viernes, 31 de diciembre de 2010

Oraccion de fin e inicio d año

Señor, Dios, dueño del tiempo y de la eternidad,
tuyo es el hoy y el mañana, el pasado y el futuro.
Al terminar este año quiero darte gracias
por todo aquello que recibí de TI.

Gracias por la vida y el amor, por las flores,
el aire y el sol, por la alegría y el dolor, por cuanto
fue posible y por lo que no pudo ser.
Te ofrezco cuanto hice en este año, el trabajo que
pude realizar y las cosas que pasaron por mis manos
y lo que con ellas pude construir.

Te presento a las personas que a lo largo de estos meses amé,
las amistades nuevas y los antiguos amores,
los más cercanos a mí y los que estén más lejos,
los que me dieron su mano y aquellos a los que pude ayudar,
con los que compartí la vida, el trabajo,
el dolor y la alegría.

Pero también, Señor hoy quiero pedirte perdón,
perdón por el tiempo perdido, por el dinero mal gastado,
por la palabra inútil y el amor desperdiciado.
Perdón por las obras vacías y por el trabajo mal hecho,
y perdón por vivir sin entusiasmo.

También por la oración que poco a poco fui aplazando
y que hasta ahora vengo a presentarte.
Por todos mis olvidos, descuidos y silencios
nuevamente te pido perdón.

En los próximos días iniciaremos un nuevo año
y detengo mi vida ante el nuevo calendario
aún sin estrenar y te presento estos días
que sólo TÚ sabes si llegaré a vivirlos.

Hoy te pido para mí y los míos la paz y la alegría,
la fuerza y la prudencia, la claridad y la sabiduría.

Quiero vivir cada día con optimismo y bondad
llevando a todas partes un corazón lleno
de comprensión y paz.

Cierra Tú mis oídos a toda falsedad y mis labios
a palabras mentirosas, egoístas, mordaces o hirientes.

Abre en cambio mi ser a todo lo que es bueno
que mi espíritu se llene sólo de bendiciones
y las derrame a mi paso.

Cólmame de bondad y de alegría para que,
cuantos conviven conmigo o se acerquen a mí
encuentren en mi vida un poquito de TI.

Danos un año feliz y enséñanos
a repartir felicidad . Amén

miércoles, 29 de diciembre de 2010

Año Nuevo: Poner últimas piedras





En este año nuevo, revisamos el valor que nos enseña la importancia de terminar lo que emprendemos.



Comenzar algo siempre nos llena de entusiasmo. Un nuevo trabajo, un nuevo proyecto, una nueva relación trae consigo esperanzas y expectativas. En realidad poner “la primera piedra” de un edificio es relativamente sencillo. Pero poner “la última piedra” no es tan fácil.

El poner la última piedra es un valor que nos enseña la importancia de terminar lo que emprendemos y no dejarlo a medias.

Cuando termina un año, se da un doble fenómeno: el de la alegría de comenzar un nuevo ciclo, pero en cierta forma también un poco la tristeza de ver que no terminamos todo lo que nos propusimos.

Poner la última piedra es la culminación que nos brinda paz y una conciencia serena. Quienes siempre emprenden pero nunca terminan acaban desanimándose y llegando a un conformismo mediocre que no es sano.

Para poner últimas piedras, debemos conocer nuestras capacidades y nuestros defectos. Pero nuestros proyectos siempre deben exigirnos un poco más de lo que podemos hacer. Todos los seres humanos tenemos limitaciones que vamos conociendo con el paso del tiempo. Un joven es mucho más soñador que un adulto. Los jóvenes con frecuencia se establecen metas demasiado altas, poco acordes a sus posibilidades reales. Por el contrario, a veces las personas mayores tienden a ser más pesimistas, pues se han dado cuenta de que la vida no es tan sencilla y que los sueños son difíciles de materializar.

Siempre conviene recordar el Episodio de las Bodas de Caná que nos narra San Juan en su Evangelio, cuando Nuestro Señor Jesucristo hizo su primer milagro: Convirtió el agua en vino, pero hay una nota muy importante que debemos resaltar: antes de convertir el agua en vino, pidió que se llenaran seis tinajas que tenían para las purificaciones de los judíos. El evangelista nos narra que “las llenaron hasta arriba”. Este pasaje debe recordarnos que el Señor podría haber creado el vino por un solo acto de Su voluntad, sin embargo quiso que los hombres llenaran las tinajas. Dios está dispuesto a ayudarnos, y hará lo que nosotros no podemos, pero cuenta con nuestro esfuerzo. Y nosotros debemos “llenar las tinajas hasta arriba”, no hasta la mitad, ni a tres cuartos de su capacidad, sino “hasta arriba”. Esto significa que cuando tengamos un proyecto, un trabajo, o pongamos una “primera piedra”, debemos hacer nuestro mejor esfuerzo, y confiar en que Dios suplirá lo que nosotros no podemos hacer.

Es fácil poner primeras piedras, pero no es tan fácil poner últimas piedras. Quien pone últimas piedras se convierte en un elemento fundamental en su familia, en el trabajo, en la comunidad, porque todo el mundo sabe lo difícil que es concluir una tarea y lo fácil que es empezarlas. El secreto de la última piedra está en que si nosotros hacemos nuestro mejor esfuerzo y se lo ofrecemos a Dios, él se encargará de ayudarnos a concluirlo.


Dentro de lo que nos corresponde a nosotros, para vivir el valor de poner últimas piedras podemos:


- Establecer una fecha clara para terminar un proyecto.

- Saber que todo cuanto emprendamos tarde o temprano tendrá obstáculos, y estar preparado para ello.

- Crear un calendario en el que establezcamos acciones concretas para terminar nuestros proyectos.

- Todo gran edificio está construido con partes más pequeñas. Debemos acostumbrarnos a hacer pequeñas acciones, pero muy constantes.

- No poner una sola “última piedra” sino muchísimas, que el culminar nuestras actividades o proyectos se convierta en un hábito, y no en una excepción.

Concluye un año y empieza otro. Y es el momento no solo de hacer propósitos, sino de hacer nuestro esfuerzo humano para “llenar las tinajas”, pero nunca olvidar que si realmente queremos poner la última piedra, debemos pedir la ayuda de Dios y él no nos la negará.

