El remedio al ateísmo se logrará con la doctrina de la Iglesia convenientemente expuesta y por la integridad de su propia vida y de todos los creyentes.
San Pablo dice a los Romanos:
-Lo cognoscible de Dios es manifiesto entre ellos, pues Dios se lo manifestó; porque desde la creación del mundo, lo invisible de Dios, su eterno poder y su divinidad, son conocidos mediante sus obras. De manera que son inexcusables, por cuanto, conociendo a Dios, no le glorificaron como a Dios ni le dieron gracias, sino que se entontecieron en sus razonamientos, viniendo a oscurecer su insensato corazón; y alardeando de sabios se hicieron necios, y trocaron la gloria del Dios incorruptible por la semejanza de la imagen del hombre corruptible- (1, 18-23)
Las palabras de San Pablo nos ayudan a resumir algunas de las más frecuentes causas del ateísmo en la práctica:
- El orgullo o soberbia. El hombre orgulloso se cree superior e independiente. Dios le estorba porque le limita y se convierte para él en un enemigo.
- Las pasiones desordenadas. Dios sería un freno a la búsqueda incontrolada de placeres. Los que sólo piensan en gozar no quieren tener ningún límite a su egoísmo y, como consecuencia, rechazan a Dios.
Antes de San Pablo, el Libro de la Sabiduría había dicho:
-atendiendo a las obras no reconocieron al artífice (…), pues de la grandeza y hermosura de las criaturas se llega, por analogía, a contemplar a su Autor- (13, 1, 5).
Respuesta de la Iglesia al ateísmo:
-Defiende la Iglesia que el reconocimiento de Dios no se opone en modo alguno a la dignidad del hombre, puesto que esta dignidad se funda en Dios y en El tiene su perfección: el hombre recibe de Dios Creador la inteligencia y libertad que le constituyen libre en la sociedad; pero, sobre todo, es llamado, como hijo, a la comunión misma con Dios y a la participación de Su felicidad. Enseña, además, que la esperanza escatológico en nada disminuye la importancia de los deberes terrenales, cuando más bien ofrece nuevos motivos para el cumplimiento de los mismos. En cambio, cuando faltan plenamente el fundamento divino y la esperanza de la vida eterna, queda dañada gravemente la dignidad del hombre, según se comprueba frecuentemente hoy, mientras quedan sin solución posible los enigmas de la vida y de la muerte, de la culpa y del dolor, tanto que no pocas veces los hombres caen en la desesperación.» (GS, 21)
Sostienen algunos ateos (por ejemplo, los marxistas) que la esperanza en una vida futura aparta al hombre de la necesaria preocupación por las cosas de este mundo. Más bien hay que decir lo contrario: cuando falta el sentido religioso de la vida, el hombre se degrada. Así, la falta de fe religiosa aumenta los homicidios, el alcoholismo, el divorcio, el aborto, el uso de las drogas, el desorden sexual con sus consecuencias, como la violación, etc., pecados todos ellos que no sólo van contra la ley de Dios, sino contra la sana convivencia entre los hombres.
Por otro lado, sólo la fe religiosa da sentido a enigmas como la vida y la muerte, la culpa, el dolor, que no raras veces llevan a la desesperación y al suicidio.
-Hay que llevar un remedio el ateísmo, pero no se logrará sino con la doctrina de la Iglesia convenientemente expuesta y por la integridad de su propia vida y de todos los creyentes. Ciertamente que tiene la Iglesia la misión de hacer presente, visible en cierto modo, a Dios Padre y a su Hijo encarnado, por su incesante renovación y purificación, guiada por el Espíritu Santo. Y esto se obtiene, en primer lugar, con el testimonio de una fe viva y plena, educada precisamente para conocer con claridad las dificultades y superarlas. Un sublime testimonio de esta fe dieron y dan muchísimos mártires. Fe, que debe manifestar su fecundidad penetrando totalmente en toda la vida, aun en la profana, de los creyentes, moviéndolos a la justicia y el amor, especialmente hacia los necesitados. Mucho contribuye, finalmente, a esta manifestación de la presencia de Dios el fraternal amor de los fieles, si con unanimidad de espíritu colaboran en la fe del Evangelio, y se muestran como ejemplo de unidad.- (GS, 21).
Entre los remedios del ateísmo señala el Concilio:
- la exposición adecuada de la doctrina; pues, para que no haya ateos por desconocimiento de la verdad sobre Dios, es necesario que los creyentes conozcan y difundan la verdad;
- que los creyentes lleven una vida íntegra; pues a los hombres, más que las teorías, les convencen los hechos que las confirman;
- el amor a los demás, refrendado por las obras, que será una demostración práctica del amor a Dios.
Los mártires y los santos son un claro testimonio de esa fe consecuente.
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