DE JESÚS ABRE LA ESPERANZA DEL FUTURO
La Resurrección del Señor no es sólo un hecho que ha afectado a Jesús de Nazaret, sino que abre para el creyente una esperanza del futuro, es decir, del más allá de la muerte personal.
San Pablo quiere dejar claro a aquella comunidad (Corinto), en la que han surgido algunos que no creen en la resurrección de los muertos, que la Resurrección de Jesucristo es prenda de la de cada uno de nosotros (cfr. 1 Cor 15).
«Si los corintios (y, por tanto, todo cristiano) no quieren contradecir y vaciar de contenido la fe que aceptaron y que les hace vivir, la resurrección de los muertos no sólo es posible, sino necesaria. Mirando lo que pasó a Jesucristo, sabremos lo que sucederá a quienes estén incorporados a El: los hombres serán como ya es Cristo en la gloria (… ). En Cristo resucitado se ve bien el destino del hombre. Parece como si San Pablo dijera a los corintios (y a todo cristiano): lo que Dios ha hecho con Jesús, por su Espíritu, resucitándolo de entre los muertos, lo hará también con todos los hombres que le estén unidos Esa es la verdad de los cristianos.»

martes, 23 de octubre de 2012

Recuerda y serás feliz


Si te has levantado de la cama esta mañana… recuerda cuántos no pueden.  Un millón de personas no va a sobrevivir esta semana…
Si nunca has experimentado el peligro de una batalla, la soledad del encarcelamiento, la agonía de la tortura, o la angustia del hambre… recuerda a 500 millones de tus hermanos que lo sufren en este momento.
Si tienes alimentos en la nevera, ropa para ponerte, un techo sobre tu cabeza, y un lugar donde dormir… recuerda que eres mas rico que el 75% de tus hermanos.
Si tienes dinero en el banco, en tu cartera, y cambio en algún lugar de tu casa… estás en el tope del 8% de los ricos del mundo.
Si tus padres siguen casados… esto es algo extraordinario en cualquier parte del mundo.
Si te olvidas de ti mismo y vives para Dios y para tus hermanos, si te acercas a ellos para compartir tus riquezas espirituales y materiales, has encontrado la felicidad más grande. 
Si puedes leer este mensaje, eres dichoso pues tienes vista. Comparte tu dicha. Alaba a Dios y sé agradecido.
Ten un buen día, cuenta tus bendiciones, y compártelas. Comparte también este mensaje.

lunes, 22 de octubre de 2012

María va en busca de Isabel

La Niña Virgen  María camina cuesta arriba por la montaña para encontrarse con su prima y comunicarle el gran secreto divino: ¡El Redentor está entre nosotros!
Por aquellos días partió María y se fue apresuradamente a las montañas, a una ciudad de Judá. Y habiendo entrado en casa de Zacarías, saludó a Isabel. (Le 1, 39-40)
I
Es Ain-Karim el pueblecito de destino.
La Niña Virgen está llena de gozo. Tiene que comunicarlo. Y lo hace a aquella que, por la revelación del ángel, sabe que puede entenderla. Los demás que la rodean no creerían, y sería indiscreto publicar lo que el ángel le ha dicho, de parte de Dios, como un secreto.
Sólo Isabel es, por ahora, la persona a quien puede acercar a Cristo.
Y Cristo va con la Niña Virgen. Nadie lo sabe. Los viajeros de los caminos sólo ven una niña. Incorporada a una caravana, confundida entre los camellos y las gentes, a solas con su secreto gozoso.