Pidámosle a la Santísima Virgen María que interceda ante nuestro Señor para que este año que comienza tenga muchos y muy buenos propósitos, pero que sobre todo tenga muchas “últimas piedras” y que la mejor “última piedra” sea la de vivir al final de este año que comienza como buenos cristianos que amemos a Dios con todo nuestro corazón, con toda nuestra alma y con todas nuestras fuerzas, y que amemos al prójimo como a nosotros mismos.

sábado, 25 de diciembre de 2010

Reflexion de evangelio del domingo: La sagrada Familia

 EL AMOR ES EL CEÑIDOR DE LA FAMILIA SANTA

Por Gabriel González del Estal
1.- Referido a la Sagrada Familia esto aparece de forma evidente. Si San José no hubiera actuado por amor y con amor, habría repudiado a María antes de que el ángel le hablara en sueños. El amor de José a María se manifestó en forma de respeto, porque la amaba; en actitud de comprensión y generosidad, porque la amaba; en renunciar a su primer impulso de vanidad y orgullo herido, porque la amaba. El amor de José a María se manifestó también en forma de obediencia a Dios y de aceptar lo que le decía el ángel, porque el ángel era enviado por Dios y él amaba a Dios y se fiaba de Dios. El amor de María a José se manifestó en el silencio recatado, en la actitud amorosa, en el don de la devoción y de la entrega. El amor de María a Dios se manifestó en la obediencia y la disponibilidad, en medio de la ignorancia y del asombro. El amor de José a María y de María a José y el amor de José y María a Dios fue el ceñidor de la unión entre ambos; sin este amor el matrimonio de hubiera roto antes de haberse celebrado. Y el amor de los padres hacia el hijo y del hijo hacia los padres evitó una ruptura familiar temprana e irreparable. Porque el hijo les salió respondón y comenzó a ocuparse y preocuparse de las cosas de su Padre, sin previa consulta y aclaración ante los afligidos padres que le buscaban. Sí, fue el amor el auténtico ceñidor da la Sagrada Familia y ¡qué familia! Las familias actuales, nuestras familias, sólo se mantendrán unidas mientras vivan unidas por el amor. Si les falta el amor, a nuestras familias todo lo demás no les sirve de nada. El amor mutuo, claro, porque la familia es cosa de dos, o de más de dos, y si el amor no es mutuo la cuerda, la relación, se rompe. Desde siempre, los seres humanos hemos nacido y seguimos naciendo dentro de una familia; lo que está en crisis no es tanto la familia, sino la indisolubilidad de la familia. Para que una familia dure hace falta mucho amor, mucho amor mutuo, mucha capacidad de perdón, de generosidad y de entrega mutua, es decir, mucho amor cristiano. ¡Que el ejemplo de la Sagrada Familia anime a todas nuestras familias a construir su edificio familiar sobre el amor cristiano!
2.- Levántate, coge al niño y a su madre y huye a Egipto. La vida de la Sagrada Familia no fue una vida fácil, ni antes de tener que huir a Egipto, ni durante el tiempo que vivieron en Egipto, ni después de volver de Egipto. La Sagrada Familia fue una familia emigrante. La emigración no es un fenómeno moderno, pero sí es un fenómeno que va en aumento, porque los medios de comunicación son hoy más variados y fáciles de conseguir que antes, y porque la distancia económica y social entre los países más ricos y los países más pobres es abismal. Los cristianos tenemos que ser comprensivos y generosos con los emigrantes, ayudándoles en lo que podamos y como mejor podamos. La vida de los emigrantes, sobre todo en los primeros tiempos, es muy dura, y difícilmente podrán salir adelante sin la ayuda y la comprensión de los ciudadanos del país receptor. Con todo el mundo, pero sobre todo con los emigrantes, practiquemos las virtudes que San Pablo, en la lectura de este domingo, recomienda a los Colosenses: misericordia entrañable, bondad, humildad, dulzura, comprensión… y, por encima de todo esto, el amor, que es el ceñidor de la unidad consumada.

martes, 21 de diciembre de 2010

Bendición de la cena de Navidad



En el centro de la mesa se colocará un cirio apagado. Todos los miembros de la familia, de pie, se reúnen alrededor de la mesa.
Santiguándose, dicen: El Padre y el Hijo y el Espíritu Santo sean glorificados en todo tiempo y en todo lugar por la inmaculada Virgen María. Amén
La madre de familia dice:
Hoy nos encontramos reunidos celebrando el Nacimiento del Señor Jesús, que nació de la Virgen María. Dios, como muestra de su inmenso amor, envió a su Hijo para que la comunión perdida por el pecado fuera restablecida. Él nos congrega esta noche y, unidos de la misma manera que la familia de Nazaret, nos muestra que nuestra espera no ha sido en vano.

Uno de los hijos lee:
«Había en la misma comarca unos pastores, que dormían al raso y vigilaban por turno durante la noche su rebaño. Se les presentó el ángel del Señor, y la gloria del Señor los envolvió en su luz; y se llenaron de temor. El ángel les dijo: “No teman, pues les anuncio una gran alegría, que lo será para todo el pueblo: les ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es el Cristo y Señor; y esto les servirá de señal: encontrarán a un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre”. Y de pronto se juntó con el ángel una multitud del ejército celestial, que alababa a Dios, diciendo: “Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres en quienes Él se complace”» (Lc 2, 8-14).

Y todos responden:

Gloria a ti, Señor Jesús, que hoy haz nacido de la Virgen María.
Uno de los hijos enciende el cirio colocado en medio de la mesa.

Para finalizar, el padre de familia reza la siguiente oración de bendición:
Oremos.
Dios Padre, que nos enviaste a tu Hijo muy amado, derrama tu bendición sobre estos alimentos y también sobre los miembros de este hogar, para que así, como ahora acogemos, gozosos, a tu Hijo reconciliador, lo recibamos también confiados cuando vengas al fin de los tiempos. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Todos responden: Amén.


domingo, 19 de diciembre de 2010

Reflexion del Evangelio del IV Domingo de Adviento: LA JUSTICIA MISERICORDIOSA DE JOSÉ

Por Gabriel González del Estal
1.- José, su esposo, que era justo y no quería denunciarla, decidió repudiarla en secreto. Sabemos que en el lenguaje bíblico decir de una persona que “es justo” es lo mismo que decir que “es bueno”, “es santo”. Y en la religión judía era justo el que cumplía la Ley con fidelidad y devoción. Pues bien, aquí es donde yo veo la grandeza del alma evangélica de José. José conocía la ley de Moisés según la cual “si una joven virgen está prometida a un hombre y otro hombre la encuentra en la ciudad y se acuesta con ella los sacaréis a los dos a la puerta de esa ciudad y los apedrearéis hasta que mueran” (Dt 22, 23). María estaba prometida con José, pero aún no habían comenzado a vivir juntos; si José denunciaba a María por estar embarazada antes de vivir con él, el castigo a María podía ser la lapidación. Así lo decía la ley de Moisés. José conocía a María, José conocía esta ley, José era un hombre justo. ¿Cómo debía actuar, cómo debía demostrar su justicia? El comportamiento de José me lleva inmediatamente a pensar en el comportamiento de su hijo, Jesús, cuando le presentaron a la mujer adúltera y le preguntaron “¿Tú qué dices? (Jn 8). Ya sé que se trata de dos casos muy distintos, pero la respuesta de Jesús puede ayudarnos a entender el sentido que José daba a la palabra “justicia”. Jesús conocía tan bien como los fariseos lo que Moisés había mandado en la Ley para estos casos; por eso, la respuesta de Jesús es sorprendente e inesperada para los fariseos: “Aquel de vosotros que esté sin pecado que le arroje la primera piedra”. La justicia de Jesús, como, en este nuestro caso, la de José, fue una justicia misericordiosa, una justicia basada no en la Ley de Moisés, sino en la ley del mandamiento del amor a Dios y al prójimo. ¿Es así nuestra justicia? De la respuesta que demos, podremos deducir cuál es nuestra bondad evangélica, nuestra santidad.
2.- Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados. Jesús, el niño que va a nacer de María, no vendrá a juzgar y condenar, no será esa su finalidad primera, vendrá en primer lugar a salvar, a perdonar los pecados del pueblo. No porque, legalmente, el pueblo mereciera el perdón, sino porque el niño que va a nacer viene enviado por un Padre misericordioso, porque viene, él mismo, como juez misericordioso. Tenemos que aprender los cristianos a ser jueces misericordiosos, según la justicia del evangelio, es decir, según la justicia de Jesucristo, según la justicia de Dios. Nuestra pobre justicia legal es, muchas veces, una justicia inmisericorde, una justicia antievangélica. Está bien que los jueces, en los tribunales civiles, apliquen la justicia legal; nosotros, los cristianos, en el tribunal de nuestra conciencia y en nuestro comportamiento ordinario, debemos aplicar siempre la justicia misericordiosa, la justicia evangélica, la justicia de José, la justicia de Dios.
3.- Le pondrá por nombre Emmanuel que significa: “Dios con nosotros”. La preparación propia del Adviento debe consistir en eso: en hacer posible que Dios, el Niño que va a nacer, pueda quedarse a vivir con nosotros. Que no le echemos de la tierra, que no le matemos y le crucifiquemos nosotros, con nuestros comportamientos mezquinos y antievangélicos. ¡Que José, el patriarca San José, nos enseñe a convivir, en paz y justicia, con María y el Niño!

