viernes, 28 de septiembre de 2012

cuarta parte del tema: Los carismas según san Pablo


Algunas anotaciones
- Los carismas son dones que da el Espíritu.
De Él parte la iniciativa, de ese Espíritu que habla al espíritu de todo hombre y hace surgir en él –particularmente cuando vive desde la apertura- dones que no anulan la propia personalidad, sino que la potencia, la enriquece, la purifica, la desbloquea en sus capacidades…
Tienen origen trinitario. “Hay diversidad de carismas, pero el Espíritu es el mismo; diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo; diversidad de operaciones, pero es el mismo Dios que obra en todos”. (1 Co 12, 4-6)
Su origen último está en el Padre, y llevan (en la medida en que los vivimos adecuadamente) el sello de su generosidad.
Nos han sido dados a través de Cristo, aquél que está “en medio de vosotros como el que sirve”
Son dones del Espíritu Santo, que nos envía a la Misión, nos hace salir de nosotros mismos; y a la vez nos hace crecer en comunión
Esto ya da una pista para el discernimiento de carismas, que S. Pablo plantea en la carta a los Corintios: si viene del Espíritu, ha de concordar con el Evangelio, porque –como señalará el evangelio de S. Juan- se trata de ese Espíritu que, viene a recordarnos (hacer pasar por nuestro corazón, para que germine ahí) todo lo de Jesús. Y se verá en la vida.
Este origen trinitario implica ya ese sello de diversidad para la unidad. Nos habla de una unidad más amplia que las propias miras, capacidades… No nos une sólo lo que nos iguala, sino que nos une también lo diverso.
Esa unidad tiene que ver con el amor, con la mutua pertenencia (de nuevo la imagen del cuerpo, y la solidaridad entre los miembros del mismo). El hermano, el compañero, es mi hermano, de alguna manera sus dones se nos han dado a cuantos componemos el grupo. No tendría sentido, pues, verlos como en una rivalidad o competencia.
- Dones gratuitos
El mismo nombre de carismas viene de la misma raíz que la palabra gracia. Son un regalo, una riqueza que Dios hace surgir. No han de entenderse como un privilegio de unos pocos, o como un premio.
Eso implica una actitud de gratuidad, de sencillez en su recepción. Actitud que excluye engreimiento, ambición, envidia… (esas cosas sobre las que Pablo reconviene a los Corintios). Una actitud humildad. “En virtud de la gracia que me fue dada, os digo a todos y a cada uno de vosotros: No os estiméis en más de lo que conviene; tened más bien una sobria estima según la medida de la fe que otorgó Dios a cada cual” (Rom 12, 3)
Humildad que excluye la soberbia y también el apocamiento. Todos hemos recibido dones, y todos los dones son necesarios, tanto los más llamativos o “eficaces” como los más escondidos o aparentemente simples.
Una actitud también de generosidad. Los hemos recibido para ponerlos al servicio del grupo. Generosidad que implica tanto ese ponerlos en actividad al servicio del grupo como también saber recatarse en su despliegue cuando es preciso para el bien del grupo. (¿Qué ocurriría si determinados dones o carismas –para hablar y compartir, para aconsejar, o para liderar- se vivieran sin medida ni control, o sólo atentos a la “realización personal” del que los tiene?)
- Para provecho común (1 Co 12, 7): “para edificación del Cuerpo de Cristo, hasta que llegemos todos a la unidad de la fe y del conocimiento pleno del Hijo de Dios, al estado de hombre perfecto, a la madurez de la plenitud de Cristo” (Ef 4, 12-13)
Ésta es la clave fundamental. Los carismas que recibimos son para crecimiento del grupo. Somos cauce de bendición así para los demás[1]. Por eso han de vivirse –como antes se señalaba- desde esa actitud de servicio al grupo, no desde la búsqueda de autoafirmación o protagonismo, ni tampoco desde el cerrarse en uno mismo.
- “Aspirad a los carismas mejores (1 Co 12, 31).
Los carismas son dones, pero se cultivan. No se trata simplemente de esperar que “caigan del cielo”. La apertura al Espíritu, la profundización en la vivencia cristiana, la formación… son formas de cultivar eso que se nos ha regalado. El don también es tarea. (Como pasa en tantas realidades profundamente humanas: la amistad, por ejemplo)
Por otra parte, llamando a aspirar a los carismas mejores, S. Pablo indica que unos son más valiosos o necesarios. El criterio no va a ser lo llamativo de los carismas (como tendían a buscar los corintios), sino el servicio a la comunidad. Por eso, p. ej., Pablo –que hablaba también en lenguas- dice que es más conveniente la profecía –como palabra que ilumina a la comunidad- que el hablar en lenguas.
Pablo hace referencia a multitud de dones, de naturaleza muy distinta. Algunos son capacidades más o menos extraordinarias (hablar en lenguas, profecía, milagros, sabiduría, curar…). Otros se identificarán con funciones (servicio –diaconía-, gobierno, enseñanza, discernimiento –que también es capacidad-). Y algunos son actitudes: fe, misericordia…
Y el camino mejor, el que da la clave de estos carismas, es el amor (1 Cor 13). Lógico, pues son dones que hace surgir el Espíritu, que es Espíritu de amor.
Si falta el amor, los carismas se malogran, por fuertes que parezcan. Se vacían, como ese metal que sólo resuena y aturde. (1 Cor 13,1). Capacidades, acciones, actitudes… se vacían, si no están arraigados y crecen desde el amor. Amor que está en la fuente del servicio, de la misericordia… De los carismas[2]. Amor que no se reduce a sentimiento, sino que se vive en actitudes, en opciones (creer, esperar, tener paciencia…)
- Carismas para la armonía No es un Dios de confusión, sino de paz… hágase todo con decoro y orden” (1 Co 14, 33.40).
A veces identificamos el Espíritu y su acción como algo exento de cauces, normas… S. Pablo en 1 Cor 14 puede invitar a otra mirada. Ciertamente, “la letra mata, el Espíritu da vida” y “donde está el Espíritu, allí hay libertad”: no son las normas, reglamentos… el apoyo seguro de la vida, sino Dios, su experiencia de amor, la fe en él. Y hay que tener cuidado para que normas, reglamentos, instituciones… no ahoguen el espíritu, no ahoguen la vida.
Pero eso no significa que la experiencia del Espíritu, y sus carismas, sean una especie de “cheque en blanco” para “ir por libre”. Precisamente porque son obra de ese Espíritu que nos hace crecer hacia la unidad, que hace surgir la comunión, de ese Espíritu de amor que es fuente de armonía, los carismas se han de vivir con orden: ordenados al bien de la comunidad. De hecho, S. Pablo no duda en dar unas reglas llamativamente estrictas sobre cómo han de obrar en Corinto con el hablar en lenguas, la profecía…
En ese sentido, podemos decir que parte de ese “cultivar” los carismas pasa por ordenarlos de forma armoniosa. Para que estén al servicio del grupo, y para que maduren, y con ellos madure la persona que los tiene. Incluso cuando eso implica “podar” la actividad que nace de un carisma.
E incumbe particularmente al animador cuidar estos aspectos: descubrir y ayudar a crecer los carismas de las personas que están en el grupo, lo que a veces significa despertarlos (también hay carismas que se descubren desde una petición, una llamada que alguien nos hace), y ayudar a que se desarrollen de forma armoniosa, de forma que haya espacio para todos. (No ocurra que, por ejemplo, la sobreabundancia de unos cohíba o silencie a otros…). Ser animador es un carisma para servir al grupo, ayudando a que crezcan en él los carismas de cada uno (desde los más sencillos y gratuitos hasta los más extraordinarios o eficaces) para bien de todos.