Va con prisa.
Hace un camino de montaña, impulsada por el amor y la alegría. Una niña es el primer apóstol de Cristo Discreta, sin ruido, sin llamar la atención. Pisando los caminos trillados por los hombres. Como una más.
Lleva en el fondo de su corazón el gran secreto del Cielo. Hija de David, con sangre de Reyes, y vestida como las demás muchachas de su pueblo. ¿Será el gozo rebosante lo que la hace andar ligera?
¡El Redentor ya está con nosotros! Sólo ella lo sabe. El esperado por miles de años acaba de llegar. ¡Hay que comunicarlo! No importa que por el momento únicamente se pueda decir a una persona, ni que esté a tres días de camino, allá en las montañas de Judea. Tampoco que la mensajera sea una niña. ¡Hay que comunicarlo! Y la niña se pone en camino. Con diligencia.
II
Y el camino se viste de fiesta a su paso. Es la primavera siria, tan rotunda y explosiva. Ya han cesado las lluvias, ya han brotado las flores, ya se llenó todo de fecundidad y belleza. Es la época del brote de las vides, que regalan el verdor de sus sarmientos recientes a la alegría de toda la campiña. A lo lejos, más allá de las viñas lejanas, las montañas azules. Y un cielo limpio, muy limpio, que llena aún más de serenidad y alegría.
Por el camino de tierra, con viejísimas huellas de pezuñas de camellos cargados con todos los afanes, anda de prisa María. Este viaje es un ejemplo para todas las generaciones que después la vamos a llamar bienaventurada: Ir, por un camino de montaña, hacia arriba, y de prisa, cuando alguien nos necesita o se tiene algo importante que comunicar a los hombres.
Así es el vivir cristiano, así es la actitud de María, así nos lo enseña el Evangelio, aunque sea hoy difícil encontrar ejemplos vivos entre la vida aburguesada e inútil de muchos que le rezan.
Ponerse en camino, caminar de prisa por una vereda cuesta arriba y larga, dejar la propia casa sin que nadie nos llame o nos ordene, es algo incompatible con el egoísmo múltiple de nuestra época. Este proporciona a cada cristiano, para justificar su paganismo, mil argucias de la razón, por lo que se ha llegado a olvidar que las acciones que llegan al cielo son impuestas por el corazón.
Amamos la suerte de los que se encumbran a las alturas de las montañas; pero cuando intentamos subir, nos parece insoportable la cuesta arriba de la pendiente.
La actitud de la Niña Virgen, en su correr presuroso, nos habla con clara elocuencia. Los negocios de cualquiera de tus jornadas, y las mil preocupaciones o ilusiones que llenan tus días, no te dejan tiempo para pensar siquiera que esa prisa material tuya -si no la sobrenaturalizas-, como el huracán, sólo te hará desembocar en el vacío, salir a la nada.
III
Y crees que tu deber es quedarte en casa -aunque veas a la Niña nazarena dejar la suya-, como si no tuvieses nada que decir a los hombres que te esperan, o como si tu paso por la tierra no tuviera más sentido que el que tiene el de un corderillo, confundido en un rebaño anónimo, que únicamente deja tras sí una nube efímera de polvo.
Pero aplica un poco el oído y el corazón, y desde el silencio de tu palacio escucharás estremeciéndote los suspiros de los que sufren por su ignorancia, en todos los confines de la tierra. Yo sé que no has tenido más remedio que escuchar de vez en cuando, entre los resquicios que involuntariamente han dejado tus cosas, la irrupción de ese murmullo ensordecedor de voces desgraciadas. Ya sé que después ha causado entre amigos solamente los comentarios sobre el malestar del mundo. Pero ¿de qué sirven a los desengañados, a los hambrientos, a los despojados, tus comentarios sociales?
Hace falta cerrar los ojos y los oídos para no descubrir que hay alguien que nos grita y nos llama con desesperadas voces de angustia y agonía. Es a este mundo de nuestro siglo a quien nosotros hemos de llevar de nuevo a Cristo.
Un mundo enfermo de un mal, cuyos síntomas coinciden en señalar una catástrofe o una vuelta al salvajismo o a la barbarie. Un mundo que se desmorona como un edificio viejo, con grietas que a cada hora se hacen más profundas; un mundo que si en la Visitación puede estar representado por Isabel, en cuanto ella tenía una necesidad y una esperanza, María debe estarlo, en nuestras horas, por ti y por mí, que hoy más que nunca debemos ponernos en camino, con la misma prisa con que se puso entonces la Señora 1.
Un camino que será también cuesta arriba, hacia la montaña, y en el que, igualmente, habrá que dejar a la espalda un blando y sosegado plan de vida en el valle.
Y la Niña Virgen sigue su camino, presurosa. Corre y corre. Incesante.

viernes, 19 de octubre de 2012

Un privilegio: ser misionero

Dios quiere que yo le ayude a llevar la buena nueva de la salvación a mis hermanos
 
Un privilegio: ser misionero
Un privilegio: ser misionero
¿Qué le pasa al mundo?

Una de los juegos más agradables que podemos hacer es observar. Sentarnos y pretender no formar parte del mundo que nos rodea. ¿Qué vemos? ¿Qué descubrimos? Quizá haya un camino de industriosas hormigas llevando alimento y moviéndose como en un periférico lleno de tráfico o descubrimos una brisa cálida que mece las hojas de los árboles o sencillamente un grupo de niños juega y grita. Si nos mantenemos al márgen de todos ellos parece que no existimos y que cada uno tiene una tarea importante o divertida, hasta el viento parece concentrado en su trabajo de mover hojas. Cada cuál juega un papel en su pequeño gran mundo. ¿Te imaginas el día que los pájaros decidieran no cantar o el viento no soplar? Imposible, afirmarás, y tienes razón. La creación entera tiene una razón de ser. La naturaleza alaba a Dios simplemente siendo eso para lo que fue creada. ¿Y yo?

Debemos aprender

Dios nos ha amado desde toda la eternidad:
“Dotada de un alma “espiritual e inmortal”, la persona humana es la única criatura en la tierra a la que Dios ha amado por sí misma. Desde su concepción está destinada a la bienaventuranza eterna.” CIC 1703

Piensa qué maravilloso es esto. Existir porque Dios me ama a mí, con mi nombre y apellido. Cada uno de nosotros es amado por Dios en particular. No nacemos nada más porque así se dio por la continuidad de la especie, sino por el amor personal con que Dios quiso crearme. Y como ves, nos quiso crear para la bienaventuranza eterna, es decir, para que vayamos al cielo, para que allí vivamos felices y por toda la eternidad en su presencia.

Tenemos una vocación, un llamado de Dios. Ese llamado de Dios es universal para todos los hombres: ir al cielo. ¿Sabías que todos los que van al cielo son santos? Entonces podemos decir que Dios nos llama a la santidad.