domingo, 12 de diciembre de 2010

Reflexion del Evangelio del III Domingo de Adviento

Hoy es el tercer domingo de Adviento o domingo del Gaudete.
Cuando nos acercamos a la celebración del Nacimiento de Jesús, la palabra de Dios nos estará recordando cómo las profecías han sido ya cumplidas; que estamos en lo que los teólogos llaman el "ya, pero todavía no".
Con el domingo del "Gaudete" recordamos que la vida del Reino, es ya una realidad, a pesar de que ésta no se puede vivir aun en plenitud. La profecía del Rey que gobernaría a todo el pueblo de Dios se ha cumplido en nuestro Señor Jesucristo, él es nuestro Dios y Señor. Sin embargo, en este: "ya pero todavía no", vemos con tristeza como, aun hoy en día después de casi 2000 años del Nacimiento de Cristo, no todos lo han aceptado como Señor, e incluso como algunos de los que lo hemos aceptado aun no hemos dejado que verdaderamente "reine" y dirija todas las áreas de nuestra vida.
Busquemos en nuestra preparación a la celebración de la Navidad, que Jesús tenga más dominio de nuestra vida, que cada día sea más un "ya", y menos un "todavía no".

Oración a la Virgen de Guadalupe Juan Pablo II

¡Oh Virgen Inmaculada, Madre del verdadero Dios y Madre de la Iglesia! Tú, que desde este lu gar manifiestas tu clemencia y tu compasión a to dos los que solicitan tu amparo; escucha la ora ción que con filial confianza te dirigimos y presén tala ante tu Hijo Jesús, único Redentor nuestro.

Madre de misericordia, Maestra del sacrificio escondido y silencioso, a ti, que sales al encuentro de nosotros, los pecadores, te consagramos en este día todo nuestro ser y todo nuestro amor. Te consagramos también nuestra vida, nuestros tra bajos, nuestras alegrías, nuestras enfermedades y nuestros dolores.

Da la paz, la justicia y la prosperidad a nuestros pueblos; ya que todo lo que tenemos y somos lo ponemos bajo tu cuidado, Señora y Madre nuestra.

Queremos ser totalmente tuyos y recorrer con tigo el camino de una plena fidelidad a Jesucristo en su Iglesia: no nos sueltes de tu mano amorosa.

Virgen de Guadalupe, Madre de las Américas, te pedimos por todos los Obispos, para que con­duzcan a los fieles por senderos de intensa vida cristiana, de amor y de humilde servicio a Dios y a las almas.

Contempla esta inmensa mies, e intercede para que el Señor infunda hambre de santidad en todo el Pueblo de Dios, y otorga abundantes vocacio nes de sacerdotes y religiosos, fuertes en la fe, y celosos dispensadores de los misterios de Dios.

Concede a nuestros hogares la gracia de amar y de respetar la vida que comienza, con el mismo amor con el que concebiste en tu seno la vida del Hijo de Dios. Virgen Santa María, Madre del Amor Hermoso, protege a nuestras familias, para que estén siempre muy unidas, y bendice la edu cación de nuestros hijos.

Esperanza nuestra, míranos con compasión, enséñanos a ir continuamente a Jesús y, si cae mos, ayúdanos a levantarnos, a volver a él, me diante la confesión de nuestras culpas y pecados en el Sacramento de la Penitencia, que trae so siego al alma.

Te suplicamos, que nos concedas un amor muy grande a todos los santos Sacramentos, que son como las huellas que tu Hijo nos dejó en la tierra.

Así, Madre Santísima, con la paz de Dios en la conciencia, con nuestros corazones libres de mal y de odios podremos llevar a todos la verdadera ale gría y la verdadera paz, que vienen de tu Hijo, nuestro Señor Jesucristo, que con Dios Padre y con el Espíritu Santo, vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.

martes, 7 de diciembre de 2010

Adviento: La espera de la Esperanza

Adviento, este tiempo litúrgico que antecede a la espera de la Navidad, es - más que un tiempo litúrgico - una actitud de vida y un compromiso personal y comunitario del creyente y de los que en Iglesia creemos en el Evangelio de Jesucristo y de un mundo en el que lo divino nazca, aparezca y se manifieste en lo más humano y cotidiano de nuestra historia presente.

De esta esperanza que no se agota en el día a día, de la esperanza que anima todos nuestros instantes, de la esperanza infinita y sin condiciones, de la esperanza que no pasa y no muere, de la esperanza que nos abre al más allá de esta intrahistoria limitada, de la esperanza que vence toda forma de mal, de dolor y de muerte nos habla la liturgia en este tiempo de Adviento.

Hoy más que nunca urge vivir el espíritu del Adviento. Nos circundan por todas partes manifestaciones de crisis: crisis del espíritu humano, crisis de logros que otrora soñó la humanidad, crisis de confianza en lo que puede el hombre y sus instituciones, hay crisis de confianza en los gobiernos, en los regímenes, en los modelos políticos y económicos, hay desconfianza entre los pueblos y las naciones, hay incredulidad en los líderes espirituales, hay desilusión, hay desesperanza porque hay hambre y mil formas de inequidad, de injusticia, de violencia y de muerte. Hay un sentir colectivo según el cual nuestro presente es de no-futuro. Hay incertidumbre, hay pérdida del sentido de la vida, hay angustia, vivimos tiempos difíciles en todos los ámbitos del quehacer humano y sin embargo, la liturgia católica, en este tiempo de Adviento nos invita, una vez más, a la espera de la Esperanza, al compromiso y construcción de tiempos mejores...