miércoles, 26 de septiembre de 2012

San Pablo igualmente se preocupa de que no se apaguen los carismas


"No apaguéis el Espíritu. No despreciéis las profecías. Examinad todo y quedaos con lo que es bueno. Abstenéos de todo mal." (1 Ts 5, 19-22) Pablo enseña constantemente que Dios actúa íntimamente y poderosamente en sus hijos, dándoles los dones necesarios para la misión. Minimizar la necesidad de los dones es también una forma de poner al hombre como un falso protagonista de la edificación de la Iglesia, usurpando el lugar de Dios y relegándolo a un cielo que estaría distanciado de la tierra.

Textos fundamentales:
1 Corintios, 12 – 14
Efesios, 3, 7; 4,7-13
Romanos, 12, 3-13
Al acercarnos a lo que dice S. Pablo sobre los carismas, llama la atención que estos tres textos (los que más extensamente hablan de ellos) coinciden en varias cosas:
- afirmar el carácter de don, de algo recibido gratuitamente
- señalar que la diversidad de carismas está al servicio de la unidad, y de la construcción de la comunidad cristiana
- utilizar la imagen del cuerpo.
Nos habla de una unidad viva, y que es más que la suma de sus partes. Una unidad en la que cada miembro se realiza viviendo para el todo. Una unidad, en definitiva, realizada por el Espíritu que anima ese cuerpo. Porque esta imagen del cuerpo alude en definitiva al Cuerpo de Cristo. La comunidad cristiana –y el grupo de oración, por tanto- forma ese Cuerpo, animado por el Espíritu Santo –el Espíritu de Jesús- para hacer presentes sus gestos, su palabra, su vida. 

martes, 25 de septiembre de 2012

Tu valor no cambia



Un orador inició su seminario mostrando al auditorio un billete de 20 euros. Dirigiéndose a los espectadores, preguntó:
--¿Quién quiere este billete?
Muchas manos se levantaron. Luego dijo:
--Se lo voy a dar a alguno de ustedes, pero primero permítanme hacerle esto... 
Cogiéndolo con ambas manos, lo convirtió en una bola, dejándolo todo arrugado. Entonces volvió a preguntar:
--¿Quién lo quiere todavía? --las manos volvieron a subir--. Bien, ¿y si le hago esto...? --lo dejó caer al suelo y lo pisoteó. Lo recogió y volvió mostrarlo al auditorio--. Y así, todo arrugado y sucio... ¿todavía lo quieren?
Las manos se mantuvieron arriba.
--Amigos, han aprendido una lección muy valiosa: no importa todo lo que le haya hecho al billete, ustedes de cualquier manera lo quieren porque su valor no ha disminuido. Sigue valiendo los mismos 20 euros.

»Muchas veces en nuestras vidas caemos, nos arrugamos, o nos revolcamos en la tierra por las decisiones que tomamos y por las circunstancias que nos rodean. Llegamos a sentir que no valemos nada. Pero no importa lo que hayamos pasado o cuanto pueda ocurrirnos, nunca perdemos el valor que tenemos ante los ojos de Dios. Sucios o limpios, abatidos o victoriosos, para Él somos igualmente valiosos.   


lunes, 24 de septiembre de 2012

Nuestra Señora de la Merced (o de las mercedes).

Hoy, 24 de septiembre es un día importantísimo para quienes somos devotos de nuestra Madre, 
la Virgen. Estamos celebrando su día bajo la Advocación de 
Nuestra Señora de las Mercedes. Imagen

Fiesta de Nuestra Señora de las Mercedes
24 de Setiembre

La Santísima Virgen se le apareció a San Pedro Nolasco, en 1218, recomendándole que fundara una comunidad religiosa que se dedicara a auxiliar a los cautivos que eran llevados a sitios lejanos. Esta advocación mariana nace en España y se difunde por el resto del mundo.

San Pedro Nolasco, inspirado por la Santísima Virgen, funda una orden dedicada a la merced (que significa obras de misericordia). Su misión era la misericordia para con los cristianos cautivos en manos de los musulmanes. Muchos de los miembros de la orden canjeaban sus vidas por la de presos y esclavos. Fue apoyado por el rey Jaime el Conquistador y aconsejado por San Raimundo de Peñafort.

San Pedro Nolasco y sus frailes muy devotos de la Virgen María, la tomaron como patrona y guía. Su espiritualidad es fundamentada en Jesús el liberador de la humanidad y en la Santísima Virgen, la Madre liberadora e ideal de la persona libre. Los mercedarios querían ser caballeros de la Virgen María al servicio de su obra redentora. Por eso la honran como Madre de la Merced o Virgen Redentora.

En 1272, tras la muerte del fundador, los frailes toman oficialmente el nombre de La Orden de Santa María de la Merced, de la redención de los cautivos, pero son mas conocidos como mercedarios. El Padre Antonio Quexal en 1406, siendo general de la Merced, dice: "María es fundamento y cabeza de nuestra orden".

Esta comunidad religiosa se ha dedicado por siglos a ayudar a los prisioneros y ha tenido mártires y santos. Sus religiosos rescataron muchísimos cautivos que estaban presos en manos de los feroces sarracenos.

El Padre Gaver, en 1400, relata como La Virgen llama a San Pedro Nolasco y le revela su deseo de ser liberadora a través de una orden dedicada a la liberación.

Nolasco la pide ayuda a Dios y, en signo de la misericordia divina, le responde La Virgen María diciéndole que funde una orden liberadora.

Desde el año 1259 los padres Mercedarios empiezan a difundir la devoción a Nuestra Señora de la Merced (o de las Mercedes) la cual se extiende por el mundo.



América

Los mercedarios llegan al continente americano y pronto la devoción a la Virgen de la Merced se propaga ampliamente. En República Dominicana, Perú, Argentina y muchos otros países, la Virgen de la Merced es muy conocida y amada.

viernes, 21 de septiembre de 2012

Segunda parte del tema: Los carismas según san Pablo


Criterios esenciales de los carismas auténticos  (Libero Gerosa):
"Los carismas son gracias especiales que el Espíritu distribuye libremente entre los fieles de todo tipo y con los que los capacita y dispone para asumir varias obras y funciones, útiles para la renovación de la Iglesia y para el desarrollo de su construcción. Algunos de estos carismas son extraordinarios, otros, por el contrario, sencillos y mucho más difundidos, pero el juicio sobre su autenticidad corresponde, sin ninguna excepción, a los que presiden en la Iglesia, a los que compete no extinguir los carismas auténticos"
El carisma se distingue del talento: 

Talento:
es la capacidad natural de la persona.