Hasta aquí, todo suena muy bien. Pero los hombres no somos como las hormigas o el viento que alaban a Dios constantemente. Los hombres estamos llamados, invitados, pero no obligados. Tenemos una libertad que nos permite escoger amar a Dios y ser felices o no amar a Dios. No todos los hombres han escogido la bienaventuranza eterna. Dios ideó un plan de redención para ayudarnos. Un plan para salvar a los hombres. Jesús ha entregado su vida para realizar este plan. Él quiere que libremente aceptemos esta salvación y quiere que le ayudemos en esta hermosa tarea: salvar hombres. Unos a otros nos ayudamos, contamos con la gracia de Dios. Amamos a Dios cuando amamos a nuestros hermanos.

Estamos aquí porque esta invitación de Dios tiene en este momento un matiz muy especial. Dios quiere que yo le ayude a llevar la buena nueva de la salvación a mis hermanos. Hoy, el mensaje de Cristo depende del amor, la fe y la esperanza con que yo decida hacerlo mío y comunicarlo a los demás.

Jesús se quiere valer de mí para que le ayude a salvar almas. ¡Qué gran amor y confianza me tiene! La forma de agradecerle esta vocación es siendo muy fiel a su amor.

¿Qué le voy a contestar a Dios? ¿Cómo voy a responder a la confianza que Él está depositando en mí?

No permitas que la grandeza de la misión te asuste. Ciertamente es un camino que parece rebasarnos, pero Jesús no nos manda solos. Cuando nos pide algo, siempre va con nosotros. Él quiere que hagamos las cosaspor Él, pero siempre conÉl y en Él. Vamos a aprender a escuchar a Cristo, pero sobre todo vamos a aprender a vivir muy unidos a Él.

Este curso nos dará algunas herramientas básicas para que podamos ser misioneros, por eso es importante participar activamente. La vida de un misionero depende de la relación Amorosa entre Dios y la persona. Se trata de vida misionera, amor vivo y activo a Dios Nuestro Señor.

Propósito

Vamos a poner un propósito: visitar a Jesús Eucaristía y preguntarle qué quiere de mí. Pídele que te enseñe a amar y a dejarte amar por Él.

Algo que no debes olvidar

- Dios nos ama desde toda la eternidad
- La vocación universal es a la felicidad eterna, es decir la salvación de todos los hombres
- Dios tiene un plan de salvación. Me invita a ayudarlo a salvar hombres.
- Jesús prometió estar siempre conmigo.
- El misionero ama a Dios en sus hermanos.

miércoles, 17 de octubre de 2012

La duración de los noviazgos


Es correcto planear y adquirir lo necesario para llevar una vida familiar digna, pero esto no debe ser el pretexto para retrasar indefinidamente un compromiso.
Se está volviendo a poner de moda el que la gente se case, pero dentro de la línea de la sociedad de consumo, lo que trae como consecuencia el que muchos se casen tarde y mal. No es insólito el que se oigan comentarios de este porte: « ¡Quién lo iba a decir! Fulanito y Zutanita después de catorce años de noviazgo se casan y al año se separan. No será porque no tuvieron tiempo de conocerse.» Por supuesto, tuvieron tiempo de conocerse y de aburrirse de tanto conocerse. Cuando el noviazgo se alarga demasiado, para lo único que sirve es para coger mañas.
 
Cada caso es un caso en esto de la duración del noviazgo, pero el más frecuente, hoy en día, es que los novios necesitan tener tantas cosas para casarse, que cuando las consiguen ya no les quedan fuerzas para lo principal: quererse, crear una familia, educar a los hijos y educarse ellos mismos en la interesante aventura de perseverar en el amor. Para enamorarse de una encantadora joven de dieciocho años, o viceversa, sirve cualquiera. Para seguir enamorado cuarenta años después hace falta, además, cierta dosis de inteligencia.
 
Dada mi afición a escribir novelas que me obligan a adentrarme en el pasado, he podido constatar cómo, según discurren los siglos, se retrasa la edad para contraer matrimonio. En tiempos del Cid Campeador -siglo XI- los caballeros se casaban siendo donceles y las doncellas a los doce o trece años, apenas alcanzada la pubertad. Por supuesto no tenían problemas de piso. La gente del pueblo se alzaba una casa en poco más de un mes con ayuda de los vecinos; entonces para vivir sólo precisaban de cuatro paredes y un tejado. El suelo era de tierra apisonada y no tenían fontanería, ni electricidad, ni las diversas tomas de tantos artilugios como se concitan en los modernos habitáculos de la actual sociedad de consumo.
 
Cuatro siglos después, en el XVI, las cosas no han cambiado demasiado y, a lo más, la edad de matrimoniar se retrasa en un par de años. La madre de Teresa de Jesús, la encantadora doña Beatriz de Ahumada, casó de trece años y alcanzó a tener diez hijos. Catalina de Aragón, la que con el tiempo fuera esposa legítima del temible Enrique VIII de Inglaterra, había casado previamente con el hermano mayor, el príncipe Arturo, ambos rondando los quince años, y produjo gran asombro que no lograran consumar el matrimonio, lo que atribuyeron a enfermedad del príncipe, que murió un año después. En el siglo XIX la cosa se mantiene dentro de unos términos razonables y las doncellas casan de diecisiete, dieciocho o, como mucho, de diecinueve años. La debacle se produce mediado el siglo XX, en el que con pocos lustros de diferencia tanto se demoran los matrimonios -una media de diez años- que las doncellas tienen muy pocas posibilidades de seguir siendo tales cuando lo contraen. Las cosas claras.
 