Deseo a todos que este Adviento 2010 nos llene de esperanza, de un aliento siempre renovado para hacer posible nuestra Esperanza: el Evangelio de Jesucristo entre nosotros, vivido y anunciado por nosotros, para la construcción de un mundo mejor, más justo, más humano y con ello más según el querer de Dios

sábado, 4 de diciembre de 2010

Reflexion del Evangelio del II Domingo de Adviento: LA CONVERSIÓN COMO PROPÓSITO Y PROCESO

Por Gabriel González del Estal

1.- Convertirse es cambiar la mente y el corazón y, consecuentemente, la conducta. Es pensar distinto de cómo pensábamos, amar distintamente de cómo amábamos y comportarnos de una manera distinta de cómo nos comportábamos. Pero esto no se consigue en un momento y ya está. En un momento podemos tomar la decisión de convertirnos racional y afectivamente, y de comenzar a vivir de manera consecuente con nuestro propósito de conversión. Esto no es más que el inicio de la conversión, el punto de arranque; a partir de este momento comienza el camino de la conversión. Un camino que puede y debe durar durante toda la vida. Una conversión que no se prolongara más allá del momento de arranque y que no durara toda la vida no sería propiamente una conversión cristianamente ejemplar y paradigmática. Decimos que San Pablo y San Agustín y San Francisco y muchos más se convirtieron porque su propósito de conversión duró toda su vida. Aquí estamos sólo hablando de conversiones al Dios de Jesucristo, de conversiones cristianas. En este sentido se puede afirmar que conversiones iniciadas y no continuadas las ha habido con mucha frecuencia en la vida de muchas personas. Se necesita mucha gracia de Dios para iniciar la conversión, pero no se necesita menos gracia de Dios para recorrer el camino de conversión hasta el final. Es muy probable que la mayor parte de las personas que abren esta página de Betania sean personas que ya han tomado hace mucho tiempo el propósito de convertirse. En este segundo domingo de adviento es bueno que todos renovemos nuestro propósito de conversión. Y le pedimos a Dios que no nos abandone su gracia para que recorramos nuestro camino de conversión hasta el final de nuestra vida. Porque nunca hemos terminado de convertirnos, mientras vivimos.

2.- Sobre él se posará el espíritu del Señor. Jesús de Nazaret es el modelo único al que queremos seguir e imitar todos los cristianos. El profeta Isaías, varios siglos antes de Cristo, nos dice cómo actuará ese vástago del tronco de Jesé sobre el que se posará el espíritu del Señor. Los cristianos siempre hemos querido ver retratado en ese descendiente del tronco de David sobre el que se ha posado el espíritu del Señor a Cristo Jesús. Para nosotros, convertirse es acercarse cada vez más a este modelo. Convertirse es, por tanto, dejarse guiar por el “espíritu de prudencia y sabiduría, de consejo y valentía, de ciencia y temor del Señor”. El profeta Isaías nos propone una utopía maravillosa, según la cual los que se dejen guiar por el espíritu del Señor convivirán en una armonía de justicia y paz paradisíaca. Convivirán en armonía de justicia y paz: judíos y gentiles, ricos y pobres, sanos y enfermos, poderosos y débiles. Será un anticipo del verdadero y definitivo Reino de Dios. Hacia este reino de justicia y paz debemos caminar también hoy los cristianos, dejándonos poseer por el espíritu del Señor. Eso es vivir en espíritu de conversión, eso es vivir en espíritu de adviento.

3.- Dad el fruto que pide la conversión. Para poder entrar con buen pie en el reino de Dios que está cerca, el último y más grande de los profetas antes de Cristo, Juan el Bautista, predica la necesidad de la conversión. Se lo dice a la gente pobre y sencilla, y se lo dice, con más fuerza aún, a la gente rica y encumbrada de su tiempo. Nos lo dice también a cada uno de nosotros: si de verdad queremos convertirnos debemos preparar el camino del Señor, derribar los montes de soberbia y limpiar los senderos de mezquindades y bajas pasiones que no dejan al Señor entrar en nuestro propio corazón y en nuestra vida. Abramos al Señor de par en par las puertas del alma, convirtámonos al Señor. Este es el camino de adviento que debemos iniciar y recorrer en estas cuatro semanas que nos llevarán hasta la Navidad, un camino de purificación y esperanza, de justicia, de paz y de amor.

martes, 30 de noviembre de 2010

Quiero ser tu pino




El árbol de Navidad es algo más que un adorno, es una forma de vivir con más intensidad la espera del Señor



Esta Navidad quiero ser tu pino Señor. Un pino sencillo de los que nacen en las sierras, pero con unas ramas verdes y frescas, alimentado por la sabia de tu vida divina.

Como un reflejo tuyo, mi forma será triangular, signo de la Santísima Trinidad y si una rama sobresale demasiado, hazme sensible para cortarla a tiempo antes de que me deforme demasiado.

Empezaré a limpiar mi tronco y mis ramas, de todo musgo o heno que tenga. Y así poco a poco quitaré todo lo que me estorba; mi egoísmo, mis envidias, mis incomprensiones, mi orgullo, mi soberbia, que como "plaga" crecen sin que yo me de cuenta.

Como un recuerdo de todas las estrellas que brillaron esa noche bendita en que Tú naciste, me llenaré de foquitos de colores para reflejar a los demás la alegría de Tú venida al mundo.

Escogeré unas esferas doradas, las más brillantes para que representen todas mis ALABANZAS, por el sol que sale cada día, por las estrellas, por los atardeceres tan hermosos, y por todas las maravillas del mundo que Tú creaste para nosotros, por ser nuestro Ser Supremo.

Continuare con muchas esferas rojas, que representan mis PETICIONES. Te pido que hagas de mi un instrumento de TÚ AMOR. Te pido por mi familia, mis amigos, mi comunidad, mi parroquia. Por mi Patria para que sea un país donde Tú siempre reines. Que jamás el desaliento, entre en mi corazón. Te pido Tú Santo Espíritu y con el, la verdadera SABIDURÍA QUE VIENE DE TÍ. Dame Señor lo que Tú sabes me conviene y yo no se pedir. Dame mucha paciencia y humildad. Dame prudencia para nunca herir a nadie y dame caridad para tener un corazón grande que sepa amar.

Pondré también unas esferas azules, para pedirte con ellas PERDÓN porque yo no siempre he sido fiel, porque no he sabido dar ni perdonar, porque viendo "la luz" he preferido "la oscuridad", porque conociendo el bien he optado por "el mal".

Por último me llenaré de esferas plateadas, muy grandes que serán para darte GRACIAS, por todo lo que he recibido de Tí. GRACIAS porque me has otorgado salud, bienestar, alegría y satisfacciones. GRACIAS también por la enfermedad, las penas y los sufrimientos, aunque me cuesta trabajo decírtelo y aceptar tu voluntad. Tú sabes lo que hiciste. GRACIAS Señor por todo aquello que me acercó íntimamente más a Tí. Es tanto lo que tengo que agradecerte.

Y en la punta, con una luz muy intensa, pondré una estrella enorme, que me ilumine siempre, esa será mi Fe. Una Fe madura e inquebrantable, siempre en aumento, que se alimentará de tu Sagrada Eucaristía y de tu palabra. Por eso esa luz brillará para todo aquel que se acerque a mí, porque Tú brillas en mí.

Yo quiero ser esta y todas las próximas Navidades, tu pino Señor. Lléname de alegría para participar a todos mis hermanos el gozo de poseerte Señor.

¡FELIZ NAVIDAD CON JESÚS, MARÍA Y JOSÉ!

lunes, 22 de noviembre de 2010

TIEMPO DE ADVIENTO


1) EL ADVIENTO
SIGNIFICADO Y CONTENIDO
Adviento significa venida. Este tiempo nos prepara para la venida del Señor. La venida de Cristo al mundo se realiza en un triple plan:
PASADO: venida histórica a Palestina,
PRESENTE: venida sacramental, hoy,
FUTURO: venida gloriosa al fin del mundo.