Carisma: es un don sobrenatural del Espíritu para edificación del cuerpo eclesial. Por ser sobrenatural no implica que sea necesariamente algo portentoso, mas bien los dones se integran en la disposición natural de la persona y actúa en ella. 

Antiguo Testamento
Aunque el término "carisma" parece ser propiamente paulino, la realidad a que se refiere está ya claramente operante en el Antiguo Testamento, en numerosos reyes, jueces, profetas y otros grandes personajes, tanto hombres como mujeres.  Estos no solo recibieron de Dios una misión sino también la efusión del Espíritu Santo para ejercerla mas allá de las fuerzas meramente naturales.

Nuevo Testamento
La palabra carisma aparece 17 veces.
16 veces en San Pablo: Rom1,11; 5,15.16; 6,23; 11,29; 12,6; 1 Cor 1,7; 7,7; 12,4.9.28.30.31; 2 Cor 1,11; 1 Tm 4,14; 2 Tm 1,6.
1 vez en S. Pedro: 1 P 4, 10.

Carisma en San Pablo
San Pablo hace cuatro listas de carismas:
1 Cor 12,8-10;
1 Cor 12, 28-30
Rom 12, 6-8
Ef 4, 11
Las listas contienen un total de 20 carismas diferentes, pero estas no pretenden ser exhaustivas. Hay muchos mas carismas. Mientras unos son dones que capacitan para ejercer ciertos oficios, otros son extraordinarios. Pero todos son fruto de la gracia, es decir de la obra del Espíritu Santo. 
El significado de "charisma" en Pablo varía. Algunas veces es aptitud, otras es sinónimo de gracia sacramental de estado.  Pero siempre se trata de una gracia del Espíritu Santo que habilita a quien la recibe para servir en la edificación (oikodomé) de la comunidad (Iglesia).  Es por lo tanto para el bien de todos (1 Cor 12). Los carismas tienen un carácter orgánico. Todos los carismas deben operar en armonía, como las múltiples funciones de un cuerpo sano. 
Es necesario cuidar el uso de los carismas tanto para desarrollarlos como para encaminarlos en forma equilibrada hacia el propósito querido por Dios.  San Pablo advierte a los Corintios sobre el peligro del mal uso de los carismas:
  • Cuando los carismas pretenden remplazar el esfuerzo y la responsabilidad de la vida cotidiana.
  • Cuando la atención se centra en los carismas haciendo de ellos un espectáculo, creando desorden y distrayendo de la disponibilidad al sacrificio. 
  • Cuando se toma posesión de los carismas, buscando ávidamente poseerlos por interés egoísta (orgullo, competencia, fama, etc.). 
San Pablo actúa fuertemente contra los excesos porque los carismas, si no contribuyen a la edificación del cuerpo, pueden hacerle daño. 

miércoles, 19 de septiembre de 2012

Primera parte del tema: Los carismas según san Pablo


 

Los carismas según san Pablo. Aproximación a nuestra realidad

Los Carismas 
Etimología: del griego, charis+ma.
Char: algo que causa felicidad.  Charis: conceder gracia, favor gratuito de Dios. 
Ma: es el objeto y el resultado de una acción.
"charisma": el resultado de haber recibido el charis (don de Dios). 
Los carismas son:
  • Sobrenaturales concedidos por Dios a determinadas personas. Aunque se le atribuyen sobre todo al Espíritu Santo, son igualmente don del Padre y del Hijo.
  • Son un don para la Iglesia. Aunque ya existían en el Antiguo Testamento, Dios los concede de forma incomparable en la Iglesia, por los méritos de Cristo.
  • Para el bien común. Concedidos para servir en la edificación de la Iglesia. Sus efectos se manifiestan en favor de los miembros del cuerpo en función del amor. Son útiles para la misión y por lo tanto no son ni privados (para uso egoísta, personal),  ni son superfluos. 
  • No son requisitos para la salvación personal como lo es la gracia santificante. No es mas santo el que tenga mayores carismas. Pero si es verdad que los santos se caracterizan por el buen uso de los carismas porque los ponen al servicio de la Iglesia motivados por el amor. 
  • El Espíritu Santo los concede a quien quiere y cuando quiere. (1 Cor 12,11). Se encuentran en todo tiempo y lugar.
  • Son dones transitorios. El Espíritu Santo los da y los quita según su beneplácito; son pasajeros respecto a las virtudes teologales que son permanentes y sobre todo, con relación a la caridad que no disminuye; poseen, sin embargo, una cierta estabilidad que hace que el hombre dotado habitualmente del carisma profético sea llamado profeta. 
  • Son valorados por su grado de utilidad; en cuanto mas útiles para edificar la Iglesia. 
  • Es bueno pedirlos si lo hacemos por amor a la Iglesia, para servirla (1 Cor 14, 27)
  • Jamás podrían adquirirse ni ser previstos con las fuerzas humanas.
  • El carisma brota con formas nuevas. Por eso le incumbe al ministerio jerárquico la delicada tarea de examinar y cultivar los carismas que nacen continuamente en el seno del pueblo de Dios. Hacer aflorar nuevas modalidades de carismas, favorecer las concreciones institucionales de estos y velar para que se mantengan vivos, insertándolos adecuadamente en la vida de la Iglesia.
Por su naturaleza, los carismas son comunicativos, y hacen nacer aquella "afinidad espiritual entre las personas"
y aquella amistad en Cristo que da origen a los "movimientos". (cf. Christifideles laici, 24)

martes, 18 de septiembre de 2012

La vasija agrietada


Un cargador de agua de la India tenía dos grandes vasijas que colgaban a los extremos de un palo y que llevaba encima de los hombros. Una de las vasijas estaba en muy buen estado, y conservaba toda el agua hasta el final del largo camino a pie que recorría el cargador desde el arroyo hasta la casa de su patrón, pero la otra tenía varias grietas por las cuales se escapaba el agua, de modo que, cuando llegaba, sólo tenía la mitad de su carga.
Los amigos del aguador se extrañaban de que no quisiera repararla, pues esa imperfección de la vasija le hacía perder dinero. Sin embargo, el aguador explicaba así su extraña decisión:
--Es posible que no entendáis mi manera de proceder, pero... ¿os habéis fijado en las flores tan bellas que crecen a lo largo del camino, justo donde se derrama el agua que sale de las grietas de la vasija? Sembré semillas a lo largo del camino por donde voy, y la vasija rota las ha regado de modo que he podido recoger muchas flores para decorar el altar de mi Divina Madre.
Cada uno de nosotros tiene sus propias grietas. Todos somos vasijas agrietadas, pero debemos saber que siempre existe la posibilidad de aprovechar las grietas para obtener buenos resultados. Uno no deja de reír por hacerse viejo, se hace uno viejo por dejar de reír.