¿Por qué se alargan tanto los noviazgos y se demoran los matrimonios? Porque hoy en día los contrayentes entienden que el cariño, para que no se marchite, debe estar debidamente enmarcado; piso, coches, televisor, vídeo, cadena musical, viaje de novios transoceánico y suma y sigue. Consecuencia: presupuestos millonarios para la celebración y para su posterior mantenimiento.
 
-¿Y usted a qué edad se casó?
 
-Pues yo, amable lectora, me casé de veintitrés años y mi prometida tenía dos menos. De viaje de novios nos fuimos a El Escorial y luego nos acomodamos en un piso viejo, de renta antigua; en eso tuvimos suerte, pero como no disponía ni de ascensor, ni calefacción, ni nevera, ni nada de nada, hay que reconocer que vivíamos por cuatro perras gordas. Comprendo que las cosas han cambiado, pero aquella carencia tenía su encanto. Ibas accediendo al disfrute de las cosas poco a poco. El primer coche utilitario, el primer viaje al extranjero, la primera vez que salías a cenar a un restaurante, los primeros veraneos en la playa. Y, por supuesto, la primera vez que hacías el amor con tu novia que ya era tu esposa.
 
-¿Pero qué dice usted?
 
-Por favor no se ofenda. Entonces los noviazgos eran más cortos y más controlados. No digo que saliéramos con carabina, pero tampoco se nos daban tantas facilidades. Ahora esos noviazgos tan largos, con salidas nocturnas hasta altas horas de la madrugada, con viajes colectivos en los que no por eso las parejas dejan de estar individualizadas… En fin, qué le voy a contar que usted no sepa.
 
-Le veo a usted un poco pesimista.
 
-No quisiera. Pero insisto en que conviene llegar al matrimonio con un buen bagaje de ilusiones y no irlas desgajando durante el noviazgo. Y, por supuesto, con cierto espíritu de sacrificio. A los novios que se acostumbran a un noviazgo largo, ambos con coche a la puerta, cenas en restaurantes de moda, esquí navideño en los Alpes y vacaciones en el Caribe, cada vez les cuesta más dar el paso al frente.
 
-¿No estará usted exagerando un poco?
 
-Eso espero.

martes, 16 de octubre de 2012

TRES ÁRBOLES SUEÑAN


[Tetschen Altarpiece (detalle) de Caspar David Friedrich]
Érase una vez, en la cumbre de una montaña, tres pequeños árboles amigos que soñaban en grande sobre lo que el futuro deparaba para ellos.