Cristo está viniendo hoy y aquí, a nosotros, dentro de nosotros. Nos está haciendo concorpóreos suyos, solidarios de su persona y de su misterio redentor. Mediante el don de su palabra y de la eucaristía, Cristo se graba en nosotros. Nos hace su cuerpo. Su venida gloriosa al final de los tiempos no será otra cosa que la revelación de las venidas que ahora realiza en nosotros. Hay continuidad real entre su venida actual y su venida gloriosa. Exactamente igual como la semilla se prolonga en el fruto. Esta es la verdad de fe más grandiosa. Quien quiera encontrarse con el Cristo viviente, debe penetrar en el misterio de su presencia, a través de la liturgia. Es necesario que el cristiano tenga mirada interior. El adviento es radicalmente cercanía y presencia del Señor.
poinsetia.gif (1839 bytes)  LOS GRANDES TESTIGOS DEL ADVIENTO
Son tres: El profeta Isaías, Juan el Bautista y la Virgen María.
Isaías anuncia cómo será el Mesías que vendrá. Sacude la conciencia del pueblo para crear en él actitud de espera. Exige pureza de corazón.
Juan el Bautista señala quién es el Mesías, que ya ha venido. Él mismo es modelo de austeridad y de ardiente espera.
María es la figura clave del adviento. En ella culmina la espera de Israel. Es la más fiel acogedora de la palabra hecha carne. La recibe en su seno y en su corazón. Ella le prestó su vida y su sangre. María es Jesús comenzado. Ella hizo posible la primera navidad y es modelo y cauce para todas las venidas de Dios a los hombres. María, por su fidelidad, es tipo y madre de la Iglesia.
 poinsetia.gif (1839 bytes)LAS ACTITUDES FUNDAMENTALES DEL ADVIENTO
1. Actitud de espera. El mundo necesita de Dios. La humanidad está desencantada y desamparada. Las aspiraciones modernas de paz y de dicha, de unidad, de comunidad, son terreno preparado para la buena nueva. El adviento nos ayuda a comprender mejor el corazón del hombre y su tendencia insaciable de felicidad.
2. El retorno a Dios. La experiencia de frustración, de contingencia, de ambigüedad, de cautividad, de pérdida de la libertad exterior e interior de los hombres de hoy, puede suscitar la sed de Dios, y la necesidad de «subir a Jerusalén» como lugar de la morada de Dios, según los salmos de este tiempo. La infidelidad a Dios destruye al pueblo. Su fidelidad hace su verdadera historia e identidad. El adviento nos ayuda a conocer mejor a Dios y su amor al mundo. Nos da conocimiento interno de Cristo, que siendo rico por nosotros se hace pobre.
3. La conversión. Con Cristo, el reino está cerca dentro de nosotros. La voz del Bautista es el clamor del adviento: «Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos; elévense los valles, desciendan los montes y colinas; que lo torcido se enderece, lo escabroso se iguale. Y todos verán la salvación de Dios ... » (Is 40,3-5). El adviento nos enseña a hacernos presentes en la historia de la salvación de los ambientes, a entender el amor como salida de nosotros mismos y la solidaridad plena con los que sufren.
4. Jesús es el Mesías. Será el liberador del hombre entero. Luchará contra todo el mal y lo vencerá no por la violencia, sino por el camino de una victimación de amor. La salvación pasa por el encuentro personal con Cristo.
5. Gozo y alegría. El reino de Cristo no es sólo algo social y externo, sino interior y profundo. La venida del Mesías constituye el anuncio del gran gozo para el pueblo, de una alegría que conmueve hasta los mismos cielos cuando el pecador se arrepiente. El adviento nos enseña a conocer que Cristo, y su pascua, es la fiesta segura y definitiva de la nueva humanidad.

sábado, 20 de noviembre de 2010

Reflexión del Evangelio del Domingo: SU “TRONO” ES LA CRUZ

Por Pedro Juan Díaz
1.- En este último domingo del tiempo ordinario se nos presenta a Jesús como rey. Pero con una manera peculiar de reinar. Su “trono” es la cruz. Y su “vara de mando” es una toalla ceñida y una jofaina llena de agua. Cristo reina desde la cruz porque en ella entrego su vida por todas las personas, una vida que vivió desde una profunda actitud de servicio. Si durante el año litúrgico vamos recordando los momentos más significativos de la vida de Jesús, en este último queremos resumir esa vida diciendo que Jesús fue “servidor”, y que si queremos ser seguidores suyos, hemos de imitar su ejemplo y ponernos al servicio de nuestros hermanos, aunque eso muchas veces nos cueste esfuerzos, sufrimientos, cruces, compromisos, entregas, etc. Esa manera de vivir y de morir de Jesús nos “ganó” la salvación.
2.- San Pablo en la segunda lectura resume todo el plan de Dios en la historia haciendo referencia a la muerte y resurrección de Jesús, “por cuya sangre hemos recibido la redención, el perdón de los pecados”. Jesús reina entregando su vida en la cruz. Nosotros también “reinaremos” en la medida en que nuestra vida sea servicial. Jesús reina saliéndose del perfil de rey que tenían los judíos. En la primera lectura aparece David como rey ungido y honroso. Pero Jesús lo hace entre dos ladrones, crucificado como un malhechor y acusado de blasfemo y de incitador de las masas.
3.- Jesús cumple las escrituras, es el Mesías, de la descendencia de David. Ya lo anunció en la sinagoga de Nazaret al principio de su ministerio. Aún así, es cuestionado en la cruz por las autoridades y el pueblo, por los soldados, por uno de los malhechores crucificado con él… pero así demostró que era verdaderamente EL REY.
Nuestro mundo necesita “servidores”. Los necesitamos entre nuestros políticos, por ejemplo. Pero también hacen falta en nuestros trabajos, en nuestra asociación de vecinos, en el grupo de amigos, en nuestra familia, en la Parroquia, en nuestra Iglesia Diocesana. Los hay que sirven en caritas, en la catequesis, pero también están en el sindicato, en las asociaciones civiles, en los colegios, en las fábricas. El servicio es la actitud del cristiano allá donde esté.
4.- La Eucaristía nos enseña a servir como Dios quiere. Le vemos con la jofaina y la toalla ceñida lavando los pies de sus discípulos y diciéndonos: “si yo, el maestro y el señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros”. Que esta sea nuestra actitud entre nosotros. Que nuestro servicio se convierta en luz, en “presencia significativa en la calle”, como nos propone nuestro plan diocesano. Que a los cristianos de El Altet nos conozcan por nuestro servicio y nuestro amor. Proclamemos juntos nuestra fe en Cristo que reina sirviendo a los más pobres.

lunes, 15 de noviembre de 2010

Familia pobre
Una vez un padre de una familia muy rica llevó a su hijo a pasear por el campo con el firme propósito de que su hijo viera cuan pobres eran esos campesinos. Pasaron un día y una noche completos en la destartalada casita de una familia muy humilde.
Al concluir el viaje y de regreso a la casa en su flamante automóvil,el padre le preguntó a su hijo: ¿Qué te ha parecido el viaje?
-- Muy bonito,papi!!!.
¿Viste qúe tan pobre puede ser la gente?. -Insistió en papá.
Sí, respondió el niñó.
¿Yqué aprendiste , hijo? inquirió el padre nuevamente.
Vi, dijo el pequeño- Que nosotros tenemos un perro en casa, ellos tienen cuatro.
Nosotros tenemos una piscina que llega hasta la mitad del jardín, ellos tienen un arroyo que no tiene fin.
Nosotros tenemos unas lámparas importadas en el patio,ellos tienen las estrellas.
El patio de nosotros llega hasta la pared junto a la calle, ellos tienen todo un horizonte de patio.
Al terminar el relato, el padre se quedó mudo......
Y su hijo agregó: Gracias, papi, por enseñarme lo pobres que somos.

domingo, 14 de noviembre de 2010

Reflexión del Evangelio del Domingo: ¡VALE LA PENA PERSEVERAR!