lunes, 17 de septiembre de 2012

La Iglesia, misterio de comunión fundada en el amor



"Que ellos también sean uno en nosotros para que el amor con que tú me has amado esté en ellos y yo en ellos" (Jn 17, 26).
1. Quiero comenzar también esta catequesis con un hermoso texto de la carta a los Efesios, que dice: "Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo… Nos ha elegido en él antes de la fundación del mundo… en el amor, eligiéndonos de antemano para ser sus hijos adoptivos por medio de Jesucristo, según el beneplácito de su voluntad… de hacer que todo tenga a Cristo por Cabeza, lo que está en los cielos y lo que está en la tierra" (Ef 1, 3.10). San Pablo, con vuelo de águila, con un profundo sentido del misterio de la Iglesia, se eleva a la contemplación del designio eterno de Dios, que quiere reunirlo todo en Cristo como Cabeza. Los hombres, elegidos desde la eternidad por el Padre en el Hijo amado, encuentran en Cristo el camino para alcanzar su fin de hijos adoptivos. Se unen a él convirtiéndose en su Cuerpo. Por él suben al Padre, como una sola realidad, junto con las cosas de la tierra y del cielo.
 
Este designio divino halla su realización histórica cuando Jesús instituye la Iglesia, que primero anuncia (Cfr. Mt 16,18) y luego funda con el sacrificio de su sangre y el mandato dado a los Apóstoles de apacentar su rebano. Es un hecho histórico y, al mismo tiempo, un misterio de comunión con Cristo. El apóstol no se limita a contemplar ese misterio; se siente impulsado a traducir esa verdad contemplada en un cántico de bendición: "Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo…"
 
2. Para la realización de esta comunión de los hombres en Cristo, querida desde la eternidad por Dios, reviste una importancia esencial el mandamiento que Jesús mismos define "el mandamiento mío" (Jn 15, 12). Lo llama "un mandamiento nuevo": "Os doy un mandamiento nuevo: que os améis los unos a los otros. Que, como yo os he amado, así os améis también vosotros los unos a los otros" (Jn 13, 34). "Este es el mandamiento mío: que os améis los unos a los otros como yo os he amado" (Jn 15, 12).
 
El mandamiento de amar a Dios sobre todas las cosas, y al prójimo como a si mismo, tiene sus raíces en el Antiguo Testamento. Pero Jesús lo sintetiza, lo formula con palabras lapidarias y le da un significado nuevo, como signo de que sus discípulos le pertenecen. "En esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os tenéis amor los unos a los otros" (Jn 13, 35). Cristo mismo es el modelo vivo y constituye la medida de ese amor, del que habla en su mandamiento: "Como yo os he amado", dice. Más aún, se presenta la fuente de ese amor, como "la vid", que fructifica con ese amor en sus discípulos, que son sus "sarmientos": "Yo soy la vid; vosotros los sarmientos. El que permanece en mi y yo en él, ése da mucho fruto; porque separados de mi no podéis hacer nada" (Jn 15, 5). De allí la observación: "Permaneced en mi amor" (Jn 15, 9). La comunidad de los discípulos, enraizada en ese amor con que Cristo mismo los ha amado, es la Iglesia, Cuerpo de Cristo, única vid, de la que somos sarmientos. Es la Iglesia.comunión, la Iglesia.comunidad de amor, la Iglesia-misterio de amor.
 
3. Los miembros de esta comunidad aman a Cristo y, en él, se aman recíprocamente. Pero se trata de un amor que, derivando de aquel con que Jesús mismo los ha amado, se remonta a la fuente del amor de Cristo hombre-Dios, a saber, la comunión trinitaria. De esa comunión recibe toda su naturaleza, su característica sobrenatural, y a ella tiende como a su propia realización definitiva. Este misterio de comunión trinitaria, cristológica y eclesial, aflora en el texto de san Juan que reproduce la oración sacerdotal del Redentor en la última Cena. Esa tarde, Jesús dijo al Padre: "No ruego sólo por éstos, sino también por aquellos que, por medio de su palabra, creerán en mi, para que todos sean uno. Como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado" (Jn 17, 20.21). "Yo en ellos y tú en mí, para que sean perfectamente uno, y el mundo conozca que tú me has enviado y que los has amado a ellos como me has amado a mí" (Jn 17, 23)
 
4. En esa oración final, Jesús trazaba el cuadro completo de las relaciones interhumanas y eclesiales, que tenían su origen en él y en la Trinidad, y proponía a los discípulos, y a todos nosotros, el modelo supremo de esa "communio" que debe llegar a ser la Iglesia en virtud de su origen divino; él mismo, en su íntima comunión con el Padre en la vida trinitaria. Jesús en su mismo amor hacia nosotros mostraba la medida del mandamiento que dejaba a los discípulos, como había dicho en otra ocasión: "Sed perfectos como es perfecto vuestro Padre celestial" (Mt 5, 48). Lo había dicho en el sermón de la montaña, cuando recomendó amar a los enemigos: "Amad a vuestros enemigos y rogad por los que os persigan, para que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos" (Mt 5, 44.45). En otras muchas ocasiones, y especialmente durante su pasión, Jesús confirmó que este amor perfecto del Padre era también su amor: el amor con que él mismo había amado a los suyos hasta el extremo.
 
5. Este amor que Jesús enseña a sus seguidores, como reproducción de su mismo amor, en la oración sacerdotal se refiere claramente al modelo de la Trinidad. "Que ellos también sean uno en nosotros", dice Jesús, "para que el amor con que tú me has amado esté en ellos y yo en ellos" (Jn 17, 26). Subraya que éste es el amor con que "me has amado antes de la creación del mundo" (Jn 17, 24).
 
Y precisamente este amor, en el que se funda y edifica la Iglesia como "communio" de los creyentes en Cristo, es la condición de su misión salvífica: que sean uno como nosotros (pide al Padre), para que "el mundo conozca que tú me has enviado" (Jn 17, 23). Es la esencia del apostolado de la Iglesia: difundir y hacer aceptable, creíble, la verdad del amor de Cristo y de Dios atestiguado, hecho visible y practicado por ella. La expresión sacramental de este amor es la Eucaristía. En la Eucaristía la Iglesia, en cierto sentido renace y se renueva continuamente como la "communio" que Cristo trajo al mundo, realizando así el designio eterno del Padre (Cfr Ef 1, 3.10). De manera especial en la Eucaristía y por la Eucaristía la Iglesia encierra en sí el germen de la unión definitiva en Cristo de todo lo que existe en los cielos y de todo lo que existe en la tierra, tal como dijo Pablo (Cfr Ef 1, 10): una comunión realmente universal y eterna.

viernes, 14 de septiembre de 2012

Exaltación de la Santa Cruz

Exaltación de la Santa Cruz
Exaltación de la Santa Cruz


Hacia el año 320 la Emperatriz Elena de Constantinopla encontró la Vera Cruz, la cruz en que murió Nuestro Señor Jesucristo, La Emperatriz y su hijo Constantino hicieron construir en el sitio del descubrimiento la Basílica del Santo Sepulcro, en el que guardaron la reliquia.