El primer arbolito miró hacia las estrellas y dijo: "Yo quiero guardar tesoros. Quiero estar repleto de oro y ser llenado de piedras preciosas. Yo seré el baúl de tesoros mas hermoso del mundo".
El segundo arbolito observó un pequeño arroyo en sus camino hacia el mar y dijo: "Yo quiero viajar a través de mares inmensos y llevar a reyes poderosos sobre mi. Yo seré el barco mas importante del mundo".
El tercer arbolito miró hacia el valle y vio a hombres agobiados de tantos infortunios, fruto de sus pecados y dijo: "Yo no quiero jamas dejar la cima de la montaña. Quiero crecer tan alto que cuando la gente del pueblo se detenga a mirarme, levantarán su mirada al cielo y pensaran en Dios. Yo seré el árbol mas alto del mundo".
Los años pasaron. Llovió, brilló el sol y los pequeños árboles se convirtieron en majestuosos cedros. Un día, tres leñadores subieron a la cumbre de la montaña. El primer leñador miró al primer árbol y dijo: "¡Qué árbol tan hermoso!", y con la arremetida de su brillante hacha el primer árbol cayó. "Ahora me deberán convertir en un baúl hermoso, voy a contener tesoros maravillosos", dijo el primer árbol.
Otro leñador miró al segundo árbol y dijo: "¡Este árbol es muy fuerte, es perfecto para mi!". Y con la arremetida de su brillante hacha, el segundo árbol cayó. "Ahora deberé navegar mares inmensos", pensó el segundo árbol, "Deberé ser el barco mas importante para los reyes mas poderosos de la tierra".
El tercer árbol sintió su corazón hundirse de pena cuando el último leñador se fijó en el. El árbol se paró derecho y alto, apuntando al cielo. Pero el leñador ni siquiera miró hacia arriba, y dijo: "¡Cualquier árbol me servirá para lo que busco!". Y con la arremetida de su brillante hacha, el tercer árbol cayó.
El primer árbol se emocionó cuando el leñador lo llevó al taller, pero pronto vino la tristeza. El carpintero lo convirtió en una mero pesebre para alimentar las bestias. Aquel árbol hermoso no fue cubierto con oro, ni contuvo piedras preciosas. Fue solo usado para poner el pasto.
El segundo árbol sonrió cuando el leñador lo llevó cerca de un embarcadero. Pero no estaba junto al mar sino a un lago. No habían por allí reyes sino pobres pescadores. En lugar de convertirse en el gran barco de sus sueños, hicieron de el una simple barcaza de pesca, demasiado chica y débil para navegar en el océano. Allí quedó en el lago con los pobres pescadores que nada de importancia tienen para la historia..
Pasó el tiempo y una noche, brilló sobre el primer árbol la luz de una estrella dorada. Una joven puso a su hijo recién nacido en aquel humilde pesebre. "Yo quisiera haberle construido una hermosa cuna", le dijo su esposo... La madre le apretó la mano y sonrió mientras la luz de la estrella alumbraba al niño que apacible dormía sobre la paja y la tosca madera del pesebre. "El pesebre es hermoso" dijo la madre y, de repente, el primer árbol comprendió que contenía el tesoro mas grande del mundo.
Pasaron los años y una tarde, un gentil maestro de un pueblo vecino subió con unos pocos seguidores a bordo de la vieja barca de pesca. El maestro, agotado, se quedó dormido mientras el segundo árbol navegaba tranquilamente sobre el lago. De repente, una impresionante y aterradora tormenta se abatió sobre ellos. El segundo árbol se llenó de temor pues las olas eran demasiado fuertes para la pobre barca en que se había convertido. A pesar de sus mejores esfuerzos, le faltaban las fuerzas para llevar a sus tripulantes seguros a la orilla. ¡Naufragaba!. ¡que gran pena, pues no servía ni para un lago!. Se sentía un verdadero fracaso. Así pensaba cuando el maestro, sereno, se levanta y, alzando su mano dio una orden: "calma". Al instante, la tormenta le obedece y da lugar a un remanso de paz. De repente el segundo árbol supo que llevaba a bordo al rey del cielo, tierra y mares.
El tercer árbol fue convertido en sendos leños y por muchos años fueron olvidados como escombros en un oscuro almacén militar. ¡Qué triste yacía en aquella penuria inútil, qué lejos le parecía su sueño de juventud!
De repente un viernes en la mañana, unos hombres violentos tomaron bruscamente esos maderos. El tercer árbol se horrorizó al ser forzado sobre las espaldas de un inocente que había sido golpeado sin misericordia. Aquel pobre reo lo cargó, doloroso, por las calles ante la mirada de todos. Al fin llegaron a una loma fuera de la ciudad y allí le clavaron manos y pies. Quedo colgado sobre los maderos del tercer árbol y, sin quejarse, solo rezaba a su Padre mientras su sangre se derramaba sobre los maderos. el tercer árbol se sintió avergonzado, pues no solo se sentía un fracasado, se sentía además cómplice de aquél crimen ignominioso. Se sentía tan vil como aquellos blasfemos ante la víctima levantada.
Pero el domingo en la mañana, cuando al brillar el sol, la tierra se estremeció bajo sus maderas, el tercer árbol comprendió que algo muy grande había ocurrido. De repente todo había cambiado. Sus leños bañados en sangre ahora refulgían como el sol. ¡Se llenó de felicidad y supo que era el árbol mas valioso que había existido o existirá jamás pues aquel hombre era el rey de reyes y se valió de el para salvar al mundo!
La cruz era trono de gloria para el rey victorioso. Cada vez que la gente piense en él recordarán que la vida tiene sentido, que son amados, que el amor triunfa sobre el mal. Por todo el mundo y por todos los tiempos millares de árboles lo imitarán, convirtiéndose en cruces que colgarán en el lugar mas digno de iglesias y hogares. Así todos pensarán en el amor de Dios y, de una manera misteriosa, llegó a hacerse su sueño realidad. El tercer árbol se convirtió en el mas alto del mundo, y al mirarlo todos pensarán Dios.


lunes, 15 de octubre de 2012

¡Ya tengo novio!


Los seres humanos somos los únicos que podemos facilitar el encuentro con los otros y los únicos que nos enamoramos de una forma totalmente consciente, y personal. ¿Cómo llevar un buen noviazgo? 
"El amor mueve al sol y a las demás estrellas". Dante
 
Una de las épocas de mi vida que recuerdo con más nostalgia, es aquella a partir de los trece años cuando empezaba a ser testigo del inicio de las relaciones de noviazgo entre mis compañeras de colegio. Me encantaba oír las historias de cada una con las declaraciones de amor que les hacían los chicos. Algunas hablaban de tener solo unos días de ser novios, otras celebraban meses, mientras yo esperaba y esperaba a que eso sucediera mágicamente en mi vida. ¡Yo también quería tener un novio! ¿Cómo podrías definir tú la palabra noviazgo? El noviazgo querida amiga, es un tiempo de conocimiento mutuo y de trato más profundo entre un hombre y una mujer con vistas al matrimonio. Generalmente cuando apenas se está entrando en la juventud, el matrimonio no es algo en lo que se piensa y sólo te lanzas a la aventura del amor. Por esto, se hace muy importante que aunque tengas 15, 16 o 17 años y el primer amor toque a tu puerta te encuentre preparada, informada y con la madurez necesaria desde tus cortos años para que esta experiencia sea lo que realmente tiene que ser: el primer encuentro de tu intimidad con alguien que no es de tu mismo sexo y además te atrae . Ese encuentro, que deberá ayudarte a conocerte a tí misma y aprender a pensar con rigor para que no pases de la confianza a los celos y sea una verdadera experiencia de crecimiento como mujer, lejos de una experiencia de inestabilidad interior y tormento.
 