Por Javier Leoz

Llegamos, con el próximo domingo en que contemplaremos a Jesús como Rey, al final del año litúrgico. Las lecturas de este día, al igual que las de los precedentes domingos, tienen un sabor apocalíptico. Entre otras cosas porque estaban orientadas hacia aquellos cristianos que se encontraban nerviosos ante la creencia de que la segunda y definitiva venida de Cristo era inminente. No fue así y, en esas seguimos: aguardando a que el Señor, cuando El quiera, vuelva. ¿Preocupa esto a las generaciones actuales? ¿Somos conscientes de lo que respondemos después del momento de la consagración: “Ven, Señor, Jesús”?
1.- Con San Pablo podemos concluir que, mientras no sucede ese momento, nos toca dar testimonio y trabajar para que el Señor, y su mensaje, sean conocidos. ¿Hacemos todo lo posible para que el evangelio sea más extendido en todos los rincones de nuestro mundo?
El Papa Benedicto XVI en su corto pero intenso viaje apostólico a España nos dejó la siguiente reflexión: “Dios tiene que volver a resonar bajo los cielos”. Para ello, hoy más que nunca, es necesario presentar a Dios mismo como esa luz que ilumina toda sombra y que indica con sabiduría el horizonte que al hombre espera. Nuestro esfuerzo y creatividad, siempre sustentado todo en la inspiración del Espíritu Santo, ha de ir precisamente en esa dirección: trabajar sin desmayo, sin pereza y con entusiasmo hasta el día en el que Señor aparezca definitivamente.
2.- Hoy, como desde hace siglos, se sigue hablando si estamos en una etapa final de la historia, del hombre y del mundo mismo. ¿Qué hacer? ¿Cómo reaccionar? ¿Hacia dónde caminar? Las pistas nos las ofrece el evangelio de este día: “No hagáis caso”.
Estamos en la hora del testimonio. Nos toca, hoy más que nunca, separar la paja del trigo, la auténtica fe de la religión a la carta. ¿Qué conlleva todo ello? Incomprensión, persecuciones o incluso el intento sistemático de reducir lo religioso al ámbito privado. La reciente visita del Papa Benedicto XVI a España, en la que algunos grupos extremistas se mostraban –ya no en contra de su visita-sino en desacuerdo con su mensaje, nos avala la vigencia y actualidad del evangelio de hoy: con la perseverancia, y no con la relajación, es como podemos alcanzar la vida eterna, hacer la voluntad de Dios y no renunciar a lo que es constitutivo de la misma Iglesia.
3.- ¿Vale la pena creer y esforzarse por el Reino de Dios? ¿Vendrá el Señor a nuestro encuentro? ¿Seremos capaces de aguantar o de soportar las arremetidas que, constantemente, brotan desde la visceralidad de algunas ideologías dominantes? ¡Claro que sí! Recordemos aquello de aquella gota de agua, que por su persistencia, fue capaz de romper con el paso de los años la firmeza de una roca.
Que el Señor nos acompañe en nuestro deseo de transformar el mundo y, de prepararlo también, para que cuando El vuelva encuentre gente amándole, siguiéndole y dando la cara por su Evangelio. ¿Lo intentamos?
Frente a una realidad, el hombre y el mundo acabarán, se nos recuerda algo que nos llena de esperanza: Dios ofrece su salvación.

4.- ¡HASTA QUE VUELVAS, SEÑOR!
¿Dónde está mi futuro personal?
¿En dónde alcanzar la felicidad eterna?
¿Dónde buscar rincones y estancias indestructibles?
¡Sólo Tú, Señor, tienes Palabras de vida eterna!
¡Sólo Tú, Señor, eres inmortal!
Danos la gracia, Señor, de perseverar
para hacer de nuestro mundo un racimo de amistad
Danos la audacia, Señor, de ser valientes
y que la tierra conozca tu poder y tu salvación
Danos la esperanza, Señor, que no defrauda
y podamos sembrar semillas de tu reino
Danos el entusiasmo, Señor, sin decaer en el camino
para llevar con alegría tu verdad y tu presencia
tu rostro y tu Palabra, tu amor y tus promesas
¡HASTA QUE VUELVAS, SEÑOR!
Haz que seamos decididos y vigilantes
Aventureros y heraldos de tus valores
Auténticos y comprometidos con tu causa.
Hasta que vuelvas, Señor
Hasta el final de todo, Señor

viernes, 12 de noviembre de 2010

Rescatar la verdadera Navidad



Con frecuencia, en estos días de festejos previos al 25 de diciembre, se proyectan en el cine o en la televisión películas alusivas a la Navidad, que últimamente han tenido como argumento el rescate de esta fiesta de manos los incrédulos o de los aguafiestas. En la vida real sí que hace falta salvar la Navidad, porque el nacimiento de Dios es la única fuente de una esperanza verdadera.

No es casualidad que la disminución del conocimiento del verdadero sentido de la Navidad, esté en relación directa con el aumento de la violencia y la injusticia en nuestro País. Además, la mentira parece haber tomado posesión de bastantes aspectos de la pública, del mundo laboral y hasta del núcleo familiar. Es tristemente lógico: cuando se desconoce la presencia de Dios en el mundo, la vida pública y privada quedan vacías de la verdad y de la justicia. El proyecto del hombre moderno, que buscaba armonía y fraternidad sin necesidad de acudir a Dios, ha fracasado. Y, a cambio, nos ha dejado una sociedad sin Dios, en la que prevalecen la corrupción, el miedo y la desesperanza.

Cuando los creyentes aguardamos con fe la llegada de la Navidad, nos hacemos intérpretes de las esperanzas de toda la humanidad, la cual anhela la justicia e, incluso, de una manera inconsciente, espera la salvación que sólo Dios puede darnos. Cuando los hombres intentamos arreglar el mundo según nuestras posibilidades, nos quedamos cortos, y así el mundo resulta cada vez más caótico e incluso violento: sin Dios, la vida se vuelve oscura y sin brújula.

La Navidad nos hace conmemorar el prodigio increíble del nacimiento del Hijo unigénito de Dios de la Virgen María en la cueva de Belén. Dios se ha hecho ser humano, sin abandonar su condición divina, para enseñarnos el camino del amor, de la justicia y de la paz. Esa vía no es una lección abstracta de ética, sino que la encontramos en la vida y el mensaje de Jesús de Nazaret. Solamente cuando las enseñanzas de Jesucristo se toman en cuenta para organizar la vida social y la existencia personal advienen la armonía y la alegría verdaderas.