Años después, el rey Cosroes II de Persia, en el 614 invadió y conquistó Jerusalén y se llevó la Cruz poniéndola bajo los pies de su trono como signo de su desprecio por el cristianismo. Pero en el 628 el emperador Heraclio logró derrotarlo y recuperó la Cruz y la llevó de nuevo a Jerusalén el 14 de septiembre de ese mismo año. Para ello se realizó una ceremonia en la que la Cruz fuellevada en persona por el emperador a través de la ciudad. Desde entonces, ese día quedó señalado en los calendarios litúrgicos como el de la Exaltación de la Vera Cruz.

El cristianismo es un mensaje de amor. ¿Por qué entonces exaltar la Cruz? Además la Resurrección, más que la Cruz, da sentido a nuestra vida.

Pero ahí está la Cruz, el escándalo de la Cruz, de San Pablo. Nosotros no hubiéramos introducido la Cruz. Pero los caminos de Dios son diferentes. Los apóstoles la rechazaban. Y nosotros también.

La Cruz es fruto de la libertad y amor de Jesús. No era necesaria. Jesús la ha querido para mostrarnos su amor y su solidaridad con el dolor humano. Para compartir nuestro dolor y hacerlo redentor.

Jesús no ha venido a suprimir el sufrimiento: el sufrimiento seguirá presente entre nosotros. Tampoco ha venido para explicarlo: seguirá siendo un misterio. Ha venido para acompañarlo con su presencia. En presencia del dolor y muerte de Jesús, el Santo, el Inocente, el Cordero de Dios, no podemos rebelarnos ante nuestro sufrimiento ni ante el sufrimiento de los inocentes, aunque siga siendo un tremendo misterio.

Jesús, en plena juventud, es eliminado y lo acepta para abrirnos el paraíso con la fuerza de su bondad: "En plenitud de vida y de sendero dio el paso hacia la muerte porque El quiso. Mirad, de par en par, el paraíso, abierto por la fuerza de un Cordero" (Himno de Laudes).

En toda su vida Jesús no hizo más que bajar: en la Encarnación, en Belén, en el destierro. Perseguido, humillado, condenado. Sólo sube para ir a la Cruz. Y en ella está elevado, como la serpiente en el desierto, para que le veamos mejor, para atraernos e infundirnos esperanza. Pues Jesús no nos salva desde fuera, como por arte de magia, sino compartiendo nuestros problemas. Jesús no está en la Cruz para adoctrinarnos olímpicamente, con palabras, sino para compartir nuestro dolor solidariamente.

Pero el discípulo no es de mejor condición que el maestro, dice Jesús. Y añade: "El que quiera venirse conmigo, que reniegue de sí mismo, que cargue con su cruz y me siga". Es fácil seguir a Jesús en Belén, en el Tabor. ¡Qué bien estamos aquí!, decía Pedro. En Getsemaní se duerme, y, luego le niega.

"No se va al cielo hoy ni de aquí a veinte años. Se va cuando se es pobre y se está crucificado" (León Bloy). "Sube a mi Cruz. Yo no he bajado de ella todavía" (El Señor a Juan de la Cruz). No tengamos miedo. La Cruz es un signo más, enriquece, no es un signo menos. El sufrir pasa, el haber sufrido -la madurez adquirida en el dolor- no pasa jamás. La Cruz son dos palos que se cruzan: si acomodamos nuestra voluntad a la de Dios, pesa menos. Si besamos la Cruz de Jesús, besemos la nuestra, astilla de la suya.

Es la ambigüedad del dolor. El que no sufre, queda inmaduro. El que lo acepta, se santifica. El que lo rechaza, se amarga y se rebela.

miércoles, 12 de septiembre de 2012

Nuestra Señora de Guadalupe: La Historia


La explicación sobre Nuestra Señora, las apariciones y el papel de la virgen en la conversión de los mexicanos.
Mesoamérica, el Nuevo Mundo, 1521: la capital del Imperio Azteca cae ante las fuerzas del español Cortés. Menos de 20 años mas tarde 9 millones de los habitantes, que profesaron por siglos una religión politeísta que incluía sacrificios humanos, habían sido convertidos al Cristianismo. Qué ocurrió en esos tiempos que produjo conversión tan increíble?
En 1531 una Señora del Cielo se apareció a un pobre indio en un cerro al noroeste de la actual ciudad de México; se identificó como la Madre del verdadero Dios, le encargó que hiciera que el obispo construya un templo en ese lugar y dejó una imagen de sí misma impresa milagrosamente en su tilma, un tejido de cactus de poca calidad que se debió haber deteriorado en 20 años pero que no muestra señales de corrupción 469 años después y aún desafía toda explicación científica sobre su origen.
¡Inclusive parece aún reflejar en sus ojos lo que tenía frente a ella en 1531!
Su mensaje universal de compasión y amor, y su promesa de ayuda y protección para toda la humanidad, se encuentra relatado en el "Nican Mopohua", documento escrito en el siglo 16 en el lenguaje nativo, Nahuatl.
Hay razones para creer que en el cerro Tepeyac María vino en su cuerpo glorificado, siendo sus manos físicas las que acomodaron las rosas en la tilma de Juan Diego, lo que hace a esta aparición muy especial.
Una increíble lista de milagros, curas e intervenciones se le atribuyen. Es estimado que cada año mas de 10 millones visitan su Basílica, haciendo de su casa en la ciudad de México el Santuario Mariano mas popular en el mundo, al igual que la iglesia católica mas visitada después del Vaticano.
En total 24 Papas han honrado en alguna forma oficial a Nuestra Señora de Guadalupe. Su Santidad Juan Pablo II visitó su Basílica en tres oportunidades: en su primer viaje al extranjero como Papa en 1979 y otra vez en 1990 y en 1999.
La Fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe es celebrada el 12 de Diciembre. En 1999, su santidad Juan Pablo II, en su homilía durante la Misa Solemne en la Basílica de Guadalupe durante su tercer visita al santuario, declaró la fecha del 12 de Diciembre con el rango litúrgico de Fiesta para todo el continente de las Américas.
Durante la misma visita el Papa Juan Pablo II confió la causa de la vida a su protección, y encomendó a su cuidado maternal las vidas inocentes de los niños, especialmente aquellos que se encuentran en peligro de no nacer.

martes, 11 de septiembre de 2012

MIREN ESTO


Un profesor universitario retó a sus alumnos con esta pregunta.  
-¿Dios creó todo lo que existe?
Un estudiante contestó valiente:
-Sí, lo hizo.
-¿Dios creó todo?
-Sí señor, respondió el joven.
El profesor contestó, -Si Dios creó todo, entonces Dios hizo el mal, pues el mal existe y bajo el precepto de que nuestras obras son un reflejo de nosotros mismos, entonces Dios es malo. El estudiante se quedó callado ante tal respuesta y el profesor, feliz, se jactaba de haber probado una vez más que la fe era un mito.
Otro estudiante levantó su mano y dijo:
-¿Puedo hacer una pregunta, profesor?
-Por supuesto, respondió el profesor.
El joven se puso de pie y preguntó:
-¿Profesor, existe el frío?
-¿Qué pregunta es esa? Por supuesto que existe, ¿acaso usted no ha tenido frío?
El muchacho respondió: -De hecho, señor, el frío no existe.
Según las leyes de la Física, lo que consideramos frío, en realidad es ausencia de calor. Todo cuerpo u objeto es susceptible de estudio cuando tiene o transmite energía, el calor es lo que hace que dicho cuerpo tenga o transmita energía. El cero absoluto es la ausencia total y absoluta de calor, todos los cuerpos se vuelven inertes, incapaces de reaccionar, pero el frío no existe. Hemos creado ese término para describir cómo nos sentimos si no tenemos calor.