Intimidad
 
La palabra intimidad deberás entenderla como esa zona espiritual reservada a una persona. Tiene su origen en el vocablo latino intimus, que es superlativo de inter. La intimidad siempre hace referencia a las personas, a los seres pensantes como tú y yo que somos los únicos que tenemos un "yo" y con una conciencia de ser únicos e irrepetibles. La intimidad es el núcleo oculto de cada persona, donde se toman las decisiones más propias e intransferibles. Cuando tenemos un amigo especial o una amiga con quien compartimos todo, estamos aplicando el adjetivo intimidad ya que conoce cosas nuestras que no comentaríamos con nadie más. Cuando te enamoras la relación ya no es superficial sino "íntima" y por lo mismo es importante que también conozcas el concepto del amor.
 
¿Qué es el amor?
 
Los seres humanos, amiga mía somos los únicos que podemos facilitar el encuentro con los otros. También somos los únicos que nos enamoramos de una forma totalmente consciente, y personal. No sucede lo mismo con los perros o los gatos ya que ellos no piensan por sí mismos, quieren, comprenden y deciden. Pero, ¿qué es el amor? . Quisiera darte una definición clara, precisa y que se quedará grabada para siempre en tu memoria del maravilloso misterio que se esconde tras la palabra amor. Como esté dentro de tí- la raíz del amor-, decía San Agustín, ninguna cosa sino el bien podrá salir de tal raíz.. Estar enamorada es convertirse en un bien para el otro.
 
El Dr. Pedro Juan Villadrich, Director del Instituto de Ciencias para la Familia de la Universidad de Navarra, se expresa de la siguiente forma: "Amar algo o a alguien significa dar por bueno, llamar bueno a ese algo o a ese alguien. Ponerse de cara a él y decirle: Es bueno que existas, es bueno que estés en el mundo siendo precisamente lo que eres, pues en lo que eres, eres estimable, amable, y te apruebo. El amor amiga, es un movimiento de tu voluntad activo, vivo, constructor, edificador, creativo y que SIEMPRE buscará hacerse el bien en la vida de ese chico que hoy ocupa u ocupará tu corazón.
 
Enamorarse pues, será empezar a ejercitar esa capacidad espiritual e inteligente de hacer el bien, a través de tus actos a ese otro que tu corazón ha elegido y que yace en el alma misma, en el interior de cada una. No quiere decir que perderás tu identidad y ya no serás capaz de gobernar tu voluntad; tampoco será poner a ese chico en la cúspide de tu corazón de una manera desordena . Al contrario, tu personalidad se verá enriquecida porque es alguien a quien tu ayudas a crecer y a su vez te ayuda a crecer. Tendrá un lugar especialísimo pero con la coherencia de no venir a reemplazar por ejemplo, el amor de tus padres. El amor, a tu edad es hermoso, pero también es nuestra primera prueba para aprender a ser inteligentes en las relaciones humanas.¿Podrías reflexionar pausadamente en torno a esto?
 
Conocerse y aprender
 
Tu primer noviazgo será una de las aventuras más inolvidables y memorables de tu vida. Ese primer sentir que tu corazón palpita, el percibir que a él lo miras diferente, los momentos de soledad que se buscan para "pensar" por primera vez en alguien de manera definida. Subirás por momentos como la espuma hasta tocar el cielo; otros caerás como cuando lo hace un fruto maduro. A veces todo será luz, alegría, júbilo, nerviosismo, pero en otras ocasiones sentirás las primeras punzadas que trae la indiferencia del amado o las peleas por que hay puntos de vista diferentes así como la angustia de perderle.
 
Es normal
 
Todo esto, es normal, pero sobre todo es la materia prima que necesitas(el palpitar del corazón, la inseguridad, las peleas) para conocerte y recorrer el camino sabio y misterioso del amor. Tu relación pues, deberá ayudarte a vivir de una manera creativa, a mejorarte como persona y a querer el bien para el otro. Pues el amor es hacerse siempre el bien para el amado. Es aprender a dar respuesta ante los momentos difíciles que construyen y hacen sólida una relación. Por ejemplo: Alguna vez tu novio no tendrá tiempo de dedicarte un fin de semana, ¿cuál sería la actitud correcta? ¿será bueno empezar a darle vueltas a la imaginación y llenarse de rabia?
 
La actitud correcta desde ti deberá ser de madurez. La persona que esta en vías de crecimiento a adulto, va madurando a medida que va ejercitando el control de sí misma, de sus emociones y de sus propios quereres. Por lo tanto, si tu novio no puede dedicarte un fin de semana y conociendo que estás en una escuela de aprendizaje a vivir un noviazgo que construye, puedes repetirte a ti misma: no pasa nada. Comprendo, ya no s veremos el próximo fin de semana. Eso sí, lo esperaré con muchas más ganas. ¿Te das cuenta como una actitud así te hace crecer como mujer y edifica tu relación? Al contrario si das vuelta a la imaginación, tu comportamiento sería algo así: si no estás este fin de semana conmigo, olvídate de mí. Esto nos da a entender que hay mucha inmadurez de tu parte y síntomas de posesión del otro demasiado marcados.
 