Ya se entiende porqué en épocas pasadas, en esta fecha se establecían treguas en las guerras, se incrementaba la ayuda a los pobres y se visitaba a los enfermos. Era la consecuencia inmediata de reconocer la fuerza y la validez de las palabras del Dios encarnado: “ama a tu próximo como a ti mismo”, “reza por tu enemigos”, “quien visita a un enfermo a mi me visita”.

Por eso, como afirmó el Santo Padre: “si no se reconoce que Dios se hizo hombre, ¿qué sentido tiene festejar la Navidad? La celebración se vacía” (Audiencia, 19.XII.2007). Y esto es tristemente lo que encontramos en bastantes ambientes: una fiesta navideña hueca, llena de mercantilismo, de celebraciones sin referencia directa al compromiso de un cambio personal.

Termino hoy deseándoles una auténtica Navidad, y compartiendo con ustedes los buenos augurios del Papa Benedicto XVI: “Pidamos a Dios que la violencia sea vencida con la fuerza del amor, que los enfrentamientos cedan el paso a la reconciliación, que la prepotencia se transforme en deseo de perdón, de justicia y de paz. Que los deseos de bondad y de amor que nos intercambiamos en estos días lleguen a todos los ambientes de nuestra vida cotidiana. Que la paz esté en nuestros corazones, para que se abran a la acción de la gracia de Dios. Que la paz reine en las familias, para que pasen la Navidad unidas ante el belén y el árbol lleno de luces”.

miércoles, 10 de noviembre de 2010

No tengo tiempo para orar

Me levanté temprano una mañana y me apresuré a comenzar el día.
Tenía tanto que realizar que no tuve tiempo para orar.
Los problemas me cayeron encima y la carga se hizo pesada .
¿Por qué no me ayudas Dios? Pensé y Él me dijo: Pero tú no lo pediste.
Deseaba ver la belleza y alegría, mas el día se tornó oscuro y frío.
Pensé, por qué Dios no me mostró lo que yo esperaba.
Él me contestó: Porque tú no me buscaste.
Traté de llegar ante la presencia de Dios.
Y probé todas mis llaves en la cerradura.
Dios, gentil y suavemente exclamó: ¿Por qué no tocaste a la puerta?
Me desperté temprano esta mañana y me detuve antes de comenzar el día.
Tenía tanto que realizar, que tuve que sacar tiempo para orar.

martes, 9 de noviembre de 2010

SERIE DE PSICOLOGIA II: HACIA LA VIDA.


¿BEBEDOR SOCIAL? REVISELO DE NUEVO
Por Richard Castro

Mencionar el consumo de alcohol podría parecer hasta risible, ya que es tan común que pasa desapercibido ante lo cotidiano. Esto se debe a que en la mayoría de las culturas el alcohol es el principal y más usado depresor del sistema nervioso central por lo cual, es el responsable de varios tipos de enfermedades como las del hígado y por supuesto, puede llevar a la muerte.

Como dato, cerca del 90% de personas adultas entre hombres y mujeres ha tenido alguna experiencia relacionada al consumo de alcohol, en todos los órdenes, así sea las llamadas  “resacas”, conducir ebrios, bajas laborales, conflictos en las familias, etc. Sin embargo, mas allá de esto, las secuelas que deja en la vida de la personas este tipo de conducta pueden ser significativamente negativas, ya que además de la evidente afectación al organismo, también afecta a la conducta de múltiples maneras.

En este caso, la persona puede desarrollar sin percibirlo una obsesión-compulsiva hacia el consumo del alcohol, lo cual genera una dependencia progresiva tanto en lo orgánico como en lo conductual, ya que el tiempo que dedica a esta actividad, además de que aumenta los grados de la sustancia, puede continuar tomando a pesar de tener consecuencias físicas y psicológicas significativas como depresión, perdida gradual de la memoria así como enfermedades hepáticas.  

Al  igual que con otras sustancias, la dependencia fisiológica al alcohol conlleva: tolerancia, cuando el organismo tolera el contenido de la misma y para sentir los mismos efectos necesita mayor cantidad o en su defecto, otra bebida de carácter mas fuerte, y la abstinencia, cuando la persona, a pesar de haber reducido o abandonado el consumo, siente los efectos como si lo consumiera.  Dentro de estos están  las alteraciones del sueño, hiperactividad, sudoración involuntaria, nauseas o vómitos, alucinaciones de tipo visual, táctil, auditivas o ilusiones, ansiedad y crisis epilépticas, lo cual podría perdurar durante meses según el tiempo que se haya consumido.

En estos casos al verse afectado el control sobre la voluntad, la persona adicta al consumo de alcohol debe elegir: o toma consciencia o toma alcohol. Reconocer que es momento adecuado para recibir ayuda psicológica tanto en terapia individual como en grupos de apoyo. Saber  que la gratificación que da el consumo de alcohol, es solo momentánea, los efectos vienen después. No deje para luego tomar las riendas de su felicidad al desplazarla en una botella. Insisto: ¿Es usted un bebedor social? La decisión es suya.