-Y, ¿existe la oscuridad?, continuó el estudiante.
El profesor respondió:
-Por supuesto.
El estudiante contestó:
-Nuevamente se equivoca, señor, la oscuridad tampoco existe.
La oscuridad es en realidad ausencia de luz. La luz se puede estudiar, la oscuridad no, incluso existe el prisma de Nichols para descomponer la luz blanca en los varios colores en que está compuesta, con sus diferentes longitudes de onda. La oscuridad no. Un simple rayo de luz rasga las tinieblas e ilumina la superficie donde termina el haz de luz. ¿Cómo puede saber cuan oscuro está un espacio terminado? Con base en la cantidad de luz presente en ese espacio, ¿no es así? Oscuridad es un término que el hombre ha desarrollado para describir lo que sucede cuando no hay luz presente.

Finalmente, el joven preguntó al profesor:
-Señor, ¿existe el mal?
El profesor respondió:
-Por supuesto que existe, como lo mencioné al principio, vemos violaciones, crímenes y violencia en todo el mundo, esas cosas son del mal.
A lo que el estudiante respondió:
-El mal no existe, señor, o al menos no existe por si mismo. El mal es simplemente la ausencia de Dios, es, al igual que los casos anteriores un término que el hombre ha creado para describir esa ausencia de Dios. Dios no creó el mal. No es como la fe o el amor, que existen como existen el calor y la luz. El mal es el resultado de que la humanidad no tenga a Dios presente en sus corazones. Es como resulta el frío cuando no hay calor, o la oscuridad cuando no hay luz.

Entonces el profesor, después de asentir con la cabeza, se quedó callado.

El nombre del joven era: Albert Einstein



lunes, 10 de septiembre de 2012

La vida cristiana


La vida cristiana no consiste solamente en cumplir unos cuantos preceptos, es acercarse a la vida de la gracia para parecerse cada vez más a Cristo Jesús.
El modo que tiene cada hombre de unirse con Dios es parecerse al Hijo de Dios: Jesús. Esto se realiza por la gracia que nos mereció en la Cruz.
El Sermón del Monte acaba con recomendaciones positivas que se pueden resumir en una cosa: Vivir en presencia de Dios, vivir cara a Dios.
De vivir cara a Dios surgirá el dar limosna, hacer oración, ayuno, usar bien el dinero, no perder la serenidad.
El que vive esta nueva vida juzga a los demás con rectitud, acude a Dios en sus necesidades…
En resumen, dice el Señor: -Tratad a los demás como queréis que os traten; en esto consiste la Ley y los profetas. (Mt. 7, 12).
El que así obra alcanzará la vida eterna aunque el camino sea estrecho. Dará frutos buenos y abundantes, construirá sobre roca y no sobre arena, de modo que las dificultades no le destruyan.
San Mateo nos dice que «al terminar Jesús este discurso, la gente estaba admirada de su enseñanza porque lo enseñaba con autoridad y no como los escribas» (Mt. 7, 28-29).
Esta reacción es lógica, pues indica el modo divino, concreto y práctico de alcanzar la felicidad en esta tierra y en el cielo.
El resumen de la vida cristiana lo hizo el propio Jesús cuando resumió los mandamientos en: AMAR A DIOS SOBRE TODAS LAS COSAS Y AL PRÓJIMO COMO A UNO MISMO.

La identificación con Cristo
La vida moral cristiana no se reduce al cumplimiento de una serie de sabios preceptos. Aunque esto es necesario, la vida cristiana es mucho más. San Pablo lo explica frecuentemente diciendo que es «vivir en Cristo». Esta vida es semejante a la unión de un sarmiento a la vid como indica el mismo Jesús, o como la de un miembro que forma parte de un cuerpo vivo.
Estos ejemplos ilustran que en el alma del cristiano hay una nueva vida. Dios está presente en el alma de un modo nuevo. El medio para estar Dios en el alma es la gracia, que es un don de Dios por el que está presente en el alma y la vivifica. Como dice San Pedro, el hombre, con la gracia, se hace «participante de la naturaleza divina».
Así, podemos comprender mejor los testimonios de Jesús: «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida». (Jn. 14, 6). En Jesús la humanidad y la divinidad están unidas tan íntimamente, que es una sola Persona. La humanidad del Señor ha sido asumida por la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, el Hijo, el Verbo de Dios. Es imposible una unión mayor entre lo humano y Dios.
El modo que tiene cada hombre de unirse con Dios es parecerse al Hijo de Dios: Jesús. Esto se realiza por la gracia que nos mereció en la Cruz. Por la gracia se borra el pecado, se sanan las heridas y debilidades humanas y además el hombre se va pareciendo cada vez más a Cristo. Si el hombre es muy fiel a Dios llegará a identificarse cada vez más con Cristo. Esto es obra de la gracia, pues como dijo Jesús: «El que permanece en Mí y Yo en él, ése da mucho fruto, porque sin Mí, no podéis hacer nada»(Jn. 15, 5).
«Vivo yo, pero no yo: es Cristo quien vive en mí.»
«Corred, pues, de modo que lo alcancéis.»
También es necesaria la correspondencia libre del hombre, que puede resistirse o cooperar con la gracia.

viernes, 7 de septiembre de 2012

El Hijo del Hombre


¿Por qué Jesús se llamaba a si mismo “El Hijo del Hombre”? En el estudio de la Biblia está la respuesta.