Una verdadera experiencia
 
Cuando se ama, no se intenta poseer o manipular al otro. Al contrario, se afirma constantemente a la persona, se hace un esfuerzo por conocerle y sobre todo se le sigue respetando su libertad. Tener novio, no significa que el, pasará a ser tu propiedad o que toda tu vida girará en torno a lo que diga y haga. Un novio es un amigo, un compañero, un alma afín a la tuya y aquel que tú has elegido para asomarte por primera vez un poco al mundo de los adultos. Amiga, pide sabiduría siempre a Dios para que tu primera experiencia romántica sea uno de los recuerdos más memorables, iluminadores y maravillosos de tu vida. Sobre todo sea la experiencia que te abrió los ojos a ejercitar por primera vez de la forma más libre, tu libertad, voluntad y los valores en tu vida.

miércoles, 10 de octubre de 2012

2°. No tomarás el nombre de Dios en vano: José, su compañero y la blasfemia


José, muchacho de quince años, era obrero electricista. Toda su ilusión era hacerse obrero especialista en electricidad, y además ser hombre de provecho. Trabajaba en un taller, pero ¡qué distinto era el ambiente donde él trabajaba con relación al que había tenido cuando estudiaba en el Patronato!
A pesar de sus solos quince años no era un muchacho que se acobardaba; al contrario, era prudente, pero decidido, audaz. Muy cerca de él trabajaba otro muchacho, Román, joven de veinte años. Tipo chulo, engreído, insultaba a todos y con todos se metía, pero especialmente lo hacía con José. Sabía que éste era un muchacho formal, recto y cristiano. Siempre que encontraba ocasión le hería con palabras mordaces. José comprendía que Rornán más que un par de bofetadas necesitaba amor y educación. Por eso le aguantaba sus pullas.
Un día, Román lanzó una blasfemia contra Dios por algo que le había salido mal y porque además estaba José delante y podía molestarle. Pero nada más pronunciar Román la blasfemia, José le dio una bofetada; se enzarzaron a puñetazos. Al fin los separaron. Se enteró el director de la empresa de lo ocurrido y llamó a los jóvenes a su despacho. Cuando subían al despacho del director José pensaba que si declaraba que la riña había sido por causa de una blasfemia dicha por Román éste sería despedido de la empresa o se le impondría un fuerte castigo. Y Román tenía madre viuda, a quien él sostenía con su jornal. Y José formó el propósito de callar para no perjudicar a su compañero.
El director era un hombre enérgico y recto. Les afeó su conducta y les preguntó: "¿Quién empezó?". José guardó silencio. Román entonces se atrevió a decir: "Me pegó en la cara y no pude tolerarle". El director juzgó, por el silencio de José, que éste era el culpable.
Cuando José salía del taller le llamó aparte el encargado y le dijo: "Estás tres días suspendido de trabajo y sueldo."
Cuando al día siguiente Román llegó al taller y vio el puesto de José vacío se dio cuenta de su mal comportamiento y reconoció que José era un valiente en salir en defensa del honor de Dios. Comprendió que, de haber hablado José, el despedido hubiera sido él. Román tenía remordimientos. Fue donde el encargado y le preguntó qué castigo le había impuesto a José. El encargado le dijo que estaba suspendido tres días sin trabajo.
Cumplido el castigo, Román esperaba en la puerta del taller. Cuando vio venir a José a reintegrarse a su puesto se le adelantó y, entre avergonzado y conmovido, le pidió perdón. José quedó emocionado ante la sinceridad y humildad de Román, le dio la mano y apretándola con fuerza dijo: "No pienses en aquello. Todo está olvidado."
Román siempre recordó aquella sublime lección de aquel muchacho tan valiente de quince años. Desde entonces jamás volvió a blasfemar y fue para él un buen compañero.
Explicación Doctrinal:
El segundo mandamiento de la Ley de Dios es: "No tomarás el nombre de Dios en vano." Dios es nuestro Creador, nuestro Dueño y Señor. A Él debemos amor, reverencia y respeto.
Si las personas nos exigen que las tratemos con el debido respeto, con muchísima más razón nos exige Dios que su nombre sea pronunciado con respeto. Hay muchas personas que de su boca salen alabanzas al Señor. Su boca se parece a un panal de miel en honor de Dios. Sin embargo, hay otras muchas personas que toman el nombre de Dios sin la debida reverencia.
Pero lo más horrendo del hombre es que, su lengua la use para injuriar y blasfemar el santo nombre de Dios. La blasfemia es un horrendo pecado mortal. También es blasfemar el decir palabras injuriosas graves contra la Virgen y los Santos.
El segundo mandamiento trata también del juramento. Jurar es poner a Dios por testigo de lo que decimos y prometemos.
Cuando juramos con verdad y necesidad, el juramento es bueno Pero jurar con mentira es pecado mortal. Por que es poner a Dios por testigo de nuestra mentira. Jurar con justicia es también poner a Dios por testigo de que se cumplirá lo prometido en una cosa buena.
Norma de Conducta:
Cuando oiga una blasfemia, reprenderé con dulzura al blasfemo.

martes, 9 de octubre de 2012

LO QUE EL MUNDO NECESITA


Un anciano muy pobre se dedicaba a sembrar árboles de mango.