El autor es Psicólogo Clínico

lunes, 8 de noviembre de 2010

LA PALABRA DE DIOS ANTE LA PALABRA HUMANA


La Palabra de Dios perfección la limitación de la palabra humana, ya que entre ambas se establece un dialogo conciliador que se ha visto en toda la historia de la Salvación. Pero es preciso no perder de vista las diferencias que hay entre la Palabra Divina y la palabra humana. Son tres, especialmente:
a) La palabra humana es fugaz y perecedera. Un pensamiento ahuyenta a otro. Los pensamientos surgen del interior de la subconsciencia y vuelven a desaparecer de nuevo allí. Salen de entre las nieblas ondulantes del oscuro e impreciso reino de lo inconsciente y adquieren forma clara y diáfana. Con frecuencia no disponen de la fuerza necesaria para dar forma nuestra a personalidad. Las palabras humanas en que se encarnan los pensamientos son, como éstos, frágiles y fugitivas. Vienen y se van. Las pronunciamos y el viento se las lleva. Entre las palabras humanas fugitivas, indignas de una existencia duradera, se encuentran algunas dotadas de poder, y, entre éstas, algunas que son dignas de detentar ese poder porque encierran en sí valor y grandeza (Como la que había dado el propietario a los abogados). Por eso ocurre a veces que una palabra humana conmueve al que la oye y le transforma. Hasta puede suceder que una palabra dada conmueva a toda una época, creando el horizonte de una nueva concepción del mundo y de un nuevo sentimiento de la vida. Tales palabras crean Historia y se muestran activas aun después del instante en que han sido pronunciadas. Pero lo que queda de esas palabras creadoras de Historia no son el sonido y la forma verbal, sino la fuerza operativa.
La Palabra divina, al contrario, siempre se mantiene. Es realidad purísima, sin presentar mezcla de realidad y posibilidad. La palabra de Dios nunca pasará, porque participa del poder existencial de Dios. Su poderío existencial es el poderío existencial absoluto del Padre. Por eso existe desde la eternidad la palabra en que el Padre pronuncia (expresa) a Dios y al mundo. Durará eternamente. Es una palabra eterna. El Padre la pronuncia incansablemente desde la eternidad. Existe con fuerza incondicional en tanto que el Padre la forma siempre, a través de un proceso eterno. Resuena, por tanto, en todos los lugares y a través de todos los tiempos. Si es que nosotros no podemos percibirlo, la razón de ello consiste en que nos faltan los oídos adecuados. Pero llegará el tiempo en que dispondremos de esos oídos.
b) La palabra humana tiene pobreza de contenido. En ninguna palabra, en ningún pensamiento puede estar presente la riqueza de nuestra naturaleza y de nuestro saber, para no hablar de la riqueza de la realidad entera. La palabra expresa sólo un aspecto parcial de esa riqueza. Sólo raramente dispone un pensamiento de tanta fuerza y plenitud que veamos manifestado en él nuestro ser entero. Esto acontece a veces con ideas genialmente poéticas, artísticas y científicas. El no poder expresar adecuadamente mediante la palabra nuestros pensamientos y nuestro amor es el gran dolor de la conversación humana. Por medio de la palabra expresamos solamente una pequeña parte de lo que hay en nuestro espíritu y en nuestro corazón. La palabra humana es por eso siempre una alusión al mundo invisible de la interioridad humana. Por medio de la palabra exigimos del oyente que oiga aquella realidad que se manifiesta en la palabra, pero que no puede encarnarse exhaustivamente en la palabra. Si no es capaz de hacerlo, si no puede percibir la realidad trascendente que resuena en la palabra humana, entonces hasta la palabra de más plenitud es para él un sonido vacío o hueco.
Totalmente distinto es la Palabra de Dios. La palabra pronunciada por el Padre no sólo posee es eterna, sino también absoluta plenitud de contenido. El Padre ve toda la riqueza del ser con una sola mirada de infinita profundidad y extensión, y expresa su conocimiento por medio de un solo pensamiento de absoluta simplicidad e extensa plenitud. Cielo y tierra pasaran mas tu palabra no pasará. Esta manifiesta su fecundidad produciendo un pensamiento que no desaparece nunca, que subsiste, que posee la misma fuerza existencial y la misma plenitud que el Padre, el cual piensa y engendra pensando.
c) En fin, la palabra de Dios no solamente es inmutable; además se conoce a sí misma y afirma su propia existencia. Por lo tanto, es Persona y está ante el Padre bajo la forma de yo personal (Jesús es la Palabra de Dios, El Verbo encarnado). Se vuelve hacia el Padre y contempla su semblante; conversa con Él. Más aún, en tanto que se vuelve hacia el Padre no es más que la respuesta personal dada al Padre. Hay, pues, en Dios multiplicidad personal (Trinidad) porque tiene lugar en Él una conversación, porque en Él se da la comunidad de la conversación al Espíritu Santo, el cual es el lazo de su unidad. El Espíritu Santo es, por decirlo así, el sello que garantiza que el Padre y el Hijo se comprenden mutuamente en la conversación: en la palabra y la respuesta interviene y se manifiesta un amor infinito. El carácter personal de la palabra divina es la nota que la diferencia sobre todo de la palabra humana, la cual tiene carácter provisional.

Oración
Oh, Señor,
haz que todos los hombres de la tierra conozcan la Biblia.
Suscita en ellos el hambre de tu Palabra
Y deja que sea nuestro pan cotidiano.

Haz que los que saben leer,
miren el Evangelio con sus propios ojos;
y los que no saben leer,
encuentren a otros que puedan leer para ellos.

Pero, sobre todo, cuando se cumpla tu voluntad,
no queremos que se cumpla otra cosa,
y úsanos para realizarla.

Madre Teresa de Calcula

domingo, 7 de noviembre de 2010

Reflexión del Evangelio del Domingo


Por José María Maruri, SJ

1.- Lo saduceos, que no creían en la resurrección de los muertos, se sacan de la manga este ejemplo de una viuda con pluriempleo de viuda, como nosotros creemos a medias en la resurrección hacemos bromas del lío que será el día de la resurrección el saber de quien será el riñón transplantado o, peor aún, el corazón que no hay más que uno.
No consta que estos saduceos, en lugar de creer en la resurrección creyeran en los fantasmas, que es lo que el otro día me dijo una chica de 19 años, a quien el novio le ha quitado la fe. Y es que cuando se pierde el norte verdadero se caen en tonterías, porque a algo hay que agarrarse.
2.- San Pablo alejándose de la sencillez de la respuesta de Jesús, nos explica que los cuerpos resucitados serán cuerpos pneumáticos. Y a imaginaciones calenturientas como la mía nos traen a la memoria los anuncios de los neumáticos Michelín… ¿Y quien quería tener ese aspecto para toda la eternidad?
3.- Jesús, que sabe que vivimos más de la imaginación que de la cabeza, no quiere meterse en el como será, sino simplemente en que la resurrección es una realidad fundamentada nada menos que en la misma veracidad de Dios. Dios es Dios de vivos no de muertos. Y, por tanto, si ha hecho un pacto con Abrahán, Isaac y Jacob, lo ha hecho con seres vivos y que a pesar de la muerte van a seguir siendo ellos mismos.
En la Misa se nos habla del Nuevo y Eterno Testamento. Es decir, la promesa eterna de Dios con nosotros. Si hay promesa, compromiso eterno con nosotros, nosotros tenemos que ser eternos (de la manera que sea) el mismo que soy ahora. Ese ser humano que nació y vivió en tales circunstancias, en tal familia, con tales amigos, con un rostro inconfundible, ese ser humano que soy seguirá siendo para siempre.
4.- Hemos hecho de la muerte un punto final, cuando no es más que el dintel de una puerta que une dos habitaciones
--que es lugar de “con-flu-en-cia” del río de mi vida terrena, que en el punto de mi muerte confunde sus aguas con el río de la vida imperecedera de Dios.
--que es la pálida luz de la aurora que se va a desplegar en el pleno día
--que, en realidad, no es el hombre que muere, son las cosas las que se le mueren al hombre. Se le acaban los éxitos, la salud, las facultades, los amigos, los familiares, pero queda debajo lo que el hombre siempre fue, brasas de su encina salida de la manos de Dios, todo lo demás es como ceniza que al soplo de Dios que llama se desprende y queda limpia, pura y brillante, esa brasa que toma Dios en sus manos divinas para hacerla brasa inmortal de vida eterna.
5.- No somos proyectiles de cañón que se deshacen en pedazos contra el muro de la muerte, somos naves espaciales que salidas de la lanzadera de las manos de Dios emprendemos un maravilloso viaje por el espacio de un Dios todo belleza, todo cariño, todo luz, todo paz llena de vida… no de la paz de los muertos, no paz holgazana de no hacer nada, no paz verdosa del agua estancada, no paz húmeda de cementerio, paz llena de energía de un Dios que sola su palabra hizo el universo.

sábado, 6 de noviembre de 2010

ORACION PARA SONREIR


Señor, renueva mi espíritu y dibuja en mi rostro
sonrisas de gozo por la riqueza de tu bendición.

Que mis ojos sonrían diariamente
por el cuidado y compañerismo
de mi familia y de mi comunidad.

Que mi corazón sonría diariamente
por las alegrías y dolores que compartimos.

Que mi boca sonría diariamente
con la alegría y regocijo de tus trabajos.

Que mi rostro dé testimonio diariamente
de la alegría que tú me brindas.

Gracias por este regalo de mi sonrisa, Señor.


Madre Teresa de Calcuta

Oración al Sagrado Corazón de Jesús

Oración al Sagrado Corazón de Jesús para una grave necesidad (rezar por tres días). Oh Divino Jesús que dijiste: «Pedid y recibiréis; b...