De los títulos aplicados a Nuestro Señor Jesucristo en el Evangelio, ninguno aparece tan frecuentemente como el de "Hijo del Hombre". En muchas partes Jesús revela este misterioso nombre en sus conversaciones y su predicación. A pesar de ser un título que se menciona tantas veces, no es fácil comprender qué significa exactamente. Esto no debe sorprendernos, porque aún los contemporáneos de Jesús se intrigaban ante este título e incluso decían "¿Quién es este Hijo del Hombre?" (Jn 12 34)
La pregunta no ha perdido vigencia a lo largo de los siglos y aún hoy seguimos preguntándonos a qué se refería Jesús se describía a si mismo con el título de "Hijo del Hombre".
En primer lugar explicaremos que Jesús no fue el primero o el único en usar esta expresión. De hecho, aparece más de 100 veces en el Antiguo Testamento.
En muchos contextos significa "ser humano" o "simple mortal" (Num 23 19; Job 25 6; Sal 8 4; Si 17 30), y puede aplicarse a hombres como el profeta Ezequiel (Ez 2 1-3) o Daniel (Dn 8 17). En algunos pasajes del Evangelio parece que Jesús habla de sí mismo en dicha forma para enfatizar su total solidaridad con la humanidad. En este sentido Jesús es el "Hijo del Hombre" porque posee un cuerpo auténticamente humano (Jn 6 53) y tiene la capacidad de actividades humanas como descansar (Mt 8 20), comer y beber (Lc 7 34), sufrir (Mc 8 31) y yacer en una tumba. (Mt 12 40)
Pero existe algo más, escondido en la expresión "Hijo del Hombre". En ciertos contextos explica posibilidades más allá de las limitaciones humanas. A veces Jesús se refiere a sí mismo, explicando sus prerrogativas divinas. El Hijo del Hombre puede perdonar los pecados (Mc 2:10), suspender el Sabbath (Mc 2 28), juzgar (Jn 5 27) e incluso haber sido enviado desde el Cielo. (Jn 3 31) ¿Jesús pensaba que con este título sus discípulos podrían entender que esta expresión en apariencia tan simple podría reclamar potestades tan grandes?.
La respuesta a esta última pregunta nos lleva, nuevamente, al Antiguo Testamento. En esta ocasión al Libro de Daniel, donde el profeta describe en un capítulo entero una visión terrible: (Dn 7 1-28)
Daniel ve cuatro bestias que salen del mar, cada una luce más feroz y poderosa que la anterior. Estas criaturas monstruosas representan los imperios paganos notoriamente hostiles a Israel. Instigan a la guerra sin misericordia. Estos monstruos instigan la guerra contra el Pueblo de Dios. De pronto, la escena cambia de la tierra al Cielo, donde la corte celestial está en sesión y el Señor sentado en Su trono. (Dn 7 9).
En Su presencia llega una figura gloriosa, "como un Hijo de Hombre", "alguien parecido a un ser humano" que llegó sobre las nubes del cielo. (Dn 7 13) Este "Hijo del Hombre" fue presentado al Señor (en esta pasaje se muestra a un anciano, motivo por el cual suele representarse a Dios Padre como un hombre mayor y barbado). La corte celestial le otorga poder, honor y el reino de todos los pueblos, naciones y lenguas en un poder eterno que no será destruido.
Con esta coronación, la corte parece pronunciar un veredicto de condena a las cuatro bestias, desvistiéndolas de su poder y quedando bajo el dominio del "Hijo del Hombre" y de los "santos" de Dios (Dn 7 26-27).
Aquí vemos un "Hijo del hombre" que luce más como un divino y glorioso Mesías, muy diferente a un "simple mortal". Él es el Rey del Universo, con autoridad sobre todas las naciones. Es imposible pensar que Jesús adoptara para si mismo este título de "El Hijo del Hombre" sin que nos lleve a la mente a la memorable visión de Daniel.
Jesús hace alusiones indiscutibles a este pasaje de Daniel. (Mt 19 28; 24 30; 25 31) En estas ocasiones, vemos a Jesús enseñando a sus discípulos por medio de las Escrituras acerca de su propia realeza y de la autoridad que tiene para triunfar sobre el mal. Aún en su propio juicio ante el Sanedrín, Jesús dice a sus acusadores que es el Hijo del Hombre y que su padre le brindará el trono celestial (Mt 26 62; Mc 14 62).
El "Hijo del Hombre" es una expresión que nos dice mucho sobre el Mesías y su misión. Sus raíces en el Antiguo Testamento pueden mostrarnos la versatilidad y significados completos. Este título, además, nos eleva a los humanos y mortales a una promesa gloriosa para estar junto al Padre. Entonces "¿Quién es este Hijo del Hombre?" Es Jesucristo, quien conquistó al demonio y que ahora está en el Cielo, ejerciendo su poder sobre Israel y todas las naciones de su Reino Universal, la Iglesia. (Mc 16 19; Hch 7 56; Ap 14 14-16).
Traducido y usado con permiso del libro "Gospel of Luke" p. 55, Scott Hahn y Curtis Mitch, Ignatius Press, San Francisco (Nihil Obstat: +Mons. J. Warren Oyeran, ST.D. .; Imprimatur: +William J. Levada, Arzobispo de San Francisco.

miércoles, 5 de septiembre de 2012

QUINTA PARTE DEL TEME CULTIVAR LA FE EN LA FAMILIA


4. A modo de conclusión
En el V Encuentro Mundial de las Familias que tuvo lugar en Valencia (España), el Papa Benedicto XVI recordaba que “transmitir la fe a los hijos, con la ayuda de otras personas e instituciones como la parroquia, la escuela o las asociaciones católicas, es una responsabilidad que los padres no pueden olvidar, descuidar o delegar totalmente” (Benedicto XVI, 8 de julio de 2006).
El Papa añadía, de un modo muy hermoso y comprometedor, que “la criatura concebida ha de ser educada en la fe, amada y protegida. Los hijos, con el fundamental derecho a nacer y ser educados en la fe, tienen derecho a un hogar que tenga como modelo el de Nazaret y sean preservados de toda clase de insidias y amenazas”.
Cuando un hijo pequeño empieza a preguntar a sus padres cómo es Dios, surge en algunos hogares una cierta inquietud: ¿estaremos preparados para introducir al hijo en el mundo del Evangelio? ¿Seremos capaces de ofrecer a los hijos un hogar semejante al de Nazaret?
Las preguntas inocentes del niño pueden convertirse en una ayuda providencial por la que Dios se vale para mover a los padres a elevar una oración confiada, para abrirse a la ayuda divina a la hora de afrontar con mayor entusiasmo sus compromisos como esposos llamados a la tarea de educar a los hijos en la fe.
“Padre Santo, los hijos que han nacido de nuestro amor existen porque Tú los amas desde toda la eternidad. Enséñanos a cuidarlos siempre con cariño exigente y con exigencia cariñosa. Danos luz y consejo para que podamos transmitirles las palabras de tu Hijo. Ayúdales a vivir según tu Amor. Protégelos de los peligros del mundo. Sobre todo, permítenos ser, como esposos y como padres, ejemplos limpios y alegres de tu bondad y de tu misericordia. Para que así, algún día, podamos cantar tu gloria, todos juntos, como familia, en el lugar que Cristo nos ha preparado en el cielo. Amén”.

martes, 4 de septiembre de 2012

El mejor padre

Un hombre, todavía no muy mayor, relataba a un amigo:
—Quise darle a mis hijos lo que yo nunca tuve. Entonces comencé a trabajar catorce horas diarias. No había para mí sábados ni domingos; consideraba que tomar vacaciones era locura o sacrilegio. Trabajaba día y noche. Mi único fin era el dinero, y no me paraba en nada para conseguirlo, porque quería darle a mis hijos lo que yo nunca tuve.
—Y... ¿lo lograste? —intervino el amigo.
—Claro que sí —contestó el hombre—: yo nunca tuve un padre agobiado, hosco, siempre de mal humor, preocupado, lleno de angustias y ansiedades, sin tiempo para jugar conmigo y entenderme. Ese es el padre que yo les di a mis hijos. Ahora ellos tienen lo que yo nunca tuve.