Alguien le dijo:

¿Cómo a su edad se dedica a plantar mangos.? 
¡Por seguro no vivirá lo suficiente para consumir sus frutos!

El anciano respondió apaciblemente:

Toda mi vida he comido mangos de árboles sembrados por otros.
¡Que los míos den frutos para quienes me sobrevivan!

Habitamos un universo espléndido en el que todo
y todos tienen algo que ofrecer.

Los árboles, ríos, tierra, sol, luna y las estrellas dan. 

¿De dónde, pues, esa ansiedad por tomar, recibir, amasar,
juntar, acumular, sin dar nada a cambio.? 

Todos podemos dar algo, por pobres que seamos. 

Podemos ofrecer pensamientos agradables, dulces palabras, sonrisas 
radiantes, conmovedoras canciones, una mano firme y tantas otras 
cosas que alivian a un corazón herido.

Más que dinero, lo que el mundo necesita es AMOR... y SIMPATÍA.

lunes, 8 de octubre de 2012

Primer Mandamiento: Amarás a Dios: Los tres jóvenes hebreos en el horno


Hizo el rey Nabucodonosor una estatua de oro con el fin de que fuera adorada por todos. Aquel que no la adorara sería echado en un horno encendido. Pero hubo tres jóvenes hebreos llamados Ananías, Asarías y Misael que no se doblegaron ante esta amenaza. El rey se irritó contra ellos y les preguntó por qué no adoraban la estatua de oro.
Los tres hebreos le contestaron serenamente: "Nuestro Dios, al que servimos, puede librarnos del horno, encendido y nos librará de tu mano. Y si no quisiese, sabe, ¡oh rey!, que no adoraremos a tus dioses ni nos postraremos ante la estatua que has alzado." Lleno de ira, Nabuconodosor mandó que se encendiese el horno siete veces otro tanto de lo que encenderse solía, y mandó a hombres muy robustos de su ejército que echasen al horno a Ananías, Azarías y Misael. Fueron atados los tres jóvenes y arrojados en medio del horno encendido, y cayeron atados en medio del horno ardiente, pero las llamas abrasaron a los que les habían echado en él.
Los tres jóvenes, sin sufrir ningún mal, se paseaban en medio de las llamas, alabando a Dios y bendiciendo al Señor. Azarías, puesto en pie, abriendo sus labios en medio del fuego, oró de esta manera: "Bendito seas, Señor, Dios de nuestros padres. Digno de alabanza y glorioso es tu nombre, porque eres justo en cuanto has hecho con nosotros y todas tus obras son verdad, y rectos tus caminos y justos todos tus juicios. Por tu nombre, no nos deseches para siempre, no anules tu alianza, no apartes tu misericordia de nosotros… No nos confundas; antes obra con nosotros según tu bondad y según la grandeza de tu misericordia.
Los ministros del rey, que los habían echado, no cesaban de avivar el horno con pez y sarmientos, hasta levantarse grandes llamas y las llamas irrumpieron abrasando a cuantos caldeos estaban alrededor del horno; pero el ángel del Señor había descendido al horno con Azarías y sus compañeros y apartaba del horno las llamas del fuego y hacía que el interior estuviera como si en él soplara un viento fresco y el fuego no los tocaba absolutamente ni los afligía ni les causaba molestia. Entonces los tres, a una voz, alabaron y glorificaron y bendijeron a Dios en el horno, diciendo: "Bendito tu nombre santo y glorioso, muy digno de alabanza. Bendecid al Señor, todas las obras Señor, cantadle y ensalzarle por los siglos."
Espantado entonces el rey al ver en el horno a cuatro hombres que se paseaban en medio del fuego sin daño alguno, les mandó salir. Tomó entonces la palabra Nabucodonosor y comenzó a alabar a Dios. Y mandó que todo hombre que hablara mal del Dios de Ananías, Azarías y Misael fuera descuartizado y su casa convertida en muladar.
Explicación Doctrinal:
Le preguntó un fariseo, doctor de la Ley de Jesús: "Maestro, ¿cuál es el mandamiento más grande de la Ley?" El le dijo: "Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el más grande y el primer mandamiento." (Mateo, 22.) Dios es nuestro Creador y Señor. El nos ha dado la vida, la inteligencia y la libertad. De Dios dependemos. El lo es todo y nosotros somos nada. Por ser Dios nuestro Creador le debemos amor y adoración. Por eso, el primer mandamiento es el más hermoso de todos.
En la santa Misa es donde rendimos a Dios un culto, el más perfecto de amor y alabanza. Pero durante las horas del día sepamos ofrecerle a Dios nuestras oraciones, trabajos, alegrías y dolores, pues hecho todo a mayor gloria de Dios se convierte nuestra vida en una oración y alabanza continua al Creador. Dios, que todo lo ve, derramará sus bendiciones sobre nosotros.
Norma de Conducta:
Todas las cosas las haré bien, para que sirvan a mayor gloria de Dios.

Oración al Sagrado Corazón de Jesús

Oración al Sagrado Corazón de Jesús para una grave necesidad (rezar por tres días). Oh Divino Jesús que dijiste: «Pedid y recibiréis; b...