lunes, 3 de septiembre de 2012

CUARTA PARTE DEL TEMA CULTIVAR LA FE EN LA FAMILIA



3. Vivir el Evangelio en familia
Una fe sin obras, nos recuerda la Carta de Santiago, es estéril (cf. Sant 2,20). No entra en el Reino de los cielos el que dice “Señor, Señor”, sino el que cumple la Voluntad del Padre (cf. Mt 7,21).
La familia que reza, la familia que estudia su fe, también sabe vivir aquello que ha llevado a la oración, busca aplicar lo que ha conocido gracias a la bondad del Padre que nos ha hablado en su Hijo.
La mejor escuela para vivir como cristianos es la familia. Las indicaciones que podrían ofrecerse son muchísimas, como son muchas las enseñanzas morales que encontramos en la Biblia (los diez Mandamientos, el Sermón de la montaña, etc.) y que la Iglesia nos explica en la Tercera Parte del Catecismo. Como un resumen, el Catecismo enumera las 14 “obras de misericordia” (7 corporales y 7 espirituales) que ilustran ampliamente cuál es el modo de vivir según el Evangelio.
Para concretar un poco más cómo vivir evangélicamente, enumeremos algunos ámbitos en los que la familia se hace educadora en el arte de actuar como cristianos auténticos.
El primer ámbito, desde luego, es el de la propia familia. Vivir el Evangelio implica crear un clima en el hogar en el que se lleva a la práctica el principal mandamiento: la caridad. El amor debe ser el criterio para todo y para todos.
Ese amor se aprende, se hace vida, cuando los hijos ven cómo se tratan sus padres. Si los padres se aman profundamente, si saben darse el uno al otro como Cristo se dio por la Iglesia (cf. Ef 5,21-33), si saben perdonar hasta 70 veces 7 (cf. Mt 18,22), si confían en la Providencia más que en las cuentas del banco (cf. Mt 6,24-34), si ayudan al peregrino, al hambriento, al sediento, al desnudo, al enfermo, al encarcelado (cf. Mt 25,33-40)... los hijos habrán encontrado en la familia un auténtico “Evangelio vivo”.
Aprenderán entonces a dar gracias, a ayudar al necesitado, a compartir sus objetos personales, a escuchar a quien desea hablar, a dar un consejo a quien tenga dudas (de matemáticas o de fe...).
La caridad debe ser el criterio para lo que uno hace y para lo que uno deja de hacer. Por ello, la misma caridad lleva al católico a mortificar los apetitos de la carne, a controlar las propias pasiones, a huir de aquellos estilos de vida que nos atan al mundo, que nos llevan al egoísmo y a alejarnos de Dios y del prójimo.
No hay verdadera vida cristiana allí donde no hay abnegación. Hay vida cristiana allí donde cada uno renuncia al propio “yo”, cuando aprende a desapegarse de lo material para abrirse confiadamente a la providencia del Padre de los cielos (cf. el texto que ya citamos de Mt 6,24-34).
Aprender lo anterior resulta clave para lograr una familia auténticamente cristiana. ¿De qué manera puede conocer un hijo cómo se vive el Evangelio si ve en sus padres rencillas, malas palabras, afición por el dinero, críticas continuas a otros familiares o conocidos? Al revés, el hogar en el que Cristo ha entrado realmente en los corazones se convierte en un continuo testimonio de aquella caridad que nos plasmó el Espíritu Santo en 1Cor 13.
Un “capítulo” que resulta no fácil se refiere a modos de comportarse y de vestir, a diversiones, a objetos de uso. La sociedad crea necesidades y los hijos sienten una presión enorme que les hace desear lo que tienen otros y hacer lo que “todos hacen”. Los padres de familia sabrán discernir entre cosas sanas (como deportes no peligrosos y capaces de promover un buen espíritu de equipo) y “necesidades” que son falsas y que pueden llevar a los hijos a la ruina personal, incluso a la triste desgracia del pecado. Luchar contra corriente puede parecer duro, pero vale la pena si tenemos ante los ojos el premio que nos espera: la amistad con Cristo.
El segundo ámbito para vivir evangélicamente surge cuando la familia se abre a los demás. Tratamos con personas muy distintas en las mil encrucijadas de la vida. El corazón que aprende a vivir como cristiano descubre en cada uno la presencia del Amor del Padre, el deseo de Cristo de acogerlo en el número de los amigos, la acción del Espíritu Santo que susurra en los corazones y que los guía hacia la Verdad completa.
Un cristiano necesita ver a todos “con los ojos de Cristo” (cf. Benedicto XVI, encíclica “Deus caritas est” n. 18). Porque lo que se hace al hermano más pequeño es hecho al mismo Cristo (cf. Mt 25,40). Porque todos estamos invitados a ofrecer y a recibir cariño. Porque no hay amor más grande que el de dar la vida los unos por los otros (cf. 1Jn 3,16).
Esta actitud se plasma en actos concretos, que van desde el “enseñar al que no sabe” (las obras de misericordia espirituales) hasta el “visitar y cuidar a los enfermos” (las obras de misericordia corporales).
Es importante lo que uno hace por el necesitado, y es importante la actitud con la que se hace. Sirve de muy poco una limosna hecha con un rostro apático. En cambio, muchas veces llega más al corazón necesitado una mirada llena de afecto que la medicina regalada (desde luego, hay que velar también para que el enfermo tenga sus medicinas...). Los hijos que ven en sus padres actitudes profundas y gestos sinceros de amor al prójimo aprenden, más allá de las palabras, lo que significa ver a Cristo en los hermanos.
Vivir el Evangelio llega hasta el heroísmo de amar al propio enemigo (cf. Mt 5,43-48). Hay hogares en los que nunca se escucha una palabra de odio o de amargura hacia quienes ofendieron en el pasado (quizá un pasado muy reciente) a alguno de los miembros de la familia. Incluso hay hogares en los que los hijos admiran a sus padres cuando saben acoger, con los brazos abiertos, a alguien que les hizo daño, mucho daño...
La actitud profunda de amor a los otros lleva al apostolado, al compromiso continuo por conseguir que muchos hombres y mujeres lleguen a conocer a Cristo.
Es muy hermoso, en ese sentido, descubrir a familias que se convierten en “misioneras”. Saben comunicar, con su testimonio y con palabras oportunas, que Dios ama a todos, que Cristo ofrece la Salvación, que la Iglesia es la barca regalada por Dios para acometer la travesía que nos lleva a la Patria eterna.

Oración al Sagrado Corazón de Jesús

Oración al Sagrado Corazón de Jesús para una grave necesidad (rezar por tres días). Oh Divino Jesús que dijiste: «Pedid y recibiréis; b...